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Trabajan en Bankia, en la industria farmacéutica, en la Bolsa. Y son del 15-M.

Juan Luis Sánchez / Juan Luis Sánchez

Adrián trabaja en Bankia y es 'quincemayista' entregado. Rodrigo es comercial de una multinacional farmacéutica y en sus ratos libres impulsa acciones y participa en asambleas. Carlos es agente de bolsa y ha recorrido varias plazas para dar charlas contra la especulación financiera sin límites. Son embajadores inesperados del 15-M, que reivindican sus contradicciones como parte de “la fuerza del 99%”.

Nos encontramos con Adrián (nombre ficticio) en una cafetería y nos enseña su tarjeta de empleado de Bankia: “Me paro a pensar y... macho, es que parte de mi sueldo viene de los desahucios, de gente a la que le han dado a firmar una cosa que igual ni sabía bien lo que era”, confiesa. Adrián forma parte del personal de los servicios centrales del banco y lleva un año dedicando su tiempo libre al 15-M: “He estado en la comisión de Comunicación y montando las primeras reuniones de coordinación entre las diferentes acampadas en España”. Participó, por ejemplo, en una acción concreta justo antes de las elecciones generales a la que llamaron “cajero electoral”, en la que un grupo de personas se presentaba en un banco “para votar”:

Visto desde dentro, Adrián lo tiene claro: “Nos gobiernan los mercados y la política no controla la economía, en parte porque no puede y en parte porque no quiere”.more

¿Y en Bankia qué piensan de que participes en un movimiento tan crítico con lo que la empresa representa? “Se sabe desde el principio que yo estoy metido en esto. De hecho el lunes 14 de mayo, después de los desalojos del 12M, me encontré a la chica de Recursos Humanos en la oficina y me dijo: '¡anda! ¡No esperaba verte aquí! Yo creía que ibas a estar detenido...'”, comenta entre risas. “Me cuesta mucho más contar en el 15-M que trabajo en Bankia que decir en Bankia que participo en el 15-M”.

Adrián ha llevado las conversaciones sobre la especulación o los desahucios a los pasillos del banco. La mayoría de sus compañeros “se encoge de hombros” y dice “esto es un trabajo”, nos cuenta. “El tipo al que desahucian, para muchos, es solo un número. Lo mismo que decimos 'uy, sí... África... en África están fatal...', pero como están lejos, pues se despersonaliza todo”, dice. “En el 15-M hemos hecho ahora una revolución y no hace 20 años para defender a los somalíes. El ser humano es así, nos cuesta empatizar con lo que no vemos”, explica para intentar comprender a algunos de sus compañeros.

Es un reto diario: conciliar las ideas con el trabajo. “Creo que es bueno que el 99% esté en sitios así”, dice. “Porque las conversaciones que mantienes con otros compañeros generan debates que si no hay alguien que los provoque no se tendrían nunca”.

En una de las últimas convocatorias del 15-M en Sol, alguien tomó el megáfono y propuso que la concentración se trasladara a la sede central de Bankia. Adrián escuchaba sentado en la plaza: “Y ahí dices... uf... ¿qué hago? ¿Levanto la manita y digo que sí...? Ahí tienes la preocupación de que alguien te vea.. y ya si se le cruce el cable y a la puta calle. Y al final levanté la manita”. Y aunque finalmente esa acción no se llevó a cabo, Adrián insiste en su postura: “Si alguien pone en Twitter #occupyBankia, yo retuiteo”. ¿Y piensas poner dinero para la campaña 15MpaRato? “Claro que sí”.

Levantar las manos y agitarlas como gesto de rebeldía ante uno mismo. Para Rodrigo (nombre ficticio) también llegó ese momento cuando alguien dijo en una asamblea de Sanidad: “La investigación no debe depender de la industria”. Y Rodrigo hizo el gesto de aprobación.

Rodrigo es comercial en una multinacional farmacéutica: “Un visitador médico, vamos”, nos dice en un bar de Lavapiés. Su trabajo consiste en convencer a los médicos de que receten a sus pacientes un determinado producto de su laboratorio. “Es un trabajo feo, la verdad. Es complicado de encajar con mis ideas”, dice.

La figura del visitador tiene mala imagen, como el ejemplo más concreto de los intereses comerciales de la industria farmacéutica, que intenta, a través de las relaciones públicas personales, los patricinios y los regalos, influir sobre los médicos de familia. Todo eso “hace muy complicado que yo vaya contando en el 15-M a qué me dedico”, nos confiesa Rodrigo, que ha participado en muchas iniciativas alrededor de Sol. “Pero es que yo soy muchas cosas en mi vida antes que visitador médico”, se explica. “Soy paciente, soy ciudadano; y como tal, más allá de cuál sea mi trabajo, quiero una Sanidad independiente de la industria”.

Chaqueta, corbata, blackberry de empresa, coche de empresa, objetivos de venta. Con todo eso se presenta diariamente en consultas, ambulatorios, hospitales y clínicas. Su estética en horario laboral “es la antítesis de la de un perroflauta”, nadie le recibe con los prejuicios activados. Cuando este “tipo con apariencia de pijo” empieza a explicar a doctores o auxiliares de enfermería qué estuvo haciendo el día anterior en las plazas y, sobre todo, por qué, “se rompen los estereotipos sobre lo que muchos de ellos creen que es el 15-M, un hatajo de porreros perroflautas que no saben de qué va la vida real”.

Esa ruptura “me permite abrir brechas maravillosas de cambio de perspectiva” valiéndose de una credibilidad previa: “En los centros médicos ya me conocían y que yo les hable del 15-M despierta mucho interés. Hasta algunos, más reaccionarios, han cambiado su opinión sobre el movimiento solo porque les caigo bien”, dice.

El 15-M es su punto de anclaje mental, pero su trabajo es la conexión con la realidad. “Gracias a lo que hago, también tengo una perspectiva más amplia. Veo la distancia que hay entre la asamblea de cualquier tarde y mis objetivos de venta a la mañana siguiente. Me paseo a diario por toda la escalera social: de los barrios más deprimidos a las clínicas más pijas de España”, cuenta. “No hay nada más real que la sala de espera de un ambulatorio”.

En septiembre de 2011 unas 500 personas se concentraron frente a la Bolsa de Madrid. El grupo de Economía de Sol había convocado unas jornadas de protesta y formación llamadas “Toma la bolsa”. Entre la gente, desentona alguien con el pelo engominado, un traje negro y una camisa blanca, que ya atrae a su alrededor un corrillo de gente, entre interesada por la conversación que mantiene con otra persona y curiosa por saber si su estética es real o una 'performance'.

“El 15-M es muy crítico con los prejuicios estéticos, pero anda que no sufro yo prejuicios en el 15-M por mi forma de vestir”, nos dijo aquel día este hombre, de unos 35 años, que se llama Carlos Castiñeiras. “Yo soy un trader”, nos dice hace unos días por teléfono. “Un agente de bolsa, ¿no?”, preguntamos. “No, un trader, que lo de agente de bolsa está muy antiguo y ya no existe”. La cosa es que Carlos se dedica a comprar y vender acciones en la Bolsa en representación de sus clientes, normalmente inversores más o menos modestos “que quieren sacar partido a sus ahorros”.  Y, además, Carlos participa en el 15-M.

Lo hace, como aquel día de septiembre en Madrid, dando charlas de formación económica en asambleas del 15m de varias ciudades. Carlos comparte sus conocimientos sobre mercados de derivados financieros, sobre participaciones preferentes o sobre la especulación con materias primas, como las de la energía o la alimentación.

Además, Carlos toma la palabra cada vez que puede en el pleno del Ayuntamiento de su ciudad, Burgos, para llevar la voz del nodo de Democracia Real Ya en el que participa en esa ciudad. “Dormí en la acampada de Burgos ya el primer día”. Ideológicamente, Carlos se define como “liberal”, aunque “ser liberal no significa ser de derechas”, apostilla.

Su trabajo es “especular con el dinero de otras personas” y defiende que no hay problemas éticos en que cada uno pueda invertir sus ahorros. “Yo creo que la Bolsa sí tiene una función lícita”, explica. “Lo que no es lícito ni lógico es que haya personas que puedan ganarse la vida sin aportar ninguna actividad productiva. Hemos montado un chiringuito donde es posible vivir solo especulando, solo apostando en el casino del mercado financiero, y es especialmente peligroso si se hace con productos de alimentación o fuentes de energía”.

Carlos no tiene miedo de perder su trabajo. Pero Rodrigo o Adrián, sí. Por eso no quieren airear sus nombres reales. No sabemos si llegó a pensar en ello el policía Javier Roca cuando tomó la palabra en una asamblea de Sol.

Su caso se hizo conocido en seguida e incluso hubo gente que planteó un debate sobre si se podía ser policía y estar con el 15-M. La respuesta vino dada por el Ministerio del Interior: no, no se puede. La Policía sancionó con cinco días de suspensión de empleo y sueldo a Javier Roca por “hacer uso de su calidad de policía” para apoyar al movimiento y “alentar a sus compañeros a sumarse”. Tras esta amarga experiencia, Roca nos cuenta por teléfono que no ha dejado de defender sus ideas. En su perfil de Facebook, que llena de vídeos y noticias sobre política y economía, lo deja claro: “Trabaja en... Movimiento 15M”.

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