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Cultura y educación en azul oscuro casi negro

Carmelo Marcén Albero

6 de julio de 2023 19:49 h

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Las gentes que se ocupan con vocación y devoción a ambos cometidos sociales, que se convierten en experiencias personales fundamentales para entender la vida propia y las ajenas, miran con preocupación el devenir político que las amenaza en España. La llegada a los gobiernos de personajes impositivos, por ahora autonómicos o locales, ya está dando muestras de intransigencias que nos parecían olvidadas. Nos retrotraen a épocas pasadas cuando se cantaba el “Cara al sol” y se celebraba en mayo el mes de las flores a María. Por lo que se ve en todo el mundo, esos sentimientos patrios impuestos no habían desaparecido del todo; más bien estaban ocultos detrás de la pared del bien quedar o parecer. No sucede solamente en España; por casi toda Europa y parte de América, por el mundo entero, pasa algo similar.

Hemos leído o escuchado afirmaciones que afectan a la libertad de construirse cada persona su pensamiento crítico en torno a avatares o sucesos de la vida, mostrados en parte y consolidados en estructuras mentales propias. Parece que algunos nuevos rectores municipales y autonómicos van a ejercer una especie de tutela sobre lo que se debe aprender en la escuela o fuera de ella. Por ahora se ensañan con cosas concretas de cultura creativa pero muestran tendencias graves. Al parecer quieren recuperar “su” sentido recto de la vida, asociado a un rancio tradicionalismo ligado al concepto de Patria unívoca. Todavía no han dicho mucho sobre la derogación de la ley educativa actual pero nos tememos un podado importante, al menos en aquellos contenidos que les molestan tanto y no sabemos por qué. Pongamos como ejemplo el género –algún representante público ha llegado a decir que no existe- o el cambio climático y las Agendas 2030. Ambos se representaron lanzados a aquella papelera gigante que se instaló en Madrid hace unas semanas.

Cultura y educación es la educación ambiental o para la sostenibilidad. Imprescindible por su asiento en la vida y dentro de la escuela, por su tarea en cimentar futuro. Cultura que construye la acción informal o educativa de las administraciones, teniendo al corriente a la ciudadanía de problemas ambientales o de consumo, practicando con el ejemplo del buen cuidado del entorno, de la habitabilidad urbana, abriendo canales de escucha para la renaturalización de las inhóspitas y a veces poco saludables ciudades; atendiendo de forma eficaz a las bolsas de pobreza y hambre, para construir de verdad el sentido de la igualdad.

Mucho nos tememos que estas cuestiones –eminentemente ecosociales como la vida de todos nosotros- desaparezcan de los temarios escolares. Como otros que afectan a la convivencia, la ética, los valores colectivos frente a los deseos personales; al sentido mismo del pensamiento crítico y comprometido. ¡Qué decir del pin parental? Qué sucederá con aquellos proyectos que se están realizando en los centros escolares de ciudadanía global, de aprendizaje servicio, de colaboraciones con escuelas de otros mundos como pueden ser las de los campamentos saharauis o de Centroamérica, de transición hacia la sostenibilidad, de cultura de la paz y la solidaridad, de escuelas verdes, etc.; con esos otros de transformación interdisciplinar.

Azul oscuro es un estado de ánimo en el que ya se encontraba sumida una parte de la educación ecosocial, porque la escuela sigue con demasiados rigores tradicionales como los currículos cerrados. Parece que poco importa que tienda al negro. Puede suceder si se cumplen las previsiones expuestas durante la tramitación de la Lomloe –mejorable en algunos aspectos- por los partidos que se oponían. Otro cambio más sin tener en cuenta que el alumnado y el profesorado construyen educación cuando se encuentran aprendiendo(se) en los mensajes públicos, en las necesidades de la vida, en el contraste de ideas, en los proyectos colectivos, en la colaboración con toda la comunidad educativa. Mucho nos tememos que el profesorado que empezó a experimentar otra forma de ver la escuela migrará de nuevo a pedagogías que soportamos durante demasiadas décadas. Parecido sucederá con la cultura.

Para cambiar a tonalidades positivas me asomo a la conversación que mantuvieron hace poco el filósofo Emilio Lledó y la escritora Irene Vallejo en la Biblioteca Nacional de España. De sus bellas palabras rescataremos aquello de que el diálogo y el pacto son las estrategias en forma de luz que pueden mantener viva la cultura y la educación ecosocial. Urgen alianzas para evitar el negro.

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