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Garrapatas del poder

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Mi marido tenía una frase que podría figurar entre las célebres: “El sillón del poder tiene un supositorio de la estupidez”.

La recuerdo a propósito de los personajes que actualmente nos vienen revelando sin escrúpulos sus verdaderas intenciones, sea por dinero, por el placer de sentirse más allá del bien y del mal, por simple oportunismo, privilegios, etc. Se aferran ese sillón como auténticas garrapatas transmisoras de enfermedades contagiosas que nos ponen en situaciones de peligro e indefensión.

Propongo un repaso superficial al respecto. Podríamos empezar con el dúo dinámico que protagonizan con tanto desparpajo dos ejemplos claros de atropello, mal gusto y narcisismo: Donald Trump y Elon Musk, creadores impetuosos de los peores bulos lanzados en redes, discursos y entrevistas, que no necesitan explicación. La pregunta es por qué, con el aspecto estrafalario que exhiben y su retórica ofensiva a cualquier inteligencia mínima, tienen tantos seguidores. ¿Eh? Yo no tengo respuesta, lo confieso, ya que sólo verlos me ofende.

Pero convengamos que sin salir del mismo país, Biden ya venía sentando cátedra de empecinamiento. No creo que sea una cuestión de edad porque en este siglo vemos con frecuencia personas que superan los 80 años con una lucidez y vitalidad admirables. Pero en el caso de Biden verlo andar, oir su voz, sus traspiés físicos y mentales, daban ganas de ayudarlo como nos ocurre con personas discapacitadas. Pero fue necesario que miembros importantes de su partido, alguien de la familia, y los principales financiadores de campaña, lo guiaran por el camino de la dimisión. Afortunadamente.

Si nos mantenemos en el continente americano, contamos con otros dos personajes inefables: Maduro en Venezuela y Milei en Argentina. Al primero ni su propio apellido ha sido capaz de hacerle ver que ya basta, que está listo para caer de la rama y despachurrarse en el “suelo patrio” como un higo reblandecido. Pero sigue teniendo un círculo de aprovechados que lo sustentan para beneficio propio. Y qué decir de Milei, esa especie de imitador concentrado en versión morena y empequeñecida, del mismísimo Trump. Arropado por una mística creada a su antojo, aplaudido por liberales y ultras, abrazado por líderes de la misma calaña merodeando por distintas latitudes.

¿Y en la culta, civilizada y democrática Europa? Pues resulta que la revolucionaria Francia se encuentra con un muro llamado Macron, que no sólo evita darle las gracias al frente de izquierdas que lo salvó, sino que impasible y pulcramente, se ríe “olímpicamente” en sus caras y pacta con conservadores y ultraderecha. ¿Alguien puede pensar que le importan Francia y su ciudadanía?

Lo mismo pregunto sobre esa inefable señora Von Der Leyen. Ambos habían exigido el cordón rojo para frenar a los ultras y ahora nos quedamos pasmados viendo su tráfico por las avenidas derechas, sin mirar a quienes circulan por la izquierda. ¡Atención Europa, que la mismísima Alemania los tiene apuntando al corazón!

Y todavía nos queda el salvaje Israel con Netanyahu a la cabeza, recreando un holocausto a la oriental y con la complicidad declarada de EEUU y Alemania.

Señoras y señores, es tiempo de destruir los supositorios.

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