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Pedro Rollán, un ‘cifuentista’ resucitado por Feijóo para usar el Senado como ariete contra Sánchez

El nuevo presidente del Senado, Pedro Rollán, jura el cargo durante la Sesión Constitutiva.

Elena Herrera

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Pedro Rollán (Madrid, 1969) tenía 18 años cuando ETA perpetró uno de sus atentados más sanguinarios: la masacre de Hipercor en Barcelona en la que un coche bomba ocasionó la muerte de 21 personas e hirió a otras 45. Más de tres décadas después, y con la banda terrorista desaparecida desde 2018, el dirigente del Partido Popular llevó al límite la utilización de ETA para atacar al Gobierno de coalición y su política de alianzas al afirmar en sede parlamentaria que “los cimientos de la ley de vivienda se levantan sobre las cenizas del atentado de Hipercor”. 

Fue hace solo tres meses, durante la campaña electoral de las autonómicas y municipales. La dirección del partido evitó respaldarlo públicamente, pero avaló con su silencio un nuevo episodio de utilización de ETA como elemento de confrontación política y de desgaste del PSOE. Ahora, Alberto Núñez Feijóo acaba de aupar a Rollán al puesto de presidente del Senado, que logró en una votación sin suspense gracias a la mayoría absoluta que los conservadores obtuvieron en esa Cámara. 

El líder del PP sitúa así como cuarta autoridad del Estado a un dirigente que en los últimos tiempos ha dado muestras de seguir a pies juntillas la estrategia del PP de cuestionar las alianzas del Ejecutivo con formaciones como EH Bildu e incluso la propia legitimidad de Pedro Sánchez para ocupar la presidencia del Gobierno. “Es incapaz de respetar el resultado de las urnas”, dijo el flamante presidente del Senado días después de ser elegido, obviando la institucionalidad que exige el cargo que acaba de estrenar. 

Rollán, al que algunos de sus rivales políticos atribuyen un talante conciliador y que hace gala de tener un buen trato con la prensa, fue rescatado por Feijóo en abril de 2022 para formar parte de su dirección cuando fue elegido líder del partido. Ambos se conocen desde hace años, cuando el dirigente gallego dirigió el Insalud y Correos durante los gobiernos de José María Aznar, y Rollán era concejal en Torrejón de Ardoz.

Cuando Feijóo lo repescó, Rollán era un senador raso en una Cámara en la que había recalado en 2019, después de que Isabel Díaz Ayuso decidiera no incluirlo en su primer Gobierno de la Comunidad de Madrid. La elección de Feijóo se interpretó entonces como un mensaje interno a la líder regional, que no logró colocar a ningún perfil marcadamente ayusista en el lugar en el que se decide la estrategia nacional de la formación conservadora. 

Antes de esta especie de resurrección, Rollán ya lo había sido todo en la política municipal y autonómica, donde encadenó diferentes cargos públicos durante casi dos décadas. Militante del PP desde 1994, empezó en política local como concejal en 2003 tras dejar un puesto en la multinacional Schweppes. Tres años después consiguió por la mínima la mayoría absoluta en Torrejón de Ardoz, una ciudad de 120.000 habitantes que era, dijo, “el patito feo del Corredor del Henares”. Sólo una legislatura después, en 2011, logró ser el alcalde más votado de España. 

Como regidor de Torrejón de Ardoz, invirtió dinero público a espuertas para fiestas locales, la Navidad o la creación de un parque con 16 réplicas en miniatura de monumentos europeos que costó más de 20 millones de euros a cargo de las arcas municipales. La deuda del municipio en 2007 alcanzaba los 28 millones de euros. Siete años más tarde, en 2014, esa cifra se había multiplicado por cuatro, según publicó El País, que incluyó a la localidad dentro de una lista de las ciudades más ahogadas por la deuda.

Rollán lideró una gestión de la Empresa Municipal de la Vivienda y el Suelo que fue objeto de un informe de la Cámara de Cuentas en 2015, donde el órgano fiscalizador plasmó una serie de irregularidades. En 2010, presentó una norma que impedía empadronarse en el municipio a migrantes que no dispusieran de más de 20 metros cuadrados por persona en su domicilio. La medida fue muy polémica y tuvo que recular. 

Mantuvo el cargo de alcalde hasta 2015, cuando la entonces presidenta, Cristina Cifuentes, lo fichó como consejero. Empezó en Transportes y Vivienda, donde aprobó el abono joven de 20 euros, probablemente la medida más célebre del mandato. Su siguiente destino fue Medio Ambiente. Y, contra todo pronóstico, acabó siendo la cara visible del nuevo Ejecutivo de Ángel Garrido, tras la dimisión de Cifuentes como consecuencia del escándalo de su máster.

En la primavera de 2019, Garrido recibió con desagrado que su jefe de filas, Pablo Casado, no apostara por su candidatura al frente de la lista del PP para la Comunidad de Madrid, sino que eligió a Ayuso. Garrido fue relegado a la papeleta para el Parlamento Europeo. En ese impass preparó su venganza: en el último momento, anunció su fichaje por Ciudadanos y se incorporó a la lista de Ignacio Aguado. Tras las elecciones de mayo, el PP y Ciudadanos firmaron un Gobierno de coalición y Garrido fue designado consejero de Transportes.

Cuando anunció su salto a Ciudadanos, dimitió como presidente y el cargo recayó en Rollán, que era vicepresidente, de forma accidental. El cargo de presidente de la Comunidad de Madrid le duró cuatro meses, la gran parte de ellos en funciones y en los que se dedicó a ser un mero gestor. Ayuso lo incluyó en su lista para las elecciones de ese año como número cinco, pero no contó con él en la configuración del Ejecutivo con Ciudadanos. En noviembre de 2019, en la repetición electoral, el PP lo incorporó en sus listas al Senado por Madrid.

Y ahí seguía Rollán, sin demasiado protagonismo, cuando Feijóo lo recuperó hace poco más de un año para su núcleo duro como vicesecretario de Coordinación Autonómica y Local, un área clave de cara a la doble cita electoral de un año después pero que ahora tendrá que abandonar por ser incompatible con su cargo institucional.

La nueva legislatura le reserva un puesto destacado como la persona que ordenará los debates en el Senado, la Cámara que el PP tratará de convertir en el ariete de su oposición a Sánchez si este logra mantenerse en la Moncloa. Sólo el tiempo dirá si se acaba imbuyendo de la institucionalidad que se le presupone al cargo y exabruptos como el de Hipercor no vuelven a repetirse.

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