La trampa de la 'polarización'

0

La democracia continúa blindada en España, o al menos no hay riesgo de demolición inmediata del sistema tras los resultados electorales en Extremadura. Exhalemos pues y relajemos músculos que esta semana estuvimos en peligro de autocracia tras el robo en la oficina de correos de Fuente de Cantos. Los ladrones –unos delincuentes comunes según la Guardia Civil– se llevaron 14.000 euros y 124 votos por correo, un hecho delictivo al que la candidata extremeña del PP, María Guardiola, respondió argumentando que nos están “robando nuestra democracia delante de nuestros ojos”. Guardiola no aclaró quién estaba detrás del intento de hurto democrático organizado, pero cabe pensar que no se refería al elfo mágico navideño ni al acreditado grupo de delincuentes comunes, sino al PSOE.

La premisa fundamental de las democracias es bien sencilla: los ciudadanos (también los políticos) aceptan ser gobernados por quien gana las elecciones. Sacudir el fantasma o el pre-fantasma del fraude electoral no es una innovación con patente nacional, es una de las estrategias más eficaces de los alt-right americanos. En España, el PP está replicando esta táctica, aunque aquí carezca de demostrada practicidad e incluso se vuelva contraproducente por grotesca. Ayuso ya dijo en el mitin de cierre de las generales del 2023 que “Sánchez se va a ir como llegó: con un intento de pucherazo”. O el pasado mes de junio, Feijóo apuntó a la posibilidad de que Pedro Sánchez pudiese “alterar unas elecciones generales”. Se le preguntaba entonces por unas declaraciones de Aznar donde aseguraba que “cuando uno es capaz de adulterar unas elecciones en su partido por qué no va a ser capaz de alterar unas elecciones generales” y entonces Feijóo afirmó que el ejemplo puesto por Aznar era “francamente bueno”. Añadía: “si uno ha robado una joyería, ¿por qué no puede robar un banco?”.

Hoy nos despertamos con el esperable e histórico desastre electoral del PSOE, no solo atribuible a la endeblez e inconsistencia del candidato, con la consolidación de V, con la victoria del PP pese a su órdago a medias, y restituida pues la democracia, cabe suponer que hasta las próximas elecciones, al menos si la campaña se pusiera fea. La añagaza del fraude se ha servido del marco de la mil veces mentada polarización, una palabra manoseada hasta la deformidad. Se habla de polarización como si esta no se alimentase por políticos concretos, con cargos concretos, algunos de los cuales escenifican y teatralizan algo que ni siquiera creen en privado. La narrativa de la polarización simplifica cuestiones complejas mediante analogías erróneas consiguiendo así un efecto unificador que coloca a la misma altura al que ataca políticamente del que insulta personalmente, al que exagera con hostilidad del que amenaza, al que es mal político del que corrompe o al que se lamenta un resultado electoral del que preventivamente advierte de un resultado electoral amañado.

Estamos muy polarizados, sí, pero por suerte sigue existiendo un amplio consenso en temas cruciales como la limpieza de los procesos electorales.