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El Teatro Colón, el emblema cultural argentino para agasajar a los líderes del G20

El Teatro Colón, el emblema cultural argentino para agasajar a los líderes del G20

EFE

Buenos Aires —

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En una agenda repleta de reuniones, pactos, apretones de manos y tensión, los líderes mundiales que llegan esta semana a Buenos Aires para participar en la cumbre del G20 contarán con un pequeño descanso el viernes para disfrutar del Teatro Colón, uno de los emblemas culturales de Argentina.

El icónico edificio, uno de los símbolos de Buenos Aires desde hace 110 años, acogerá a los mandatarios de las veinte mayores economías desarrolladas y en desarrollo del mundo para ofrecerles un espectáculo que mostrará “distintas expresiones artísticas” del país.

El TeatroColón, situado en la avenida 9 de Julio, principal vía de Buenos Aires, exhibirá su característica arquitectura y su acústica única para agasajar a los invitados internacionales y sus parejas y ofrecer la mejor imagen de Argentina de cara al exterior.

El espacio fue recientemente reconocido como el mejor teatro lírico por la web italiana de turismo Travel365, por delante de la Scala de Milán y el Teatro Massimo de Palermo.

Entre sus paredes se han escuchado las voces de cantantes como Plácido Domingo, Luciano Pavarotti, Enrico Caruso y Claudia Muzio y han actuado bailarines de la talla de Mijaíl Barishnikov, Vaslav Nijinski, Margot Fonteyn y Maia Plisetskaia.

El año pasado, los medios argentinos se hicieron eco de las palabras del alemán Jonas Kaufmann en una entrevista en el canal de televisión France 2 cuando le preguntaron por el lugar “más mágico” en el que puede cantar un tenor.

“El teatro tal vez más fascinante del mundo, pero sobre todo con la acústica ideal del mundo, es el Teatro Colón de Buenos Aires. Es verdaderamente increíble, tiene una acústica soñada. Quieres tomarla y llevártela contigo”, respondió Kaufmann para sorpresa del presentador.

Gustavo Basso, encargado del proyecto de restauración del Teatro Colón (2006-2010) a nivel acústico junto a Rafael Sánchez Quintana, explicó a Efe los secretos de su sonido “ideal”.

“Como teatro de ópera, tiene que tener características muy difíciles de lograr simultáneamente. Por un lado, que se entienda la palabra. Por otro lado, tiene que haber cierta calidad musical para los instrumentos de artistas. En general, estas dos cosas no van juntas”, dijo Basso.

El Colón no solo cumple con ambos requisitos, sino que también compite en igualdad de condiciones con las mejores salas en música sinfónica del mundo, a pesar de que esta no es su función original.

Además, cuenta con la particularidad de que el tipo de sonido es diferente en las distintas localizaciones de la sala.

El especialista en acústica comentó que esto, lejos de ser una desventaja, es una ventaja, ya que así el público puede elegir qué tipo de sonido les gusta más, si uno más claro o uno más envolvente.

Sin embargo, la sensación que se consigue en el Teatro Colón, lejos de haber sido estudiada minuciosamente desde su inicio, se logró más bien por fortuna.

Basso indicó que el arquitecto original del proyecto, Francesco Tamburini, confesó en un libro que no sabía nada de acústica ni sabía qué hacer con el teatro para que sonase bien.

“Lo que hizo Tamburini fue copiar otros modelos y tuvo suerte que copió muy bien”, resumió el experto.

Tras más de cien años de actuaciones, el Colón ya cuenta con su propia “familia” de artistas, entre los que se encuentra la directora de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, Margarita Fernández, y el director invitado de la Orquesta Nacional de Música Argentina, Carlos Vieu.

Fernández afirmó que, con la visita, “Argentina va a regalar al G20 parte de su patrimonio cultural”, mientras que Vieu destacó su acústica perfecta y su “belleza estética increíble”.

A pesar de las alabanzas a su arquitectura, la construcción del Colón estuvo plagada de infortunios desde su mismo comienzo, en 1889, ya que el italiano Francesco Tamburini, murió a los dos años de iniciar el trabajo.

Su socio, el arquitecto Víctor Meano, aceptó continuar con el proyecto, pero en 1894 las obras se estancaron por cuestiones financieras, lo cual impidió a Meana finalizar el teatro antes de su muerte, en 1904.

Después de los dos italianos, le llegó el turno al belga Jules Dormal, que introdujo algunas modificaciones estructurales respecto a sus predecesores y dejó impreso su sello en el estilo francés de la decoración del Colón, que finalmente se inauguró en 1908, dieciséis años después de lo previsto, pero con un resultado que quedó para la historia.

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