No pasó nada, o sí que pasó…

“Como si el asesino de mi padre me pidiera el dinero de la bala”. “Heredera de un anciano muerto un cinco de abril de 2.020, en una Residencia, sin haber recibido asistencia sanitaria ni hospitalaria”.

Nada que lamentar, ni que revisar, nada doloso que autoevaluar, nada miserable porque dejarse avergonzar, nada que deje de molestar ya a sus señorías incómodas, de tanto querer saber los ganapanes de rigor, aunque fuera escrito, dictaminado y aprobado, con un balance letal, de parte de los y las responsables asegurando que era inevitable, ya que de todas todas “irían a morir”, como para que ahora no quieran detenerse en el modo en que dejaron morir, al menos a 7.291 ancianos/as, usuarios/as de Residencias “públicas”, porque quienes tuvieron seguro privado sí dispusieron de otra consideración, con posibilidad de ser derivados a instancias hospitalarias.

Claro que si se tiene la convicción de que “no pasó nada” censurable, no es de extrañar que se molesten los y las responsables de ser requeridos para que den mayores explicaciones, muestren las actas y, al menos, muestren asimismo el pesar por el desenlace inevitable o no, pero mortífero en cualquier caso, con demasiado “viejos y viejas” dejadas morir, a solas, desesperadamente condenadas a afrontar su último trance en condiciones, literalmente, inhumanas, sin mayores explicaciones para entender tal medida inmisericorde.

Y, a más, a más, tras cuatro años de altivo silencio, ahora que han comenzado a recibir las familias de esas víctimas…, víctimas pobres y abandonadas a su infausta suerte, cartas postales y certificadas, procedentes del organismo oficial correspondiente reclamando “las últimas mensualidades”, tal vez solo la última, la de la defunción del usuario/a, a razón de, por ejemplo, entre 674 euros y 901 euros… según, a reingresar a las arcas de la Comunidad.

Porque si entienden “que no pasó nada censurable”, pues entonces, con cuajo e impasibilidad, pues entonces se entenderá o, más bien, seguirá horrorizando, que exijan lo que exigen por vía burocrática, tan fríamente, y que será así que habrán de haber decidido cobrar la mensualidad pendiente, por ejemplo, a la familia, atribuyendo la tardanza a que “ha costado mucho encontrar a los herederos de los muertos y muertas”, de nuevo ganapanes del rodillo oficial. ¿Espeluznante? Seguramente, en medio de la frivolidad de un mundo implacable donde solo vale quien tiene… ¡cash!, y solo vale la indiferencia del… carroñero/a.