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CRÓNICA

Sánchez vs. Feijóo: esta vez es personal, pero en realidad siempre es personal

Sánchez se ríe durante la intervención de Feijóo en el Senado.

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Todo en política es personal. A los políticos les gusta decir que, más allá de las lógicas diferencias ideológicas, disfrutan de una relación civilizada con sus adversarios. No es así en los puestos más altos, en el Gobierno y en la oposición. Es incluso más cierto en un año electoral. En esos momentos, la licantropía corre por sus venas y la dentellada en la yugular del enemigo es la tendencia más acusada. 

Estamos a nada de sumergirnos en otra campaña electoral, con lo que Pedro Sánchez quería zurrar personalmente a Alberto Núñez Feijóo. Hace una semana, compareció en el Congreso y el martes volvió a hacerlo en el Senado con el mismo tema: las medidas del Gobierno ante la situación económica causada por la guerra de Ucrania. Con alguna novedad, el discurso fue casi idéntico. Lo que importaba es que tenía delante a Feijóo. Como era de prever, llevaba puestos los guantes de boxeo.

Feijóo también venía con la navaja afilada, en su caso un poco forzado por algunas opiniones aparecidas en la prensa de derechas de Madrid, que ha vuelto a tener un ataque de dudas existenciales sobre su estilo. No lo ven lo bastante agresivo. No entienden cómo no le saca diez puntos a Sánchez en las encuestas y el resultado de las elecciones generales no ha quedado ya zanjado. 

“A Feijóo hay que cambiarlo si en mayo se ve que no da para diciembre”, avisó un columnista de ABC hace un par de semanas. Otro del mismo diario empezó a buscar excusas en relación a las elecciones de mayo con el argumento de que en las elecciones locales “el factor de cercanía tiende a distorsionar la medida de la verdadera temperatura política”. Esta gente no se cree ni las propias encuestas que publican sus diarios, donde el PP suele gozar de una clara ventaja sobre el PSOE.

Antes de la crónica de sucesos, Sánchez realizó otro anuncio sobre vivienda. Este goteo de medidas y promesas para servir de titular a los discursos del presidente canta un poco. Esta vez, tocó prometer 20.000 nuevas viviendas públicas en terrenos propiedad del Ministerio de Defensa en toda España. También podía haberlo anunciado junto al tema de los pisos de la Sareb o los que se financien con fondos del ICO. 

La caza del titular es un amante exigente en política. Obliga a un suspense cuya eficacia termina reduciéndose si se reincide en la táctica. 

La ley andaluza de los regadíos de Doñana y el patinazo del Gobierno de Juanma Moreno en Bruselas tenían los números para protagonizar el debate. Sánchez habló de ello, pero en realidad la pelea cobró un aire fundamentalmente personal. Tanto que Sánchez corrió el riesgo de sobreactuar y por tanto dar a entender que Feijóo le pone nervioso o le da la risa porque se cree mucho mejor que él.

Fue empezar la réplica y se puso las botas. “Su salto a la política nacional ha sido un chasco”. “Su trayectoria no ha podido ser más decepcionante”. “Se le nota que no le gustan los debates”. Sánchez se reía de la “política para adultos” de la que alardea el PP, una forma que tiene Génova de presumir de que su líder es aburrido, pero que será eficaz en el poder. 

Era inevitable que Feijóo reaccionara con el sarcasmo ante el nuevo anuncio de construcción de más viviendas (“el milagro de los panes y los pisos”). Lo que no se podía dar por supuesto era que el líder del PP adoptara un estilo más agresivo de lo normal para atacar a Sánchez. La división interna de la mayoría gubernamental por la ley del sólo sí es sí le concedió muchos ejemplos y supo aprovecharlos. 

Feijóo sabía que no podía decepcionar a esa prensa cercana que se pone nerviosa al verle y que idolatra a Isabel Díaz Ayuso. Por eso, intentó hacerlo todo más personal. De ahí, una anécdota con un supuesto alcalde socialista gallego que le vino a decir que Sánchez es un tipo sin principios que ahora denuncia el neoliberalismo y que mañana, si le interesa, “será más neoliberal que nadie”. 

Fue in crescendo hasta que llegó a un ámbito más grave, uno en el que suele residir Vox sin problemas. Un poco de conspiración para calentar el ambiente. “¿Puede desmentir que cambió la política del Sahara por razones personales?”, espetó. Se refería al espionaje de los servicios marroquíes de varios teléfonos usados por miembros del Gabinete. Era como eso que se dice en Twitter: no tengo pruebas, pero tampoco dudas. Los trucos de tuiteros también tienen sitio en la alta política.

“Señor Sánchez, usted se ha podemizado”, dijo Feijóo. Eso se contradice un poco con esas amplias diferencias entre el PSOE y Podemos que rentabilizó en su discurso (¿cómo se puede podemizar alguien que está enfrentado a Podemos?). La coherencia argumental no es el punto fuerte de estos debates.

Las reglas del combate favorecían al presidente, como es habitual en las dos cámaras. En estos debates, habla sin límite de tiempo. En el caso del martes, 67 minutos en el discurso inicial, 41 en la primera réplica a Feijóo y catorce en la segunda (en total 122 minutos). Como los demás portavoces de grupos, Feijóo disponía de 15 minutos, más otros cinco en la réplica. El presidente del Senado, Ander Gil, le dio vidilla y le regaló un tiempo extra. Le permitió hablar durante 35 minutos en vez de veinte. Otros portavoces también recibieron la donación de unos cuantos minutos.

El tiempo de intervención es importante, aunque lo es mucho más aprovecharlo bien. Con Feijóo, siempre parece que va a patinar en la última curva y besar el suelo. Ya había sacudido a tope al enemigo, pero quería más. No se le ocurrió otra cosa que remontarse a los tiempos convulsos de la primera etapa de Sánchez al frente del PSOE para sacar pecho: “Yo soy presidente de mi partido, porque me lo pidieron mis compañeros”. Los senadores socialistas se rieron con ganas. Sánchez apostó directamente por la carcajada.

Feijóo fue elegido en Génova por los dirigentes del PP mientras en el suelo estaba el cadáver de Pablo Casado con veinte o más puñaladas, propinadas por esos mismos compañeros que le habían prometido eterna lealtad y que hicieron un homenaje al desenlace de 'Asesinato en el Orient Express'. Y lo eligieron porque Feijóo y Moreno decidieron que se había acabado la tontería de Casado después de que lanzara graves acusaciones contra Díaz Ayuso.

El gallego no podía parar. “Nunca llegaría al liderato de mi partido como llegó usted”, dijo. Quizá eso sea cierto, ya que Sánchez fue elegido en unas primarias. Dos veces. Eso sí, con un turbulento Comité Federal de por medio.

Feijóo había intentado complacer a los que le piden que use la ametralladora contra el presidente. Deberían no ser tan exigentes con él. Se arriesgan a que termine disparándose en el pie, en el hígado y en toda la cara.

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