El director de cine Miguel Albaladejo se pasa al teatro en La Casa de la Portera
Lo cuenta José Martret, el visionario artífice junto a su socio Alberto Puraenvidia de uno de los proyectos teatrales con mayor calidad que se hayan puesto en pie en los últimos años: La Casa de la Portera y su Ivan-Off, una versión del clásico de Chéjov. A la pregunta de si han pensado establecerse como compañía, el director de todo esto, José Martret, responde: “Hemos pensado en establecernos como sala. No me gusta estar pensando y hablando todo el tiempo de futuro. En diciembre pararemos Ivan-Off porque es necesario frenar y despejarse. Pero ya estamos con los ensayos para una nueva propuesta. Miguel Albaladejo nos ha ofrecido a Jorge Calvo y a mí una obra que ha escrito y va a dirigir él mismo en La Casa de la Portera durante enero y febrero. De jueves a domingo a las 22.00h. Se titula Las huérfanas”. Y hasta ahí podemos contar.
Pero el director de Cachorro, La primera noche de mi vida, Manolito Gafotas y Ataque Verbal no es el único que se ha interesado por esta sala que se ha convertido, en menos de un año, en un referente del teatro en la capital. “También tendremos un monólogo de Marta Fernández Muro, dirigido por Pilar Masa que será a las 20.00 horas. Además, una versión de El Pelícano de Paco Becerra que dirige Luis Luque, para febrero, y en marzo vuelve Ivan-Off. No tenemos ni idea de adónde nos va a llevar esto”, afirma Martret con una sonrisa de satisfacción. Pero, ¿cómo empezó todo esto?
“Llegué por la necesidad. Por la pura necesidad. Antes de llegar me esforzaba mucho por entrar en la cosa audiovisual, aparte de participar con Jorge Calvo en Qué maravilla, una fiesta para señoras y otros proyectos. Había hecho un corto que se tituló Todas… Hubo un momento en el que me propusieron hacer una peli, tuve reuniones con todo el mundo y cuando parecía que todo iba a arrancar, se paró por la crisis… Con Paco Tomás, con el que colaboro en el programa de Radio Nacional, grabé el piloto de una serie que se llama On the rocks donde todo sucede en una barra de bar y nos lo pasamos bomba. Ese piloto lo vio la productora Magnolia y firmamos con ellos. A todo el mundo le gusta, pero no acaba de llegar nunca a ningún sitio. Es tanta la gente que tiene que decidir si trabajo o no trabajo en el mundo audiovisual que un día me harté…”, cuenta Martret de carrerilla.
Es entonces cuando los acontecimientos se precipitan. Era el principio de 2012. La obra del ruso no se le iba de la cabeza desde que la leyó con 19 años. Sale de casa. Coge el metro. Entra en la Fnac. Compra la última edición de la obra. La relee y cuando cierra el libro, ya tiene en su cabeza la versión, los diálogos, el espacio, el tempo, la cadencia. En dos meses está el texto escrito. Hace un listado de actores. Los llama uno por uno. Todos dicen sí. Ivan-off acaba de nacer.
Martret mira con cara de pillo: “El día que vino el señor Mario Vargas Llosa lo hizo acompañado por 22 personas. Te puedes imaginar que había gente muy interesante. Entre otros, José Sámano, un histórico del teatro, fue quien produjo la versión mítica de Cinco horas con Mario de la señora Herrera… Pues ese señor cuando acaba, me dice: ‘Te habrás tirado cuatro años para hacer esta versión, ¿no? Y no le supe decir que no… Ni lo que sentía…”.
Sólo necesitaba un lugar adecuado en el que poder llevar a cabo su plan de crear un espectáculo de teatro inmersivo. Es ahí donde entra Alberto Puraenvidia, que se ocupó de transformar la pequeña casa de la portera en lo que es ahora. “Tendrías que decorar todo, le dije a Alberto. Queríamos ir más allá y decidimos que esto tenía que ser una experiencia. Hemos cuidado hasta la música que se escucha en la taquilla cuando vienes a retirar la entrada. No había visto nunca algo así. Desde la entrada, el pasillo, la decoración, el ambiente… Todo tenía que ser parte de la obra y que el espectador se sintiera transportado a otro lugar distinto de Madrid desde que pone un pie en La Casa de la Portera. Necesitaba que el público entrara en casa de Iván”.
Finalmente Martret y Puraenvidia han logrado colocar La Casa de la Portera como una de las salas alternativas más cotizadas de Madrid. Funcionan en calidad de asociación cultural, pero desde que empezaron a cobrar una entrada son casi una cooperativa en la que el mayor porcentaje de beneficios se reparte entre los 11 actores que interprentan Ivan-Off. Todo sin una sola ayuda institucional. “Ya sabemos que en España y en Madrid por mucho que hablen de emprendedores y de apoyos, realmente uno se encontrará con todo menos con facilidades por parte de las administraciones. Así que como para nosotros lo importante es estar aquí y trabajar, y los actores ganan un dinero que les sirve para mantenerse el tiempo que están aquí participando en la asociación cultural, todos contentos. No hemos hecho esto para hacernos ricos. Si hubiéramos buscado eso, no habríamos abierto una sala con un aforo de 25 personas”, concluye Martret.