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El pacto secreto Haavara entre el Sionismo y la Alemania nazi (1933-1941)
La historia de la humanidad tienes esos matices y aparentes contradicciones que muchas veces pueden desorientarnos y hacernos mirar la realidad desde un punto de vista bien diferente o, al menos, ligeramente diferente, a las versiones oficiales, dependiendo sólo de la perspectiva de quien nos la cuente. Por eso quisiera tocar hoy un hueco de la historia que bien podría resultarles paradójico sólo si partimos de los clásicos tópicos al uso, ese edulcorado ambiente bajo la influencia del Hollywood simplón y simplificador.
Que el sionismo pactó en sus inicios con la Alemania de Hitler parece, por mucho que sorprenda esta información o se haya ocultado, sobradamente demostrado. Otra cosa es que podamos interpretarlo desde la perspectiva interesada que a cada quien le convenga, así como justificarlo (el ser humano justifica cualquier cosa).
La cuestión fue tratada en algunas publicaciones de hace casi medio siglo. El expresidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abás (o Abu Mazen) se doctoró en 1982 en la Universidad Patrice Lumumbe de Moscú con una tesis, luego convertida en libro, cuyo titulo habla por sí solo: “El otro lado: la relación secreta entre el nazismo y el sionismo”. Para quien piense que se trata de una fuente demasiado tendenciosa puede consultar otros argumentos, incluso anteriores y bien razonados, en el interesante artículo de Klaus Polkhen en 1976 en Journal of Palestine Studies titulado justamente “The Secret Contacts: Zionism and Nazi Germany, 1933-1941”. Sin embargo, tanto estas como otras publicaciones de sector no han trascendido a la actualidad por motivos interesados evidentes. Me gustaría aludir a algunas consideraciones entresacadas de estas y algunas otras fuentes bien autorizadas.
En síntesis podemos asegurar que en 1933, por mediación del Banco Anglo-Palestino, con sedes en la Alemania nazi, se llegó a un pacto secreto llamado Haavara (cuya traducción del hebreo sería algo así como “acuerdo de transferencia”) que favorecería tanto a la causa sionista como al Tercer Reich, por el cual muchos judíos alemanes consiguieron el derecho de no ser deportados a campos de concentración y sí ser trasferidos a Palestina, a cambio de colaborar y favorecer a las autoridades hitlerianas. Ese pacto contó tanto con el beneplácito de las autoridades hitlerianas como de la Agencia Judía para Israel. El acuerdo incluía grandes trasferencias (de donde la denominación), no sólo de capital humano, sino también material, a Israel para organizar la resistencia sionista y la futura implantación y emancipación de un posible estado israelí, si bien esta última opción no fuera muy del agrado de Hitler, quien la trató como “mal menor”.
Así, entre 1933 y 1939 se transfirieron a Palestina unos 60.000 judíos alemanes que llevaron consigo un capital equivalente a más de dos mil millones de dólares actuales entre mercancías, oro y efectivo. A cambio, los beneficios para la Alemania nazi consistieron en que los sionistas intermediaran para favorecer un alivio del boicot económico que muchos judíos americanos empezaban a aplicar contra la Alemania de Hitler, cuestión esta analizada por el historiador estadounidense Lenni Brenner. Además, el acuerdo incluía que los líderes del movimiento sionista pudieran desempeñar encargos importantes en los Judenrat (los comités de decisiones regionales) para poder concluir qué judíos debían ser deportados a los campos de concentración y cuáles se acogerían al Haavara.
Por si fuera poco, el acuerdo comprendía otros muchos puntos, como la organización por parte de las “Sturmabteilung” o “fuerzas de asalto hitlerianas” (las temibles SA o “camisas pardas”) de diferentes convenciones para entrenar fuerzas de asalto entre las juventudes sionistas y prepararlas para luchar contra las fuerzas británicas en Palestina. Hasta tal punto se identificaron unas fuerzas con otras que los judíos que llegaban a la Palestina británica lo hacían bajo bandera alemana del Tercer Reich con la esvástica.
Por todo ello, quien en la actualidad, como mi buen amigo Fernando, quiera seguir dudando de las vinculaciones del sionismo y de su desarrollo y postulados con el nazismo, al menos se encontrarán con otro escollo a sus razonamientos y tendrán que desdecirme con fuentes al menos tan autorizadas como las mías, lo cual, como preconiza todo avance del pensamiento que no se quede en declaraciones meramente viscerales, puede ser una cuestión más que estimulante.
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