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A vueltas con los huesos de Cervantes

La casa de Cervantes situada en el corazón de la antigua judería, en la calle Mayor, alberga la Biblioteca y el museo cervantino en Alcalá de Henares (Madrid). / Efe

Ana García D'Atri

En estos días que huelen al fin de una legislatura, en estos días de febrero en los que el sol se anima a calentar los cuerpos que pasean la ciudad, el convento de las Trinitarias vive un hecho insólito en su Historia. Científicos españoles e internacionales buscan en su cripta las distintas capas de enterramientos con el objetivo de encontrar a Cervantes.

Cervantes puede terminar siendo una quimera, no su vida, no su obra, no el ejemplo de caracteres humanos que nos dejó con el Quijote, pero sí la quimera de sus huesos que, reducidos, va a ser muy difícil encontrar.

En estos tiempos en que acaba un gobierno, otro gobierno de mayoría absoluta del Partido Popular, hemos podido seguir de cerca esta investigación e incluso apoyarla porque Madrid, hasta ahora,  no ha sabido reivindicar sus grandes figuras y las ha tenido.

De Cervantes en Madrid ciudad tenemos la imprenta que editó El Quijote y la casa en la que murió en la calle León, de la que sólo contamos con una placa; pero su casa, la que visitamos como tal, es la casa natal que está en Alcalá de Henares.

En este hacer mal las cosas del Partido Popular, durante 25 años de sus gobiernos en la ciudad de Madrid no han querido, aunque quizá tampoco han sabido, dar a Cervantes el lugar que merece en la capital.

Ha hecho más el Instituto Cervantes que ninguna otra institución por el nombre del más célebre escritor español de todos los tiempos.

Para quienes hemos visitado Stratford-upon-Evon, a quienes hemos ido desde Londres en un viaje organizado con el único fin de ver la casa de Shakespeare, nos parece que toda ocasión es propicia para generar difusión cultural, cultura y, por supuesto,  turismo cultural en torno al creador de la novela como género.

Por eso, desde el Partido Socialista, hemos querido estar al pie de las investigaciones desde el primer segundo, aún sabiendo que, como en otros casos, huesos, lo que se dice huesos reconocibles, iba a ser difícil encontrarlos. Pero el empeño valía la pena si servía para que cualquier gobernante de Madrid entienda que Cervantes merece más y mejor trato. Merece más lugar de estudio en la capital y mayor circuito turístico.

También es imprescindible que se entienda que la conexión entre Alcalá de Henares y el Ayuntamiento de Madrid debe ser otra, forzosamente. Y Cervantes no debería ser una  excepción pero sí el nombre de los nombres.

Tras visitar in situ la búsqueda de Cervantes, podemos estar seguros  de que cada día estamos más lejos de poder identificar sus dientes, el arcabuzazo en el pecho o el brazo lisiado. Seguros de que va a ser, con gran probabilidad, un deseo.

Por eso es el momento de plantearse un circuito cultural en torno a Cervantes en serio, en el que se implique el Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad de Madrid, el ministerio de Educación y Cultura –aunque deberían volver a ser dos ministerios– y Exteriores.

Madrid, la ciudad, no puede seguir huérfana de este padre de las letras. Y si, por azar, aparece, ya debe aclararse quién y cómo se van a visitar sus restos porque es hora de decir que la Iglesia no puede ser la administradora de unos huesos que representan un legado cultural de una magnitud que nada tiene que ver con su enterramiento.

Ya es hora de decir que el Arzobisado de Madrid y la iglesia de las Trinitarias han hecho lo que tenían que hacer: permitir la investigación. Pero han impuesto un método más que incómodo al prohibir que salgan restos.

Tiempo de aclarar, por si llegara el caso, que Cervantes (huesos, casa, imprenta) es de todos los españoles.

Así entendemos el patrimonio y por eso, por su importancia, es tiempo de decirlo. Antes de que se produzca un cambio de gobierno, antes de que otros cuestionen algo incuestionable; antes de que la Iglesia se apodere de lo que es de todos.

Hemos sido prudentes pero hora es ya de decir a las claras por qué hemos apoyado y hasta dónde creemos en Cervantes. Porque no todos somos iguales. Aunque entre las brumas de un cementerio pueda confundirse a quienes honran los lutos.

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