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Sánchez busca salvar la legislatura

Sánchez y Aragonès conversan antes de la clausura de las jornadas del Cercle d'Economía en Barcelona.

Irene Castro / Arturo Puente

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Moncloa se había resistido a dar un sí rotundo a una hipotética reunión de Pedro Sánchez y Pere Aragonès, como reclamaba ERC desde que estalló el escándalo del espionaje hace ya dos semanas. Pero en el Gobierno son conscientes de que se acercan al abismo después de las revelaciones de la directora del CNI, Paz Esteban, en la comisión de gastos reservados al constatar que el hoy presidente de la Generalitat fue espiado por los servicios secretos españoles en 2019, cuando era el número dos de Quim Torra. El presidente se ha visto obligado a mover ficha y, como la casualidad quiso que ambos se encontraran en Barcelona en unas jornadas de los empresarios catalanes, aprovechó para aceptar el “cara a cara” que el dirigente republicano venía pidiendo desde hacía días. 

Ahora toca buscar fecha para un encuentro con el que Sánchez intenta salvar la legislatura, que se le ha puesto cuesta arriba con el ‘caso Pegasus’, pero que ya había sufrido un giro inesperado con la guerra de Ucrania, que empieza a tener ya efectos en la economía con un crecimiento inédito de la inflación. “Hay que resolver la situación. Hay que pensar en los catalanes”, le dijo Sánchez a Aragonès al verse a las puertas del Hotel W en la ciudad condal. “La situación es grave y hay que hablarlo cara a cara”, le había dicho el presidente catalán. 

Sánchez aprovechó después en su intervención institucional para trasladar un mensaje de tranquilidad a los empresarios y hacer un guiño a Aragonès al trasladar nada más comenzar su “profundo respeto por Catalunya, por su sociedad y por sus instituciones”. Era una forma velada de decir que el Gobierno no está detrás de la decisión del CNI de intervenir el teléfono del entonces vicepresidente de la Generalitat. “El Gobierno ni sabe ni debe saber si se ha espiado a Aragonès”, insisten desde Moncloa sobre los operativos concretos que llevan a cabo los servicios secretos. 

El presidente dejó clara, además, su voluntad de terminar el mandato, pese a los obstáculos. “En la ruta hay turbulencias, muchas turbulencias. La guerra y la pandemia lo son. Sabemos que esas turbulencias parecen tan intensas que acaparan toda nuestra atención, pero el ánimo del Gobierno de España es superarlas, no alimentarlas”, aseveró. Y es que mientras España bate récords en la calidad del empleo, el Gobierno estaba enfangado en una guerra interna por las responsabilidades en el espionaje. 

En Moncloa enfatizan la voluntad por el diálogo que ha mostrado el Gobierno y que nunca ha desaparecido, a pesar de que la mesa lleva meses congelada. La confianza que tienen en el gabinete del presidente es que en los próximos días se reconduzca una situación que ha desbordado las previsiones iniciales del Ejecutivo y le ha situado en la peor crisis con sus socios desde que comenzó la legislatura. “Ha habido indultos, normalización de la situación en Catalunya”, dice casi a la desesperada un destacado socialista que lamenta que ERC “siempre esté con ultimátums”, pese a los esfuerzos que enumera del PSOE, entre los que incluye la “transparencia” que han demostrado con los datos facilitados por la directora del CNI. “No tenemos nada que ocultar”, reiteran en el Gobierno.

Un nuevo escenario para ERC

La respuesta afirmativa de Sánchez a una reunión hubiera sido celebrada y exhibida en otro momento como un triunfo por el Govern, pero nada de eso hubo este viernes. En el equipo de Aragonès ha cundido la sensación de que este no es un bache más en la relación entre dos socios que siempre acaban aparcando sus diferencias. La legislatura puede entrar en una fase muy diferente, afirman en el Palau de la Generalitat, con el fatalismo de quien es consciente de que una situación así puede ser perjudicial para ERC en las urnas. Pero el caso Pegasus ha reactivado los resortes del independentismo, dormidos durante los últimos dos años, pero que ahora vuelven a presionar al Govern y a agitar la opinión pública catalana. Y, lo que aún tiene más peso, el escándalo del espionaje ha herido la dignidad de Aragonès.

El propio president confesó el pasado miércoles en la jornada inaugural del Cercle d’Economia que le producía “dolor” ver cómo su apuesta por el diálogo estaba hundiéndose. “La gestión del espionaje que está haciendo Sánchez dinamita la vía del diálogo y la negociación”, afirmó ante unos empresarios que no suelen bailarle el agua a las tesis independentistas pero que este año no acogieron al president con la frialdad de otras ediciones. Sería exagerado decir que el caso Pegasus ha sido protagonista de las conversaciones en los corrillos del foro económico, pero el encuentro anual de los empresarios también ha dejado claro que este no es un tema que preocupe solo a los independentistas.

En el equipo de Aragonès rebajan las expectativas ante una reunión que, según subrayan, “aún no tiene ni fecha, y eso que han tenido tiempo”. Avisan, además, que un encuentro entre presidentes no pondrá por sí mismo punto final a la crisis, sino que debe ser el inicio de las actuaciones que exigen al Gobierno emprender. ERC quiere una comisión de investigación, también que se desclasifiquen documentos, comenzando por las autorizaciones judiciales recabadas por el CNI para intervenir teléfonos, y garantías de que no puede volver a suceder. Sin esto, aseguran, no habrá confianza y por tanto tampoco tendrá sentido la mesa de diálogo ni facilitar la gobernabilidad.

El rechazo al plan de choque contra los efectos de la guerra fue el primer aviso de ERC ante la crisis del espionaje. El Gobierno contaba ya con los apoyos suficientes para sacar adelante el decreto ley y terminó por temer que fracasara a escasas horas de la votación la semana pasada. Fue el ‘sí’ de Bildu el que permitió respirar a la coalición. El voto en contra del grupo que pilota Gabriel Rufián respondía, por un lado, a la delicada situación interna de los propios republicanos, que admiten que tienen presión para romper con el Gobierno, y, por otro, a una protesta por la respuesta que hasta entonces había dado Moncloa al espionaje. 

Las advertencias llegan, no obstante, desde todos los aliados del Gobierno, incluido el PNV, en un momento en el que el el Ejecutivo es sustentado por una exigua mayoría de 153 diputados (por el escaño sin reponer del canario Alberto Rodríguez y la marcha de Meri Pita desde Unidas Podemos al grupo mixto). Sin embargo, tampoco ERC tiene claro que pueda dejar caer al Gobierno y asume que hay leyes, como la de vivienda o el ‘solo sí es sí’, que tiene que respaldar, según las fuentes consultadas. 

Inquietud en el PSOE

Pero más allá de salvar votaciones concretas, en las filas socialistas lo que inquieta es la imagen de debilidad que está dando el Gobierno en un momento en el que reconocen que el PP se ha rearmado con Alberto Núñez Feijoó y ante un nuevo test en las urnas el 19 de junio. El resultado en Andalucía es vital para los socialistas, que perdieron ese feudo hace casi cuatro años. El objetivo que se ha marcado el candidato, Juan Espadas, es recuperar al medio millón de votantes que se quedaron en casa sin votar a Susana Díaz. 

La estupefacción se ha ido apoderando de las filas socialistas en los últimos días, según iban trascendiendo nuevos datos sobre el espionaje tras dos semanas de información sobre el 'catalangate': primero con la revelación de que los teléfonos de Sánchez y la ministra de Defensa, Margarita Robles, habían sido infectados con Pegasus, que desveló una brecha de seguridad en el Estado, y después con el reconocimiento del espionaje a Aragonès. 

“Hace unas semanas que se nos ha ido el país y no conseguimos retomarlo”, dice lacónico un dirigente regional. La incertidumbre se mezcla también con un cierto hartazgo en una parte del PSOE. “Siempre pasa algo, pero la reforma laboral salió con Ciudadanos y el decreto del plan de choque salió como salió [en alusión al apoyo definitivo de EH Bildu]. Parece que este país no se gobierna sin ERC y que los 120 escaños del PSOE no sirven de nada”, dice un miembro de la Ejecutiva, que asegura que los republicanos tienen “que decidir qué quieren”. “Con otro Gobierno no van a tener Pegasus, van a tener ómnibus”, remata. 

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