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Juana Molina, la música como “la mejor de las drogas”

Juana Molina, la música como "la mejor de las drogas"

EFE

Madrid —

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La compositora argentina Juana Molina se declara enemiga de los lugares comunes y de la razón como guía del arte en favor de una creación intuitiva. De ello da pruebas en su último y aclamado álbum, que presenta en España bajo su principal postulado: la música como trance, como “la mejor de las drogas”.

Tras su paso esta semana por el Teatro Lara de Madrid, la veterana artista actúa esta noche en Zaragoza (sala Oasis) y mañana en Granada con su sexto disco de estudio, “Wed 21”, quizás el de mayor éxito tras haber dado con sus canciones más “accesibles” y depuradas.

“Se cortó la luz en casa y rápidamente puse al proyecto la fecha de ese día como título -miércoles 21 de noviembre de 2012- para asegurarme de que no se borrara”, explica Molina (Buenos Aires, 1961) en una entrevista con Efe sobre el origen de ese nombre tan difuso.

Se acomoda bien al pensamiento musical de Molina, que tiende a rehuir las letras en sus composiciones para no despertar al oyente del trance en el que debe imbuirle la música.

“La palabra adecuada acompaña y sugiere, pero el lenguaje universal es tan enorme que un término equivocado te despierta”, defiende.

Para ella, el trance es el estado más placentero en que puede sumir la música, como le sucedía a ella de adolescente con los artistas que escuchaba, transportáandose “a un mundo completamente abstracto, en un viaje muy profundo y placentero, como la mejor de las drogas”, dice.

Su forma de componer tiene también algo de hipnótico, de escritura automática. Afirma, poco menos, que son los instrumentos los que le indican por dónde debe fluir una pieza, descartando siempre cualquier indicio racional.

“Cuando aparece la razón, lo descarto porque seguido aparece el concepto que yo detesto, pues lo considero contrario a lo creativo”, cuenta Molina, que descarta también tener algo que ver con el entorno como fuente de inspiración.

Para analizar “Wed 21”, por tanto, lo mejor es hablar de sensaciones. “Hay algo de erótico en la canción que le da título”, dice.

Su nuevo disco sucede a “Un día” (2008) y con él quiso “salir del lugar onírico y de confort” donde se sentía segura.

“Con este disco no quise hacer nada que ya hubiese hecho”, asegura. Tal es su obsesión por “marcar” su propio territorio, donde ella dicta las normas, que decide también borrar la expresión “zona de confort” por considerarla un “lugar común”.

Juana Molina, hija de un exitoso cantante y compositor de tango y de una actriz, es una artista singular que creció escuchando emisiones de radio de músicas del mundo en París, donde se refugió su familia durante la dictadura argentina.

Aquellos sonidos exóticos, recopilados en cintas, se perdieron a su regreso a Argentina y así inició una forma de aproximación a la música basada en el recuerdo y la intuición.

Después de fraguarse gran fama como actriz cómica de televisión, decidió dejarlo todo en pos de su carrera discográfica, que arrancó con “Rara” (1996), un álbum producido por Gustavo Santaolalla que muchos consideraron un capricho musical.

En 2000 fraguó el que considera su mejor álbum, “Segundo”, publicado en 2003 por Domino Records, asentando sus bases artísticas, que algunos críticos dieron en definir como “clara hija de 'Kid A' de Radiohead”, pese al anacronismo.

Comparada con Björk y Portishead, “quizás porque las tres cantantes tenemos nuestra propia manera de hacer las cosas”, apunta, fue ganando público y aceptación hasta ganarse una posición de privilegio.

A España llega ahora para presentar “Wed 21” con formato de trío (guitarra eléctrica, teclados y batería) y el próximo sábado recalará en el Bizkaia International Music Experience (BIME) de Bilbao.

Post-punk, folk... No le importan mucho las etiquetas. “Mientras no me pongan 'easy listening', está todo bien”, dice en broma.

Por Javier Herrero.

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