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El TS confirma las condenas de un clan rumano que marcaba con códigos de barras a mujeres de su red de prostitución

EUROPA PRESS

MADRID —

El Tribunal Supremo ha confirmado la condena a 44 años de prisión para Iulian Tudorache, capo de un clan rumano que obligaba a mujeres, algunas de ellas menores, a practicar la prostitución y a entregarles las ganancias obtenidas. El clan mantenía a las mujeres esclavizadas y llegaba incluso a tatuarles códigos de barras o el alias del capo, 'Nelutu', en las muñecas, junto a la deuda contraída con la organización.

El alto tribunal ha ratificado también las penas impuestas por la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Madrid a otros 13 miembros del grupo, de entre 1 y 31 años por la comisión de delitos de trata de seres humanos con fines de explotación sexual, falsedad en documento oficial, prostitución coactiva, detención ilegal y lesiones. Entre ellos se encuentra la esposa de Tudorache, Gigica Pandele, su hija y otros familiares.

Las mujeres ejercían la prostitución en el polígono Marconi de Madrid aunque el grupo captaba, transportaba y explotaba coactivamente a otras chicas, en la calle Montera de la capital y en diversos clubes de la Comunidad.

La resolución refleja que los miembros del grupo vigilaban y controlaban a las mujeres, a las que también denominaban 'maletas', 'bultos' o 'bicicletas', y se repartían la zona por sectores donde las distribuían y prohibían que otras ejercieran en ese lugar.

Las mujeres realizaban los servicios de prostitución en diferentes pisos de la zona que los propios proxenetas alquilaban en las inmediaciones de la calle Montera y que denominaban 'tonas'. Los miembros de la red controlaban a las mujeres incluso en el interior de los pisos, mientras efectuaban los servicios, para retirarles inmediatamente el dinero que recaudaban.

ATADA A UN RADIADOR SIN COMIDA

Además, el capo mantuvo secuestrada a una joven de 19 años que intentó escapar del control de la organización, atada con cadenas a un radiador y sin comida. La joven, retenida en un piso de Valdemoro y presentaba múltiples lesiones de diversa consideración fruto de los golpes y latigazos a los que había sido sometida.

Era una de las chicas que tenía tatuado un código de barras en su muñeca con la deuda contraída con el clan, como señal de identidad y certificado de 'propiedad', y le habían rasurado las cejas y el pelo de la cabeza. “Además, le pulverizó harina en el rostro con un secador de pelo mientras se reía”, indica la sentencia.

El Supremo ha tenido en cuenta el peso de las declaraciones efectuadas por esta mujer, testigo protegida, y por otras en su misma situación, corroboradas --apunta-- por los informes médicos. Destaca el “espeluznante comportamiento” de Tudorache y su “complacencia en el sufrimiento de sus víctimas”. Añade que pretendía causas “el máximo dolor” a las mujeres bajo su control.

En los registros se intervinieron armas de fuego ilegales, con su munición; armas simuladas; numerosas armas blancas --como sables y machetes--; unos 140.000 euros, más de la mitad oculto en un doble techo de la casa de uno de los cabecilla; gran cantidad de joyas de oro; cinco vehículos, tres de ellos de lujo; así como numeroso material electrónico de última generación.

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