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Cuando la intolerancia apunta hacia abajo

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Es curioso el mundo en el que vivimos —o, mejor dicho, en el que sobrevivimos—. No sé si os habéis dado cuenta de cómo, por ejemplo, algunas personas (afortunadamente no todas) que han dejado de fumar se vuelven extremadamente intolerantes con quienes aún lo hacen: no soportan el humo, el olor y critican con dureza una dependencia que ellas han logrado superar.

Esa misma intolerancia se está manifestando también, y de forma cada vez más preocupante, en torno a la inmigración. Veamos algunos ejemplos. Estados Unidos es un país en el que los pueblos indígenas son hoy una minoría y donde la mayor parte de la población desciende de europeos o de personas esclavizadas que esos mismos europeos llevaron allí para explotarlas. Pues bien, ahora gobierna un señor —por no decir otra cosa— elegido democráticamente para perseguir, detener y expulsar inmigrantes, enviándolos a países donde el trato dista mucho de ser humano.

Aquí, en España, y más concretamente en Cataluña, encontramos el caso de Badalona: una ciudad cuya mayoría de población procede de la inmigración interior o es hija de ella, y que ha elegido como alcalde a alguien que proclama abiertamente la necesidad de “limpiar” la ciudad de inmigrantes. Claro, no se refiere a los de ayer, sino a los de hoy: personas que huyen de la pobreza y buscan un futuro mejor. Personas a las que se les niegan permisos de trabajo, viviendas en alquiler o simplemente la oportunidad de vivir con dignidad. Lo mismo que les ocurre a muchos españoles de nacimiento, víctimas también de la especulación y de los precios abusivos de la vivienda.

Pero no: el problema son los inmigrantes. Se difunden bulos —que viven de ayudas, que no quieren trabajar, que solo vienen a delinquir— y, cuando esos mensajes calan en una población mayoritariamente formada por inmigrantes o descendientes de inmigrantes, y se culpa de los males a quienes tienen aún menos, en lugar de señalar a quienes los provocan, algo estamos haciendo muy mal. Y algo han conseguido los poderosos: mantener intactos sus privilegios y sus fortunas mientras los de abajo nos enfrentamos entre nosotros.

PD. Ex-fumador y tolerante.

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