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El último acto
Existen partidos políticos cuya gestión ha estado marcada por graves incidentes y cuestionamientos éticos. Algunos incurren en prácticas de corrupción y además afrontan acusaciones relacionadas tanto con la integridad de las personas como con la legalidad de sus acciones. También hay quienes realizan negociaciones controvertidas, condicionando la representación de la voluntad popular que ostentan a obtener beneficios personales o evitar repercusiones legales. En definitiva, el panorama político a menudo se convierte en una competencia por atraer apoyo, sin priorizar necesariamente la calidad de las propuestas ni el perfil de quienes las representan. Todo se reduce a ver quién oferta la entrada más barata para llenar el patio de butacas sin importar la calidad de la obra ni el perfil de los actores.
Cada compañía cierra filas alrededor de sus patrocinadores y de esta manera el PP justifica en unos casos o minimiza en otros a los responsables de los muertos,7291, de Madrid en pandemia o la tragedia civil y humana de la Dana en Valencia, 229 fallecidos, o hace oídos sordos a la corrupción sistémica de su elenco. Por no incidir en las mentiras sobre el accidente del YaK-42, 62 muertos o sobre la tragedia del 11M, 192 muertos en Madrid. Entre tanto en las filas del PSOE andan zurciendo los rotos de las actividades corruptas de algunos personajes secundarios que secundaron actuaciones estelares de primeras figuras.
Junts per Catalunya muestra su descontento porque el guion ofertado en inicio ha sufrido modificaciones que afectan al lucimiento de su actor principal y amenazan con una huelga y borrarse de los títulos de presentación de la obra, aunque no renuncian seguir cobrando los pluses por asistencia. El rufián de Esquerra, versión catalana de D. Quijote, intenta hacernos ver que lo que viene si son gigantes que intentan destruir el sistema público, apagar los molinos de viento de la democracia.
Podemos, Sumar, IU, la izquierda de la izquierda anda atareada con el vestuario, el atrezo y el reparto de entradas preferentes entre su público, mientras ese público cada vez pide menos “bises” y hace más “mutis por el foro” Mientras PNV, BILDU O BNG andan más preocupados por la música que por la letra.
Mientras todo esto ocurre la democracia va adquiriendo características que la asemejan a un holograma, activado según determinados intereses. Ejemplo de ello son el genocidio en Gaza, el conflicto en Ucrania o las recientes maniobras políticas y militares en el Caribe por parte de la administración Trump, así como las acciones desestabilizadoras de Rusia respecto a la OTAN y las demostraciones de fuerza militar de China, Corea del Norte y Pakistán e incluso Japón. Todos con las pistolas al cinto y las urnas en la recámara.
Poco a poco todos los escenarios van echando el telón, la democracia cada vez cuenta con menos actores para desarrollarse y el público se vuelve indolente ante la mediocridad de las carteleras que se ofertan.
Da igual en que país se celebre la gala de entrega de premios, los nominados caminaran sobre alfombras rojas cada vez más deslucidas. Quedarán desiertos los premios a la transparencia, la honestidad, la integridad o la honorabilidad y se luchara encarnizadamente por obtener algún galardón que premie el pelotazo, la desinformación y la mentira. El premio de la crítica estará tan manipulado que terminará por desaparecer, mientras el premio que otorga el público será el epílogo de un desencuentro anunciado, el último acto, el último intento para cuadrar un marco democrático complejo.