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Villarejo, tercera temporada

El ex comisario José Manuel Villarejo a su llegada este jueves a la Audiencia Nacional. EFE/Emilio Naranjo

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Con la tercera temporada del “caso Villarejo”, regresa el insoportable hedor. En España deglutimos escándalos a una velocidad que no hay tiempo casi para digerirlos. Ahora, con la salida de prisión del comisario Villarejo, el policía que todo lo grababa y a todos espiaba, tenemos otra dosis de recuerdo de las heces que circularon por las cloacas. Políticos, policías, empresarios, fiscales, jueces, periodistas, banqueros… De todo había, oiga. 

Una mafia de gente sin escrúpulos cuyos códigos no siempre eran compatibles ni con la decencia exigible a un servidor público ni con las reglas del Estado de Derecho. Por aquel submundo capitaneado por el policía recién salido del trullo y que amenaza ahora con una catarsis -como si no hubiera hecho tambalear ya los cimientos del Estado- campaban a sus anchas todo tipo de mafiosos, sicarios y  extorsionadores. Y Villarejo fue durante años el capo de una banda que manejó información sensible sobre las actividades de los principales poderes del Estado y se dotó de una compleja infraestructura especializada en el chantaje con el objetivo de controlar a los poderes político, empresarial, mediático y judicial. 

El caso es que el excomisario estaba en prisión provisional desde hace más de tres años acusado de numerosos delitos, desde el cohecho hasta la pertenencia a organización criminal, y el juez, a petición de la Fiscalía Anticorrupción, ha decidido ponerlo en libertad después de que la Audiencia Nacional no haya fijado fecha de juicio para antes de noviembre, mes en el que cumple la máxima de preventiva. El polémico policía que siempre operó e hizo lucrativos negocios desde la sombra ha salido de Estremera rodeado de cámaras y micrófonos y amenaza con hablar, como si no lo hubiera hecho desde hace años a través de sus terminales mediáticas hasta poner en jaque con algunas revelaciones y un número casi más alto de mentiras a las instituciones del Estado.

“Agradezco al señor Sanz Roldán este tiempo de meditación que me ha dado porque me ha ayudado mucho a reflexionar. La verdad es que el gran lord protector de la Corona creo que no ha sido muy habilidoso a la hora de proteger a su señor”, ha sido su primera advertencia en alusión el ex director del CNI, gran amigo de Juan Carlos I y quien ha sido durante años su principal enemigo. Luego apuntó también a “muchos dueños de periódicos que de pronto han desaparecido”. “Me hará mucha ilusión recordárselo. Voy a desenmascarar a todos”, dijo con su habitual tono amenazante pero esta vez sin más intermediarios que las cámaras de televisión. 

El espectáculo, las amenazas y la bravuconería del policía han coincidido en el tiempo con el encuentro que la Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, ha mantenido con Eduardo Inda, director de OK diario y uno de los periodistas con más acceso a los informes fabricados por el comisario Villarejo. La cita, que el digital atribuye a una entrevista de siete preguntas publicada en su web, no habría tenido nada de extraño de no ser porque tuvo lugar en una vivienda del centro de Madrid -y no en la Fiscalía ni el periódico- propiedad del ex juez Baltasar Garzón, cuyo bufete ejerce hoy la defensa de varios de los implicados en el “caso Villarejo” y es la actual pareja de Delgado. Testigos directos del encuentro afirman que Garzón no estuvo presente en la cita, en contra de lo que habían afirmado otras fuentes a esta redacción.

La noticia, desvelada por Ctxt, ha encendido las alarmas en La Moncloa, no por la entrevista con un periodista vinculado a Villarejo, sino por si Garzón hubiera estado presente en calidad de abogado defensor de algunos de los imputados en la trama que investiga la Audiencia, algo que la fiscal, según fuentes socialistas, “ha convertido en costumbre en muchas de sus reuniones de trabajo, y no es ni ético ni estético”. Aunque Garzón es el propietario de la vivienda, las fuentes consultadas insisten en que no acudió a la reunión.

El asunto ha provocado además que Unidas Podemos rompa con la tregua táctica que decretó contra Delgado cuando fue nombrada Fiscal General tras ser ministra de Justicia, un tiempo en el que los de Iglesias estaban en la oposición y llegaron a promover incluso su reprobación en el Parlamento por aparecer en una grabación del sumario del “caso Villarejo” durante un almuerzo al que también asistió Garzón. Ahora, solicitan, junto a ERC y EH Bildu, su comparecencia en el Parlamento para que explique la puesta en libertad del comisario y la reunión con el periodista.

Atentos pues al siguiente capítulo porque a la ristra de desencuentros entre socios de Gobierno se suma ahora el papel secundario -o no- que Delgado ha asumido en la cinta del “caso Villarejo”. Continuará...

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