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La falta de conserje paraliza la actividad de un centro de adultos que “da vida” a los vecinos de un barrio de Sevilla

"No hay servicio de portería", reza un cartel en la puerta del Centro de Educación Permanente José Sánchez Rosa en Pino Montano

Sara Rojas

2 de octubre de 2024 06:00 h

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El centro de Educación Permanente (CEPER) José Sánchez Rosa –lo que antiguamente se conocía como escuela de adultos– ha comenzado el curso sin conserje. Más allá de las molestias que esta ausencia acarrea en el día a día del profesorado (ahora, además de dar clases, tiene que encargarse de abrir y cerrar el edificio), la falta de portero está “perjudicando socialmente” a los vecinos del barrio de Pino Montano.

Hasta este año, en este espacio desarrollaban también su actividad asociaciones de mujeres como María Coraje, y otras de carácter sociocultural como el grupo Jacaranda. Pero, al no disponer ya de servicio de portería, estas entidades vecinales no pueden acceder a un espacio del que también se sienten parte. “Como responsable del centro, no puedo darle las llaves a alguien que no sea del cuerpo educativo”, lamenta la directora del CEPER, Elena Piñero, quien asegura que “las más perjudicadas” son las asociaciones que “llenaban de vida” el centro.

“El alumnado no ha dejado de acudir, pero las asociaciones tienen su actividad paralizada”, denuncia Piñero, solidarizándose con las organizaciones afectadas. Para ellas, la ausencia de portero se ha convertido en “un problemón”, pues hasta ahora venían desarrollando su actividad en las aulas que les había cedido la directiva de este centro, propiedad de la Junta de Andalucía.

“Hay muchas personas esperando como agua de mayo que retomemos los talleres”, asegura Remedios Hierro, miembro de la junta directiva del grupo Jacaranda, quien subraya que las actividades que organiza su asociación repercuten en el “bienestar social y emocional” de vecinos de la zona con problemas de integración social.

“Nuestra asociación es muy diversa, pero la mayoría son personas de edad avanzada, con movilidad reducida, diversidad funcional o dificultades para relacionarse socialmente, y en el centro les ofrecíamos compañía y un espacio donde sentirse bien, donde desarrollar su creatividad e intelecto”, explica al respecto Remedios, destacando la función social –además de pedagógica– que cumplía el CEPER para el entorno de Pino Montano. “Ir al centro es el único momento que tenían muchas mujeres para salir de casa”, apostilla en ese sentido la responsable del centro.

Un ropero solidario cerrado hasta nuevo aviso

Antes el CEPER José Sánchez Rosa contaba con dos conserjes (uno en horario de mañana y otro de tarde), pero a la vuelta de las vacaciones, se han encontrado con esta plaza vacante. Fuentes de la delegación territorial de la Consejería de Desarrollo Educativo en Sevilla consultadas por este periódico atribuyen esa ausencia a que, hasta ahora, era el Ayuntamiento el que asumía el servicio de portería, pero, a partir de este año, se va a hacer cargo la administración titular del centro, a través de la Consejería de Función Pública.

Eso implica, según las mismas fuentes, iniciar el procedimiento para convocar la plaza de conserje, lo cual exige cumplir con unos plazos que justifican la demora. Pero, mientras tanto, la ausencia de portero está “truncando” también la labor social que desempeña la asociación de mujeres María Coraje desde hace 12 años. “Es un problemón porque tenemos una atención a la ciudadanía muy demandada y no podemos entrar en el centro”, sostienen desde la junta directiva de María Coraje. Esta asociación lleva vinculada la centro desde su fundación, en el año 2000, pero estrechó sus lazos al instalar dentro de sus aulas el conocido como “roperito de María Coraje”.

Esta iniciativa consiste en un “showroom solidario para niños y niñas”, que proporciona ropa infantil a familias vulnerables o monomarentales con falta de recursos, no solo de la zona norte, sino de otros distritos y zonas desfavorecidas de la ciudad, como el asentamiento chabolista de El Vacie. “Estamos deseando que se solucione porque es un servicio muy demandado, tenemos todos los días a familias preguntando por el roperito, ya que estamos en una época en la que los niños y niñas necesitan más ropa y también hay futuras mamás que no tienen recursos”, lamentan desde María Coraje.

Sin recursos para costearse un espacio

En línea similar, Remedios Hierro traslada que “el barrio está inquieto”. “Hay mucha gente mayor, viuda, que está desilusionada, deseando empezar con las actividades porque están faltos de espacios para relacionarse y sentirse cómodos”, continúa la representante del grupo Jacaranda, quien ve peligrar “ese lazo tan importante de cara a la sociedad que hemos creado con el centro”.

La actividad “voluntaria, pero muy necesaria” de atención y servicio a la ciudadanía que ejercen estas entidades ahora mismo se ve “totalmente paralizada” por no poder hacer uso de un centro que se había convertido en su sede, al no poder costearse un espacio propio. “Al final nos vemos perjudicadas las entidades que no tenemos recursos para tener una sede donde llevar a cabo una labor que llega donde la administración no”, deploran desde María Coraje.

“Estamos muy disgustados porque si seguimos así vamos a tener que trasladarnos, pero no tenemos una cuota de socio como para permitirnos alquilar nada y eso supondría romper los lazos que hemos formado con el centro, en el que nuestros asociados están muy integrados”, subraya al respecto Remedios Hierro, incidiendo en que los asociados “se sienten parte” del CEPER, pues durante los talleres se dedican a adornar sus paredes y aulas para fechas señaladas como la época navideña.

Aunque son conscientes de que la recuperación del servicio de portería “va para largo”, no se dan por vencidas y barajan recurrir al Defensor del Pueblo, entre otras acciones. “Pino Montano es un barrio muy reivindicativo”, señala en ese sentido Elena Piñero, recordando que este centro para adultos fue fruto precisamente de una “lucha vecinal por conseguirlo”. Con ese ejemplo como referente, la comunidad educativa y las asociaciones afectadas aseguran que van a seguir demandando una figura profesional que hoy se antoja fundamental, pues “marca que podamos seguir o no” desempeñando una labor social que trasciende al barrio y redunda en el centro.

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