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CRÓNICA

Si estabas despistado en agosto, no te has perdido más que ruido y un par de nueces

Feijóo habla con Díaz Ayuso en un acto del PP en Pontevedra el 27 de agosto.

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Se está acabando agosto y con él, las vacaciones de la mayoría de los ciudadanos. Los políticos siempre van algo acelerados y por tanto no podían dejar escapar este lunes. PSOE, PP, Unidas Podemos, Vox y Ciudadanos celebraron ruedas de prensa y la del PP fue protagonizada por Alberto Núñez Feijóo en lo que era un estreno. Su primera rueda de prensa en Génova desde que eliminó a Pablo Casado del liderazgo del partido. Para celebrarlo, endosó a los periodistas un discurso de no menos de 40 minutos antes de aceptar las preguntas. Los que volvían de vacaciones debieron de tener problemas para digerir tal ladrillo, no así con un ágape con especialidades gallegas que se sirvió luego.

Había que ocupar minutos televisivos y artículos de medios digitales. Todo espacio que dejas libre es ocupado por tus enemigos. No es necesario contar nada nuevo. Y eso es lo que ha pasado en la mayor parte de agosto. Toda Europa está de los nervios con la guerra de Ucrania, pero en España los políticos siguieron con su estilo de vida en el que los debate se reducen a si alguien lleva corbata, el aire acondicionado está un grado arriba o abajo o los escaparates están encendidos de noche cuando no hay casi nadie en la calle.

En Alemania discuten si es un drama tener que recortar el suministro de gas a las empresas para no tener que hacerlo con los hogares (lo es, porque puede hundir a la economía en la recesión) y en España las televisiones no dejan de contar que la gente podría pasar calor en los bares, que es algo que no se puede permitir si no quieres caer en el comunismo mataviejas.

Era poco realista esperar que el PP votara a favor de la ratificación de las medidas de ahorro energético. Tampoco había ninguna posibilidad de que Pedro Sánchez se decidiera a llamar por teléfono a Feijóo, un paso que en Moncloa se considera un salto hacia lo desconocido. En ese pulso permanente y desbordante de testosterona, ser el primero en descolgar el teléfono significa que has perdido.

Lo más previsible de ese debate sobre ahorro de energía era que los gobiernos autonómicos del PP iban a arrastrar los pies o considerar las medidas un ataque a la economía de libre mercado. No sólo el de Díaz Ayuso hizo el amago de costumbre de no cumplirlo, que luego siempre queda en que lo recurriremos ante Dios si es preciso, sino que el Gobierno vasco se sumó al viejo recurso autonómico de quejarse de que no le consultan nada para más tarde afirmar que las medidas van demasiado lejos o que nosotros ya llevamos haciéndolo desde hace tiempo.

La consejera de Desarrollo Económico y Medio Ambiente –lo último no es broma– alegó que la sociedad vasca “es lo suficientemente adulta como para actuar con responsabilidad”. Es decir, nada de sanciones y si acaso se confía en “la responsabilidad de cada uno”. Es curioso que ningún Gobierno europeo se haya limitado este verano a decir que no están preocupados por el precio del gas y que es suficiente con esperar a que sean los ciudadanos los que reduzcan el consumo por su cuenta. Será que no son de Bilbao.

Eso de que todo sea voluntario no fue sólo una ocurrencia del PNV. Continúa siendo la posición del PP. Núñez Feijóo insistió en ello el lunes. Pidió medidas de ahorro para reducir el consumo de energía pero sólo deben ser “recomendaciones, no imposiciones”. El Estado no puede andar diciéndole al mercado y los consumidores lo que deben hacer. Sería una atrocidad.

En Bruselas –un lugar donde nunca se han respirado aires muy revolucionarios–, ya no piensan eso. De hecho, están por la labor de abandonar la ortodoxia del pasado. La presidenta de la Comisión Europea anuncia una “intervención de emergencia y una reforma estructural del mercado eléctrico”. Será el 9 de septiembre cuando los ministros europeos se reúnan para seguir el rumbo que estaban reclamando España e Italia.

El objetivo sería impedir que el precio astronómico del gas sea el que determine el precio final de la factura de la luz. Básicamente, porque eso quiere decir que son Putin y Gazprom los que fijan el volumen de esa factura. Eso ha sido lo que ha pedido el canciller conservador austriaco.

Feijóo tendrá problemas para ajustar su mensaje habitual a lo que están diciendo sus socios ideológicos europeos, ahora que todo lo que huela a intervencionismo le parece anatema. No le será muy complicado, porque el líder del PP es capaz de contradecirse en la misma rueda de prensa. Primero, dice que es un escándalo que España esté “subvencionando a los consumidores franceses” por la venta de gas al precio tasado en nuestro país por el tope ibérico para pasar a afirmar minutos después por otro tema que “después de lo que ha pasado con Argelia, no debemos entrar en colisión con Francia”.

Lo bueno para los periodistas es que tenemos una frase de Feijóo perfecta para cada artículo que necesitemos escribir en el sentido que mejor nos convenga. Y también por si queremos dar al texto un tono más cómico, como cuando recomendó a Sánchez que utilizara un barco para llegar a Canarias de una línea que no funciona desde 2005.

Agosto nunca da grandes noticias, pero este año ha habido alguna revelación que roza el milagro. Macarena Olona dejó la política a finales de julio por “razones médicas” y unas semanas después de fracasar en el intento de que Vox entrara en el Gobierno andaluz. Un mes después, la exportavoz parlamentaria del partido ha iniciado el Camino de Santiago desde Sarria, Lugo, que no se hace precisamente desde un sofá o sentado en un escaño.

Por mucho que se pueda adjudicar el hecho sobrenatural de la recuperación de Olona a la intervención de Santiago, conviene recordar que el apóstol que nunca visitó España ya es santo y por ello no necesita otro milagro certificado para inflar su currículum.

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