Las mascarillas que llegaron para quedarse
Hasta hace unos meses, ver a alguien con mascarilla por la calle era indicio de alguna enfermedad respiratoria o la costumbre de alguna persona oriental de llevarla a diario y mantenerla en sus vacaciones españolas, pero este elemento, que ahora es obligatorio, ha tenido que pasar su propio reciclaje para adaptarse a las cambiantes modas.
Y no ha sido fácil, porque cuando el 13 de marzo pasado los comercios, como el resto del país, echaron la persiana sin saber cuándo la levantarían, comenzó la incertidumbre para muchos de ellos, y el confinamiento, de hecho, si fue duro para todas las personas en general, fue especialmente complicado para los comercios y empresas en general, que tuvieron que cerrar sus puertas en espera de que volviese la normalidad.
Ahora, una vez que poco a poco se intenta recuperar la vida, llega el momento de que la imaginación y la colaboración entre empresarios sirva para dar un paso adelante, y en ese contexto, las mascarillas se han convertido en un complemento tanto necesario como útil y garantía de seguridad, pero por encima de los diseños clásicos y lisos que hemos visto de siempre por los pasillos de los hospitales, la moda ha llegado también a estos elementos.
En ese punto, uno de los ejemplos que se encuentra en el mercado es el trabajo que realiza la empresa sevillana Balbino Bernal, que decidió en su día asociarse con la idea de Cayro Modas, la firma que, con sus telas, surte de mascarillas las tiendas y la web oficial de la empresa.
Al frente de Balbino Bernal se encuentra José Balbino Arroyo, un hombre que lleva siendo empresario desde los 22 años, y que, como el resto de la gente de su gremio y todos los gremios, ha trabajado durante el confinamiento ampliando el stock de su tienda e intentando idea cómo adaptarse a los nuevos tiempo.
Cuando llegó el momento de activar la venta de mascarillas, ideó un modelo que admite más de sesenta lavados, que mezcla diseños de todo tipo y además tiene una gama para los niños que, desde los seis años, las tienen que llevar.
El siguiente paso era ponerlas en las estanterías físicas de las tiendas o subirlas a su web, y a partir de ahí esperar que los clientes se las colocaran en la cara.
“Es complicado, porque hablamos de un producto que no existía hasta el momento, y ha habido que crearlo casi de cero”, explica el empresario, que destaca que “después de unos meses económicamente desastrosos”, poco a poco “estamos trabajado para salir adelante, y la gente está comprando un producto que hace algún tiempo era impensable que se convirtiese en un artículo de llevar por la calle con toda naturalidad”.
Para intentar innovar y que el producto se distinguiese, las mascarillas fueron dotadas con un lazo para colgar al cuello, “de modo que siempre que se salga a la calle se tenga colgada, y se evite el problema de que, de pronto, nos veamos en mitad de la calle sin la mascarilla”.
Curiosamente, la idea fue planteada cuando todavía su uso no era obligatorio, y al final se ha consolidado como una innovación necesaria, igual que otros compañeros del sector que han entendido que adaptarse al coronavirus exige una serie de movimientos arriesgados pero necesarios.
Ahora, cada día van llegando las peticiones de compras a la web de la empresa, y de los almacenes en Castilleja de la Cuesta van saliendo los pedidos, mientras el sector sigue pensando en cómo moverse dentro de la crisis para capear lo mejor posible los tiempos que corren.
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