Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La galería

Tamara de Lempicka, cuando el feminismo condujo un Bugatti verde

Samuel Martínez

2

Autorretrato (Tamara en un Bugatti verde) es una obra que se pintó para ser la portada de una revista. Lejos de restarle empaque, el hecho de que Tamara de Lempicka no pensara en un museo para exponer su obra, sino en un soporte cotidiano y mundano como una revista, otorga a la pieza un valor añadido. La artista rusa –o polaca, como ella solía identificarse– sabía que la gente iba a ver su obra nada más saliera a la calle la publicación alemana de modas Die Dame, por lo que el efecto de aquello que pintara podía ser más inmediato. “La revista quería dedicar su número a la emergente emancipación femenina”, señala la historiadora del arte Sara Rubayo: “Hay que tener en cuenta que Tamara de Lempicka era la reina del art déco”. Era una mujer moderna e independiente y, precisamente por eso, fue adorada y despreciada a partes iguales. “Para los vanguardistas”, sin ir más lejos, “era el paradigma de lo kitsch”. Desde luego, ella misma y su lujoso arte no encajaban con la bohemia de esos artistas vanguardistas, que la tachaban de frívola. En cambio, su enigmática figura despertó gran admiración entre las élites de la época. Pero, ¿qué pintó Lempicka Autorretrato (Tamara en un Bugatti verde) y por qué podría considerarse un verdadero canto al feminismo? 

“Si pensamos en mujeres y coches”, plantea Rubayo, “hoy en día nos podría parecer un reclamo publicitario para hombres”. No obstante, en el 1929, cuando Lempicka pintó su obra, el significado era totalmente distinto. Lo que inspira Autorretrato (Tamara en un Bugatti verde), que forma parte de una colección privada, es el poderío femenino, la mujer como un dandi con guantes de piloto. “Estamos en un momento en el que las mujeres están en plena lucha de emancipación y liberación social, buscando posicionarse al mismo nivel que los hombres y lo hacen a través de la moda y del uso de artículos fundamentalmente 'masculinos'”, apunta la historiadora. El art déco llevó al arte a mujeres que fumaban, que conducían y que bebían. Ese era, de hecho, el carácter y la fama de la propia Tamara de Lempicka. “Era una amante de las fiestas y de los excesos –entre ellos, la cocaína–, era bisexual declarada y coleccionista de amantes”. Su carácter algo extravagante y, por supuesto, su talento, la llevaron a codearse con la jet set parisina y, más adelante, incluso con la del Hollywood más mágico en Beverly Hills. 

Por supuesto, tal y como señala el título de la pintura, la mujer que aparece a los mandos del coche es la propia Lempicka. Para realzar su autonomía como mujer autosuficiente, explica Rubayo, “se pinta el rostro frío y distante; con mirada fija”. Y Tamara no conduce el coche con parsimonia. Nada de eso. No circula lentamente, como muchos hombres de su época –y quizás, de la nuestra– podrían pensar que circulan las mujeres. “El vuelo del pañuelo que lleva anudado al cuello nos transmite la idea de velocidad”, añade la historiadora. Ni que decir tiene que las figuras femeninas que suele diseñar la artista no son, precisamente, sutiles princesas delicadas y prudentes: “Lempicka pinta figuras de volumen poderoso, que llenan todo el lienzo”.

Mitad Tamara, mitad Isidora Duncan

No obstante, Lempicka no se contentó con presentar a la revista Die dame una portada que, simplemente, hablara del feminismo; ni tampoco un simple autorretrato suyo. Además, quiso contar una historia y, para más inri, una real. El mensaje final de la obra, de eso no cabe duda, es: “Una mujer puede conducir su destino”. No obstante, no quiso perder la ocasión de homenajear la muerte de la reconocida bailarina y coreógrafa Isadora Duncan. “Era habitual en el art déco fijarse en las noticias de la prensa para tomar inspiración”, resuelve Sara Rubayo. Al parecer, Duncan había fallecido dos años antes al estrangularse cuando su largo chal se enredó en las ruedas delanteras del Bugatti en el que viajaba. Ironías de la vida, eso nunca le hubiera podido pasar a Tamara de Lempicka, que, por aquel entonces, lo único que conducía era un Renault Amarillo.

Etiquetas
stats