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CRÓNICA

13, Rue del Percebe del PP, un edificio con más cadáveres de los que el partido puede digerir

Una pancarta con la cara de Casado en la sede del PP en Génova, 13 en 2019.
16 de febrero de 2021 22:26 h

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Un hombre de 37 años con antecedentes por problemas mentales marcó el camino al Partido Popular en 2014. El 19 de diciembre de ese año, cargó dos bombonas de butano y un rudimentario artefacto inflamable en el maletero de su coche y lo condujo a gran velocidad por la calle Génova de Madrid hasta empotrarlo en la entrada de la sede nacional del PP hacia las 7.15 de la mañana. El vehículo penetró varios metros en el edificio y sólo causó daños materiales. Es una lástima que no le hicieran caso. Es lo que suele pasar con las personas que se adelantan a su tiempo.

Seis años después, Pablo Casado ha entendido por fin el mensaje difícil de descifrar que trasladó ese hombre. El PP buscará otra sede con el fin de abandonar un edificio encantado por los espectros de un pasado reciente. Por los pasillos de Génova, 13 circulaba el fantasma de Mariano Rajoy destruyendo en una máquina trituradora de papel una copia de las pruebas que demostraban el pago de sobresueldos a dirigentes del partido. El ruido era insoportable.

Algunos creían ver unas sombras furtivas que podían ser o no las de los policías que registraron la sede en 2013 buscando pruebas de corrupción por orden de un juez de la Audiencia Nacional. Pasaron catorce horas husmeando en despachos que lo habían visto todo. ¿Otra vez están aquí?, se preguntaban algunos con un escalofrío por todo su cuerpo.

“Forget it, Jake. It's Chinatown”, le dice su compañero a Jack Nicholson en el final de la película de Roman Polanski. “Olvídalo, Pablo, es Génova, 13”, deberían decir ahora a un Casado hundido por el desastre en las elecciones catalanas, mientras lo llevan por la calle para ver si le levanta el ánimo contemplar la bandera española gigante de la cercana plaza Colón. Ya no es suficiente con poner otra bandera en el balcón del despacho, eso que le motivaba tanto antes.

Volar el edificio por los aires hubiera sido una solución quirúrgica catártica, pero económicamente no muy sabia. El PP se trasladó allí en un momento de euforia, un año después de que Alianza Popular, al frente de una coalición de partidos, obtuviera 5,5 millones de votos y 107 diputados para convertir a Manuel Fraga en líder de la oposición.

A partir de entonces, el PP vivió de alquiler. En 2006, Mariano Rajoy, entusiasmado con tantas donaciones de empresarios, decidió comprar todo el edificio a la aseguradora Mapfre por 46 millones. A finales de 2019, aún quedaban por pagar 12,8 millones por el crédito que se recibió para financiar la compra.

En términos de hechos noticiosos, Génova, 13 ha superado todas las expectativas de un autor de novela negra. Ahí estaba la caja fuerte controlada sucesivamente por Rosendo Naseiro, Álvaro Lapuerta y Luis Bárcenas que se llenaba con donaciones fuera de la ley y de la que salió el dinero en sobres con los que se pagaba el sobresueldo a los dirigentes. En sus ordenadores, Bárcenas guardaba las pruebas de esos chanchullos hasta que alguien decidió borrar los discos duros, no fuera que las pruebas salieran a la luz.

Por allí, pasaban Correa y otros protagonistas de la Gürtel para sus negocios. Alguno recibió tanto que acabó comprándose un Jaguar, el mismo coche en el que Ana Mato nunca se fijó en el garaje. Allí se reunió Cospedal con el comisario Villarejo para recibir información privilegiada sobre cómo iba la investigación de la Gürtel. “No hay nadie ahora. Esta planta está en obras y aquí no hay nadie”, le dijo Cospedal con la intención de asegurarle de que nadie se iba a enterar de unos contactos facilitados por su marido, que estaba presente en el encuentro en calidad de su marido.

Fue en Génova, 13 donde Rajoy exigió la presencia de toda la cúpula del PP en un espectáculo multitudinario con el que pretendía sostener que Gürtel era una pura invención montada por el malvado Rubalcaba para desacreditar al partido. También allí compareció el entonces presidente en su famoso discurso del plasma en los días en que huía de los periodistas como si fueran virus infecciosos. En su sala de prensa, Cospedal inventó el concepto de “indemnización en diferido” en el minuto y cincuenta segundos más gloriosos que ha dado la comunicación política en España desde que Adolfo Suárez presentó su dimisión sin contar por qué se veía obligado a presentar la dimisión.

Y en la planta que ocupa la dirección del PP de Madrid, ocurrieron tantas cosas que la justicia aún no ha sido capaz de procesarlas por completo, aunque sí las suficientes como para que Ignacio González y Francisco Granados pasaran por prisión y Esperanza Aguirre tuviera que dimitir con lágrimas en los ojos que hubieran emocionado al cocodrilo más escéptico. Cuando se celebre el juicio del caso Púnica, la leyenda de Génova, 13 volverá a crecer.

El edificio es en sí mismo una prueba de cargo contra el PP. Su reforma se pagó con centenares de miles de euros de dinero negro, fondos que obviamente no se habían conseguido de manera legal. Después de afirmar que “ese PP ya no existe”, Casado volvía a su despacho en el mismo inmueble en que se habían cometido todas esas fechorías.

Génova, 13 era el mejor homenaje que la política ha hecho a '13, Rue del Percebe', la historieta del gran Francisco Ibáñez sobre un edificio de ocupantes a cual menos presentable. Una tienda de ultramarinos que engaña a los clientes con el peso, un truhán que no paga sus deudas y que tiene una larga fila de acreedores ante la puerta, un ascensor que nunca funciona, una pensión de calidad cuestionable, un científico loco, un ladrón que nunca roba nada que tenga valor, unos niños que más que traviesos son unos vándalos con pantalón corto.

Las viñetas de Ibáñez eran un recordatorio permanente de lo cómicamente cutre que podía llegar a ser la España de los años sesenta. Génova, 13 es sin duda el emblema de la corrupción del Partido Popular desde antes de que se llamara Partido Popular y que le ha permitido comparecer a todas las elecciones con una prima de votos favorecida por sus ingresos secretos.

En su locura, el hombre que estrelló el coche contra su fachada era un visionario.

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