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Sánchez proyecta una crisis de Gobierno antes de agosto con la que reforzar el peso político de su gabinete

La imagen de familia de la última composición del gabinete de Sánchez tras el cambio ejecutado en abril

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Pedro Sánchez es de esos políticos que comparte reflexiones, pregunta, pide opinión y escucha, pero nadie sabe en realidad lo que verdaderamente piensa hasta que comunica sus decisiones. Unos creen que es desconfianza y otros que simplemente es hierático. De ahí los rumores, los nervios, los nombres que van y vienen, las especulaciones y hasta los roces entre compañeros de Gobierno. Esta semana al término del Consejo de Ministros nadie sabe el motivo exacto, pero se instaló en algunos ministerios algo más que una sensación de que soplan aires de cambio. Todos dan por hecho que el presidente proyecta para más pronto que tarde remodelar el gabinete y que la fecha más adecuada es antes de las vacaciones de agosto.

Nada dijo el presidente al respecto en la reunión ordinaria del martes porque incluso se ausentó antes de que acabara para una visita oficial a Vitoria para acompañar a los reyes a la inauguración del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo. ¿Un gesto? ¿Alguna pista? ¿Una confidencia a algún indiscreto? “Sólo la lógica aplastante de que a medida de que acaba la etapa pandémica y que con la reactivación económica en marcha, el inicio del curso se inaugura una nueva fase en la que hay que dar un impulso político. En ese marco estamos todos. Es lo recomendable y lo esperado”, asegura un ministro socialista que desconoce el alcance de los cambios y si él estará o no entre los afectados. De hecho, Sánchez no ha comunicado nada a nadie. Ni a colaboradores ni a ministros ha detallado sus planes o si la remodelación aumentará o reducirá las carteras actuales. Todo está en el aire, “más allá de que en las últimas semanas se ha interesado por algunos nombres”, sostienen fuentes socialistas.

De lo que no hay duda, ni en el Ejecutivo ni en el PSOE, es que lo más lógico es que la crisis de gobierno se afronte después de haber concedido los indultos a los líderes del procés y antes del mes de agosto, para arrancar ya en septiembre con un marco narrativo distinto al instalado por la oposición con motivo de las medidas de gracia en el debate público y el derivado de la crisis del COVID-19. Por eso la remodelación que afronte, especula un destacado socialista,  no debe “ir sólo de nombres, sino de reforzar los contenidos con los que el presidente quiere afrontar la segunda parte de la Legislatura hasta las próximas elecciones generales”. 

Tras la publicación de esta información en elDiario.es, la Secretaría de Estado de Comunicación envió un mensaje a los periodistas en el que asegura que el presidente “está centrado en la salida de la pandemia y en la superación de la crisis económica y la agenda del reencuentro con Catalunya”. El comunicado recordaba que es Sánchez el único que tiene la prerrogativa para hacer los cambios en el gabinete “sin que un extremo así pueda ser comunicado por otra vía que no sea el propio presidente en el tiempo y forma que determine”. Una forma de solemnizar lo obvio: que el presidente trabaja y que solo él tiene potestad para los cambios.

Se da la circunstancia de que este domingo se cumplen tres años del primer Gobierno de Pedro Sánchez, el que configuró tras ganar la moción de censura que echó a Mariano Rajoy de La Moncloa. De aquel primer gabinete, de 17 ministros, 11 siguen aún hoy en la mesa del Consejo: Carmen Calvo, José Luis Ábalos, Nadia Calviño, Teresa Ribera, Pedro Duque, Luis Planas, Isabel Celaá, Fernando Grande Marlaska, Margarita Robles y María Jesús Montero. Y de ellos, hay varios que algunos socialistas dan ya por amortizados, como es el caso del titular de Interior, a quien ha acompañado la polémica desde su llegada al Gobierno. Otros interlocutores apuestan, por el contrario, que “la desaforada crítica de la derecha puede blindar su presencia en el Gobierno”. 

La titular de Educación, Isabel Celaá es otro de los nombres de los que se habla una vez aprobada la nueva Ley de Educación y por la profunda transformación que la izquierda afrontará en el sistema educativo en los próximos años gracias a los fondos de recuperación que llegarán de Bruselas. En las quinielas de salida también está el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, quien no ha conectado como se preveía con el mundo al que representa.

Como siempre, a la vicepresidenta Carmen Calvo sus más fervientes críticos dentro del Gobierno la sitúan con un pie fuera del gabinete y hasta con sucesora decidida al apuntar sobre un posible ascenso de María Jesús Montero o de José Luis Ábalos a la vicepresidencia primera. Un escenario que hay quien cree que responde más a una intoxicación de algunos colaboradores del presidente que a los deseos de Sánchez, que siempre consideró a Calvo entre los miembros de su equipo con mayor peso político y más experiencia acumulada. Todo lo contrario que a José Luis Escrivá, titular de Seguridad Social, a quien el presidente reconoce una notable capacidad técnica, pero “nula habilidad política” y sus detractores, que los tiene, le ven más fuera que dentro. 

Margarita Robles, la ministra más elogiada por la derecha, es otro de los nombres que varios socialistas consideran que ha cubierto una etapa y que podría salir del Gobierno en la próxima remodelación, después de que en algunos departamentos se la considere responsable, interesadamente o no, de algunas de las refriegas internas más sonadas dentro del gabinete. “No hay ministro –se quejan desde uno de los ministerios– con el que la titular de Defensa no haya tenido alguna disputa y que ella haya aprovechado además para echar tierra sobre sus compañeros y hacerse querer entre la derecha política y mediática”. 

A quienes no parece que vayan a afectar los cambios es a los ministros de Unidas Podemos, salvo que alguno por voluntad propia solicite la baja voluntaria, algo que no se descarta que ocurra con el titular de Universidades, Manuel Castells. Con Pablo Iglesias fuera del Gobierno, la relación entre socios ha mejorado notablemente con la incorporación de Yolanda Díaz a la vicepresidencia tercera. El resto de ministros de la formación morada “tienen un peso y una influencia relativa, por lo que si se planteara la sustitución de alguno de ellos se abriría un problema innecesario”, reconocen en el PSOE.

Con el que se prevé antes de agosto, Sánchez afrontaría el segundo cambio en el gabinete, después del mínimo retoque al que le obligó la salida de Salvador Illa para encabezar la candidatura a la presidencia de la Generalitat. Todos los presidentes en democracia, salvo Calvo Sotelo, afrontaron cambios en sus equipos por distintos motivos y en diferentes momentos. Sánchez no iba a ser distinto en eso. Hasta que llegue a las nueve remodelaciones que hizo Zapatero en menos de ocho años, aún le quedan. Hagan sus apuestas porque dentro del Gobierno Sánchez ya han empezado.

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