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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

¿Qué une y qué separa a Podemos y Ciudadanos?

La entrevista de Jordi Évole a Pablo Iglesias y Albert Rivera el domingo pasado puso en evidencia algunas similitudes y diferencias entre los dos partidos que lideran. ¿Pero qué ocurre con sus votantes? Como explicaré en los siguientes párrafos, lo que une a los nuevos partidos es más perecedero que lo que les separa. A Podemos y Ciudadanos les vincula un origen común porque su irrupción en la competición electoral es el resultado de una crisis de representación política, y ello se refleja en la juventud y en las expectativas de cambio de sus electorados. Sin embargo, es posible que los rasgos comunes de sus votantes acaben desapareciendo, bien porque la crisis de representación política quede atrás y mengüen la indignación y las ganas de cambio; o bien porque consigan una mayor penetración en los electorados de sus principales competidores. El resultado será el mismo: los votantes de uno y otro partido dejarán de parecerse en los rasgos que hoy les vinculan y sus mayores o menores diferencias se explicarán de acuerdo con las divisiones clásicas - como la ideología o las condiciones socioeconómicas – que, como luego veremos, ya han comenzado a cristalizar.

Empecemos por aquello que distingue claramente a los nuevos partidos de los partidos tradicionales: la edad de sus votantes. Hemos comentado a menudo en estas páginas que la fragmentación del sistema de partidos en España se asienta sobre una división generacional: los jóvenes prefieren a los nuevos partidos y apuestan en mayor medida por los gobiernos de coalición. En cambio, los votantes mayores optan por las formaciones tradicionales (PP y PSOE fundamentalmente) y prefieren lo conocido a lo novedoso: es decir, les gustaría que el próximo gobierno fuera de un solo partido (y no una coalición).

Los primeros en movilizarse por nuevas formaciones suelen ser los votantes más informados e interesados en política, y por eso los votantes de Podemos y Ciudadanos están más formados que el votante medio. Además, se concentran en zonas urbanas y están más preocupados por la corrupción y por la clase política que los electores del resto de formaciones. En su perfil se refleja su condición de votantes en busca de un cambio político. Cuando se les pregunta por qué han decidido apoyar a ese partido, la razón que más arguyen es “por necesidad de cambio, de otras alternativas” (ver gráfico 1), algo que no ocurre en la misma medida entre los votantes del PP y el PSOE. Estas coincidencias reflejan el origen común de los nuevos partidos: la crisis de representación que eclosionó con el movimiento 15M y un problema de oferta política en las formaciones tradicionales que los nuevos partidos han sabido cubrir.

Gráfico 1. Motivos para votar a un partido entre los que declaran intención de voto

Fuente: CIS Julio 2015

Sin embargo, aunque de perfil aparentemente similar (jóvenes, formados, urbanos), los electores de los nuevos partidos son distintos. En primer lugar, en sus condiciones socioeconómicas, que son algo más favorables para los electores de Ciudadanos. El partido de Albert Rivera no sólo atrae a un número menor de votantes en paro, sino que los que trabajan se encuentran en una situación más segura, con menos incertidumbre sobre el futuro. Por ejemplo, mientras un 52% de los votantes de Ciudadanos cree “Nada” probable perder el trabajo en los próximos doce meses, entre los votantes de Podemos el porcentaje desciende a un 41% (un porcentaje que se corresponde con el de los votantes del resto de partidos, según barómetro del CIS de julio 2015). Lo mismo ocurre si tenemos en cuenta la situación económica personal: un 16% de los votantes de Ciudadanos dicen que es “Mala o Muy Mala”, frente a un 27% en el caso de los electores de Podemos (y un 20% en el caso del resto de partidos, ver gráfico 2).

Gráfico 2. Situación económica personal según intención de voto

Fuente: CIS Julio 2015

En segundo lugar, los espacios ideológicos de uno y otro partido parecen haberse asentado: Podemos a la izquierda del PSOE y Ciudadanos a la izquierda del Partido Popular (y equidistante entre PSOE y PP). La cristalización de la ideología de cada partido se refleja en dos aspectos: por un lado, en la ideología media de sus votantes y su correspondencia con la ideología media que le atribuyen los ciudadanos (menor en el caso de Podemos, que es considerado en promedio un partido más radical que Izquierda Unida aunque sus votantes tengan una posición más moderada, ver gráfico 3). Por otro lado, las coaliciones que los votantes apoyan son coherentes con esa distribución ideológica. Hay pocos ciudadanos que quieran gobiernos con partidos distantes (no contiguos) en el eje ideológico: solo un 1.8% apuesta por una combinación de PP y Podemos y un 6.3% por la combinación de PSOE y PP ( ver gráfico 4)[1].

Gráfico 3. Ideología media del votante de cada partido (según intención de voto) e ideología atribuida por votantes

Fuente: CIS Julio 2015

Gráfico 4. Preferencias por tipo de gobierno

Fuente: CIS Julio 2015

En definitiva, los nuevos partidos tienen un origen común - la crisis de representación política - y por ello sus votantes se parecen en edad, preocupaciones y aspiraciones. Sin embargo, es poco probable que esos vínculos sobrevivan al paso del tiempo y a la normalización de la competición política en un entorno más fragmentado. Los nuevos partidos se están asentando en espacios ideológicos claramente diferenciados y en ese proceso es muy probable que se debiliten las características que han unido a sus electorados hasta el momento.

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[1] La cristalización de la posición ideológica de cada partido también se refleja en qué coaliciones prefieren sus votantes: los de Podemos favorecen mayoritariamente su alianza con el PSOE, mientras que los socialistas se dividen entre Podemos y Ciudadanos, con cierto sesgo a favor del primero. Asimismo, los electores de Ciudadanos se dividen en igual medida entre el pacto a uno y otro lado de su espacio político (PSOE o PP), datos del barómetro del CIS de julio de 2015.

La entrevista de Jordi Évole a Pablo Iglesias y Albert Rivera el domingo pasado puso en evidencia algunas similitudes y diferencias entre los dos partidos que lideran. ¿Pero qué ocurre con sus votantes? Como explicaré en los siguientes párrafos, lo que une a los nuevos partidos es más perecedero que lo que les separa. A Podemos y Ciudadanos les vincula un origen común porque su irrupción en la competición electoral es el resultado de una crisis de representación política, y ello se refleja en la juventud y en las expectativas de cambio de sus electorados. Sin embargo, es posible que los rasgos comunes de sus votantes acaben desapareciendo, bien porque la crisis de representación política quede atrás y mengüen la indignación y las ganas de cambio; o bien porque consigan una mayor penetración en los electorados de sus principales competidores. El resultado será el mismo: los votantes de uno y otro partido dejarán de parecerse en los rasgos que hoy les vinculan y sus mayores o menores diferencias se explicarán de acuerdo con las divisiones clásicas - como la ideología o las condiciones socioeconómicas – que, como luego veremos, ya han comenzado a cristalizar.

Empecemos por aquello que distingue claramente a los nuevos partidos de los partidos tradicionales: la edad de sus votantes. Hemos comentado a menudo en estas páginas que la fragmentación del sistema de partidos en España se asienta sobre una división generacional: los jóvenes prefieren a los nuevos partidos y apuestan en mayor medida por los gobiernos de coalición. En cambio, los votantes mayores optan por las formaciones tradicionales (PP y PSOE fundamentalmente) y prefieren lo conocido a lo novedoso: es decir, les gustaría que el próximo gobierno fuera de un solo partido (y no una coalición).