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Los talibanes no están solo en lejanas montañas

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo (i) junto a la presidenta y fundadora del South Summit, María Benjumea (d). este jueves en Madrid. EFE/ Fernando Alvarado

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Unas ochenta niñas han sido envenenadas estos días en dos escuelas del norte de Afganistán. El gobierno talibán prohíbe la educación secundaria y universitaria femenina. Solo pueden asistir a clase hasta los 12 años. Como recordarán, Donald Trump firmó un vergonzoso acuerdo para entregar el poder a los talibanes, que consumó Biden con una desastrosa retirada en agosto de 2021. Hasta los tanques les dejaron porque era más costoso llevárselos. La Comunidad Internacional, que secundó y participó en la operación, dejó solas a las afganas. Y así siguen

El movimiento talibán, de fundamentalismo religioso islamista, se formó en 1994 y se ha implantado con esta terrible rotundidad. Pero, no nos engañemos, talibanes diversos se encuentran en muchos otros lugares. Incluso alentados en peligrosas asociaciones mediáticas marcadas por la frivolidad y, sobre todo, la ideología.

En España, los resultados del integrismo machista arrojan un balance sobrecogedor estos días: se han disparado las violaciones en manada de adolescentes que en algunos casos son los mismos reincidiendo. Este jueves se informó de otra niña en un instituto de Madrid y otras dos en Logroño. En Badalona, los Mossos contabilizan ocho violaciones en los últimos meses. Agresores y víctimas, menores de edad: la más pequeña de solo 11 años. Investigan una más a una cría de 14 años violada por ocho alimañas también menores en la que el novio habría invitado a los amigos al festín, que se desarrolló en plena vía pública.

Entretanto, los jueces del Supremo contradicen su propia doctrina para avalar las rebajas por la ley del 'solo sí es sí'. Llamativo el caso de leyes del Gobierno de Rajoy en donde actuaron exactamente al revés. Y las fuerzas de presión en España convierten a la ministra Irene Montero en la principal pieza a abatir para las inminentes elecciones. Escollo en las negociaciones de Sumar con Podemos, dado que la consideran “quemada” por esa ley (del Ministerio de Justicia), la secretaria general de Podemos Ione Belarra se ha pronunciado con rotundidad tras la consulta a los afiliados: “El compromiso de Podemos con la unidad es firme y la firma de Podemos en la coalición está garantizada, pero queremos llegar a un acuerdo justo” y ha pedido “que no haya vetos a Irene Montero”. Aunque ella ha dicho que está “a disposición de Podemos -ha añadido Belarra- para hacer lo necesario, por injusto que sea, para asegurar la unidad”.

Esa declaración ha sido calificada como “casi de ETA, salvando las distancias” por el que ha sido durante años asesor del PSOE, Luis Arroyo. Un intelectual progresista como Santiago Alba Rico había publicado un artículo de gran audiencia, 'En contra de la unidad', que se resume en esta idea: te han asesinado, te lo has tomado muy mal y ya no sirves: disuélvete.  Prueba de ello, quizás, es que SUMAR confirma a Iñigo Errejón como 4 por Madrid, y ofrece a Podemos el 5. Un gesto que sin duda va a crear problemas entre votantes de Podemos. Como el resto. A última hora de la tarde del viernes, llegó la firma entre Sumar y Podemos. Belarra ha protestado por el veto a Irene Montero. Ni ella, ni Pablo Echenique han sido admitidos por SUMAR. El resto del acuerdo se produce en las condiciones ya descritas de prevalencias y menosprecios. La dureza a veces tiene tintes de crueldad y no suele acabar bien.

Por su parte, Feijóo y Gamarra, exultantes de euforia vencedora con la piel del oso aún vivo en su sitio, anuncian que lo primero que “van a derogar” es la Ley de Igualdad. Bueno y la de Memoria Histórica, leve remedo de condena a la dictadura de Franco, y los impuestos a los ricos, and so on… que dicen los ingleses. O sea, las principales leyes progresistas.

Todo para gobernar con Vox. Ese partido que en Castilla y León ha llevado a la vicepresidencia a un individuo, García-Gallardo, que dice textualmente con su cara de bollo satisfecho esto: “Las mujeres no sufren una brecha de género, sino una brecha maternal”.

¿Cuántos años más necesitamos para emular al integrismo talibán afgano? Todo tiene un principio. Lo tuvo también en España y ahora vuelve y se afianza por los votos de seres aparentemente normales. Lo tuvo: decenas de adolescentes fueron encerradas por “inmorales” en los reformatorios ocultos de Franco. Una práctica que duró, se informa, hasta 1985, con la Constitución en vigor.

 Vox no deja duda alguna sobre sus intenciones. El PP tampoco. Feijóo alcanza su zenit mintiendo sobre la situación de la economía española. Se atreve a calificarla de estancada cuando crece un 3,8% más que la media europea, según datos de Bruselas y de la OCDE. ¿Quién podría confiar en alguien que pretende engañar hasta a los inversores extranjeros que difícilmente pueden fiarse de un presidente así en su caso?

Cuando se unen esa involución de tintes fascistas y un conservadurismo no muy lejano pero absolutamente desprovisto de escrúpulos es una bomba de relojería. Juntos, PP y Vox han organizado el temerario cisco de la relajación del control de la tuberculosis bovina, un atentado a la salud y al sentido común, que alarma a Europa. Y que ha recibido los improperios y exigencias de García-Gallardo de visita en Bruselas.

 Poco disimulo cabe ya de qué es y a qué se dedica el PP cuando Ayuso regula un cheque canguro, de hasta 4.000 euros, para contratar “servicio doméstico” con solo registrarse y al que pueden acceder familias con ingresos superiores a 100.000 euros y en cambio niega becas comedor de los hijos de perceptores del Ingreso Mínimo Vital.

Ese integrismo moral, clasista, irracional, machista intenso, aupado en falacias y manipulaciones de gobiernos PP y Vox marca un camino en línea talibán, dado que ya hasta el fascismo parece haber sido aceptado, tras un somero lavado y una cobertura de vaselina, al punto de haber impregnado a instituciones, medios y sectores de la sociedad. Así que sumen, resten o lo que les parezca, pero comprométanse a arreglar este inmenso desaguisado. No será fácil cuando el acuerdo viene con humillación incluida. Los votantes también tienen la palabra, por supuesto.

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