El sexo y otras controversias

Las derechas, en nuestro país, arguyen, a la mínima ocasión que “la igualdad” acendrada para las mujeres, y tal y tal, conducen al aniquilamiento de los derechos de los hombres, que según estas obtusas mentes se ven atropellados, especialmente debido a las falsas denuncias de maltratos que ponen algunas “malignas” mujeres contra tanto “bendito” hombre.

Aunque resulte que los datos oficiales apenas hayan constatado un 0,0084% de denuncias falsas de mujeres hacia los hombres. Cuánta barbaridad, cuánta impostura, cuánta autodefensa hipócrita e insolvente.

En Madrid, hasta hace nada, los casos de hombres infectados por enfermedades venéreas apenas ascendían la cincuentena, según datos del hospital de La Paz. En el pasado año ya se han contabilizado 500 casos atendidos en ese mismo hospital. Además se ha comprobado, por confesiones propias de los afectados, que el 60% recurrieron a sustancias químicas para asegurar la potencia y la duración de sus relaciones sexuales.

Y visto lo visto, enseguida se recurre al efecto nocivo de la pornografía, puesta al servicio facilón de quienes, adolescentes, pueden y quieren acudir a su visión, cargando la culpa en el alivio puesto tan cerca de los jovencitos.

A la misma vez que se niega desde la carcundia retrógrada cualquier posibilidad de educación sexual en las aulas. ¡Vade Satanás! Aunque resulte, paralelamente, que, registrados con sus licencias en orden y al día, estén funcionando con toda normalidad más de 1.600 puticlubs a lo largo y ancho de nuestra geografía patria. Y muchos de ellos dentro de los propios cascos urbanos

Y entretanto la prostitución como explotación de seres humanos, en este caso, mayoritariamente mujeres pasa sin ahogos, a la vista de todo el mundo, como si fuera muy llevadera por una sociedad, de la que, al menos la mitad vive absorbida por “las braguetas” de los demás, señalando quienes llevan “sus cosas”, con el decoro y la intimidad perfectamente aprobados.

Mientras se ríe el personal viendo comedias donde un cómico hace recuento, casi cotidiano, de las “mujeres que se ha empotrado”, y ya va por miles. Y a todos y a todas hace gracia que “se empotre” a las mujeres, al cabo es una manera de hablar, parecida a aquella que aseguraba que “el marido pegaba lo normal a su mujer”.

Y si hay que tomarse un chute para quedar como un hombrón se toma, y se empalma uno con el consentimiento abyecto de los y las centinelas de la moral.

Y las putas a sus polígonos, a su invisibilidad, a su exterminio poco a poco, mientras los puteros levantan cabeza echando en cara “las violaciones cargadas a violadores” en nombre de cualquier política sobre la igualdad que tanto haya podido escocer a los puteros emboscados, es decir a… ti, y a ti, y a ese otro también, y al de más allá, y a la periodista de turno y de fama, y al político podrido de alma y de vísceras asomando la hez, y al comentarista de alto pedigrí babeando por cada “violador a la calle”… mientras se frotan las manos porque puede que cuelen el mensaje de la impunidad llegada del pasado heteropatriarcal… por la gracia de sus obsesiones emponzoñados de nula humanidad.

Mientras se calcula que anualmente, en nuestro sacrosanto país, más de 375.000 mujeres sufren maltrato, físico, psicológico, machista.