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Sevilla, Valencia o Barcelona: las plazas que determinarán quién gana el 28M se juegan en un puñado de votos

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, durante su cara a cara en el Senado esta semana

José Enrique Monrosi / Aitor Riveiro

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Son alcaldías o gobiernos autonómicos de un especial simbolismo y que tendrán la capacidad de determinar por sí solas quién gana y quién pierde el 28 de mayo. Más allá de las cifras oficiales que arroje el escrutinio, el peso político de capitales como Sevilla o Barcelona, o comunidades autónomas como la valenciana, las convierten en las plazas más codiciadas. En ellas se volcarán los grandes partidos en la búsqueda de victorias estratégicas. Y a exactamente un mes de que se pongan las urnas, la certeza a un lado y a otro es solo una: que todo se jugará en apenas un puñado de votos. 

Aunque en la noche electoral los argumentarios se acaben amoldando al guion que imponga el recuento, tanto en el PSOE como en el PP reconocen abiertamente que hay piezas clave que marcarán el resultado de la partida. Y los escenarios ya están más que estudiados: si la izquierda conservara el poder de la Generalitat Valenciana, difícilmente podría sustentarse el relato de un cambio de ciclo político general en favor de los populares, por mucho que los de Feijóo obtengan un buen resultado general. Justo lo contrario de lo que ocurriría si la derecha consigue asestar el duro golpe que supondría arrebatarle a Ximo Puig el Govern. “Tú puedes tener cien mil votos más en toda España, pero si pierdes Valencia y Sevilla has perdido las elecciones”, admiten en el PSOE.

La llegada de Fejóo hace un año a la presidencia del PP propició un clima de cambio de ciclo respecto a sus expectativas que a estas alturas ha obligado a un ajuste ante la realidad de que el 'efecto Feijóo' puede ser limitado y que el 28M puede salir muy bien... o no. “En las generales nos irá mejor”, apuntan algunos veteranos con un buen puñado de elecciones a sus espaldas. En Génova han asumido que el espacio progresista aguantará mejor de lo previsto en mayo.

“Podemos gobernar donde perdamos y no gobernar donde ganemos”, apuntan desde la dirección nacional del PP, donde pese a intentar marcar distancias con la ultraderecha son conscientes de que solo los acuerdos con Vox les permitirán alcanzar alcaldías y la presidencias autonómicas. En el partido no hay inconvenientes a cerrar esos acuerdos con Vox, aunque su intención primera, dicen, es “gobernar en solitario”. Habrá 'chickengame' (el que más apure en la negociación, gana) y la resaca de la noche electoral puede durar semanas.

¿Cuál es la quiniela autonómica del PP? Mayorías absolutas en Madrid y Murcia; ganar y sumar con Vox en la Comunitat Valenciana. En Baleares y Aragón, “ganar sin duda”, quizá sin gobernar. En Génova ya dan por descartado robar al PSOE Castilla-La Mancha y Extremadura.

El escenario es parecido en contiendas municipales, con la pelea por el Ayuntamiento de Sevilla como máximo exponente. Capital de un territorio gobernado con mayoría absoluta por el PP, en Ferraz la señalan como una de las grandes joyas de la corona a conservar y desde la que confrontar con el presidente Juan Manuel Moreno a cuenta de las políticas de regadío en Doñana, un asunto que el PP se afana en zanjar cuantos antes.

En manos del PSOE desde 2015, su pérdida en favor de la derecha sería valorada como un varapalo de difícil remontada, como lo fue en 2011 cuando el PP la ganó en unas elecciones municipales y autonómicas que anticiparon un rotundo triunfo de Mariano Rajoy a finales de ese mismo año.

Esa concatenación de victorias es el sueño anhelado por los conservadores: un 28M que sirviera de lanzadera a Feijóo para las generales de diciembre. Pero el PSOE de hoy es más rocoso de lo esperado por los estrategas de Génova, a lo que hay que sumar que Podemos e IU han cerrado acuerdos de coalición en casi toda España, incluso donde no había ocurrido en la última década.

La esperanza del PP es que la falta de implantación local de Vox les de una ventaja competitiva en la derecha. “Son débiles a nivel municipal”, aseguran los estrategas de Génova.

Concurre también que el PP tiene sus propios problemas. Barcelona es un paradigma. Allí, los de Feijóo siguen sin apenas espacio político, pese a que el dirigente gallego ha viajado a Catalunya más veces que a ninguna otra comunidad.

Cara o cruz por “unos miles de votos”

Los populares se consuelan con que Barcelona no representa una plaza de interés para ellos. Allí, el candidato socialista, Jaume Collboni, aspira en cambio a ser el más votado por delante de perfiles como el de la alcaldesa Ada Colau, de los comunes; o el cabeza de cartel de ERC, Ernest Maragall, o el de Junts, Xavier Trías. Esa hipotética victoria abriría las puertas de la Alcaldía de Barcelona al PSC, un triunfo político sin matices que también influiría ampliamente en el balance general del 28M. 

“Podemos ganar Barcelona y revalidar Sevilla y la Generalitat, pero también podemos perderlo todo. Va a depender de unos pocos miles de votos que la lectura sea de éxito rotundo o de claro fracaso”, razonan en el PSOE, donde destacan, no obstante, que la hipótesis de un tsunami azul provocado por aquel 'efecto Feijóo' no es un escenario contemplado, a estas alturas, “ni siquiera en la calle Génova”. “La campaña le está sentando realmente mal”, analizan en Moncloa respecto al escaso tirón electoral que aseguran que perciben en el liderazgo de su contrincante.

En el PP mantienen, no obstante, que el trasvase de votos es del 10% a su favor, cerca de 700.000 sufragios que sitúan a Feijóo muy por delante de Sánchez a pocos meses de las generales. “Entramos en la campaña creciendo, ellos bajando. Eso es muy importante”, apunta un alto cargo de Génova.

En Ferraz ya consideran un éxito que, frente a las proclamas de la oposición para “derogar el sanchismo”, o para llevar a los ayuntamientos de toda España “la verdadera moción de censura”, haya sido el propio Feijóo quien haya rebajado sus expectativas en las últimas semanas. 

“Hace tres meses nos daban por muertos: la legislatura estaba acabada, Sánchez buscaba trabajo no sé dónde y el 28M iba a ser la primera vuelta del 'efecto Feijóo'. Ahora resulta que reconocen que está todo igualado”, apuntan desde la dirección federal socialista, donde hacen hincapié en que el ambiente percibido entre su propia militancia ha cambiado en los últimos meses.

¿Polémicas superadas?

El Gobierno comenzó a alojar tras la Navidad una secuencia de polémicas: la reforma del Código Penal para eliminar el delito de sedición y reformar el de malversación a medida de los condenados y enjuiciados por el procés, que tanto malestar interno generó, y después la crisis política del 'solo sí es sí'. 

“Eso sí que era un clamor y una escabechina para nuestra gente en cuanto a sus ánimos y su desmovilización”, admite un dirigente del PSOE, que narra cómo la militancia y las direcciones de los distintos territorios demandaban al Ejecutivo de Sánchez que adoptara soluciones. 

La sensación a las puertas de la campaña, aseguran, es muy distinta. Las encuestas internas que manejan en Ferraz empiezan a dibujar un electorado progresista más movilizado conforme se acerca la fecha de las elecciones. Algo que les pondría en disposición, aseguran, de volver a ganar en la Comunidad Valenciana o en Sevilla e incluso de ser primera fuerza en Barcelona. Aún así, para alcanzar gobiernos se muestran más cautelosos y señalan que la clave estará en la posibilidad de establecer alianzas o no con su izquierda para la conformación de coaliciones progresistas. 

“En Sevilla es el caso más evidente”, señalan en el PSOE. “Antonio Muñoz va a ganar con toda probabilidad y la clave está en que nuestra izquierda tire para que no sumen PP y Vox”, razonan. Una ecuación que se repetirá a lo largo y ancho de todo el país en cientos de municipios y ejecutivos autonómicos.

La noche del 28M no terminará hasta mediados de junio, cuando se constituyan los más de 8.000 ayuntamientos de España y se clarifiquen los gobiernos autonómicos. Antes del verano se podrá hacer un recuento final de triunfos y derrotas, víctimas y verdugos. A la vuelta de las vacaciones estivales comenzará la batalla definitiva por el control de la Moncloa.

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