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Misión Utopía
Se llama Barriada Martínez Montañés aunque es conocida como las 624 viviendas o Las Vegas. Forma parte del Polígono Sur, uno de los tres barrios más pobres de España, de la mano de otro también sevillano, Los Pajaritos. Son apenas una decena de calles, con nombre de novela. La vía central, que articula la zona de este a oeste, se llama Calle Utopía. Y me pareció chocante.
Este sábado pasado, a media mañana, pasé cerca de allí con el coche. Desde la carretera de Su Eminencia se ve con razonable nitidez el inverosímil grado de abandono social que sufren esos bloques de pisos. Están semiderruidos, con paredes caídas, sin portal, sin ventanas, sin ascensor, sin escaleras. Comidos literalmente por la mierda, convertidos en un vertedero inundado de basura por doquier. Sin embargo, en los bajos hay coches de todo tipo. Turismos, furgonetas, etc… En perfecto estado de revista en muchos casos.
Desplazados por la marginalidad y por años y años de descuido de las distintas administraciones públicas, ya no quedan vecinos y familias integrados allí. Sólo marginalidad. Delincuencia. Tráfico y consumo de sustancias. Víctimas y verdugos mezclados.
Esta barriada es escenario habitual de redadas policiales y tiroteos entre clanes del tráfico de drogas. Los vehículos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado son ya casi los únicos servicios públicos que, de vez en cuando, se atreven a llegar donde ya ni entran carteros, autobuses o camiones de recogida de basura. Ni siquiera el suministro de luz es regular. Los testigos externos no son bienvenidos.
Pasé por allí el sábado dando un rodeo para evitar los cortes provocados por la salida procesional extraordinaria de la Esperanza de Triana hacia el Polígono Sur, donde pasará las dos próximas semanas. La virgen trianera llegó hasta La Oliva, una barriada obrera y humilde pero normalizada, lejos de la situación postapocalíptica de Las Vegas.
Bueno, ella no llegó, claro. Ella es una talla religiosa, una obra de arte. La llevaron. Y no me parece mal, conste. La Hermandad, sus dirigentes, organizan estas procesiones extraordinarias para llevar a la virgen a donde nunca ha estado, para acercarla a los menos favorecidos. Como ya hizo el Gran Poder hace unos meses con Los Pajaritos. No criticaré ese empeño de la corporación trianera que, a buen seguro, llena de ilusión y esperanza a muchos de los vecinos.
Pero ver las imágenes de fervor popular y festivo que se vivieron el sábado a apenas 800 metros de este lugar, que bien podría servir como escenario de cualquier película de ciencia ficción tipo The last of us o The walking dead, me resulta tremendamente paradójico.
Recuerdo que no sólo tenemos en Sevilla dos de los tres barrios más pobres de España, el Polígono Sur y Los Pajaritos. Otros cuatro están también entre los 15 más deprimidos y con menor renta per cápita del país: Torreblanca, Letanías, Polígono Norte y Palmete-Padre Pío. ¿Qué tiene que ocurrir para que volquemos nuestras prioridades hacia lo verdaderamente importante?
Ya escribí hace unos meses aquí mismo sobre la historia y la compleja problemática de estos barrios que conforman el Polígono Sur, especialmente de la barriada Martínez Montañés, pero me repito porque la situación del sábado volvió a removerme. En esta ciudad se nos va la fuerza colectiva en manifestaciones puntuales vinculadas a las hermandades, las tradiciones o el fútbol y dejamos fácilmente de lado lo más importante.
Recuerdo que no sólo tenemos en Sevilla dos de los tres barrios más pobres de España, el Polígono Sur y Los Pajaritos. Otros cuatro están también entre los 15 más deprimidos y con menor renta per cápita del país: Torreblanca, Letanías, Polígono Norte y Palmete-Padre Pío. ¿Qué tiene que ocurrir para que volquemos nuestras prioridades hacia lo verdaderamente importante? Hacia las necesidades de nuestros vecinos y paisanos. ¿Cómo rebelarnos contra esta apatía que nos domina y que hace que casi nadie exija, reclame o suplique soluciones a nuestros gobernantes? ¿En qué convocatoria electoral vamos a pasarles la cuenta?
Este verano, la Junta anunciaba de la mano del Ayuntamiento una ofensiva urbanística para resucitar las Tres Mil Viviendas, incluida la demolición de cuatro bloques de pisos en Las Vegas, cuatro de esos edificios que ya no son más que un esqueleto vaciado por dentro. El plan está previsto que se desarrolle en los próximos cinco años. Veremos los resultados. Ojalá sean positivos. Pero me permitirán ustedes que sea escéptico.
Y aunque respeto y no critico la misión emprendida por la Hermandad de la Esperanza de Triana hacia el Polígono Sur, quiero terminar con dos observaciones: la primera, que ojalá esas salidas extraordinarias se aprovecharan para denunciar los problemas del barrio y reclamar soluciones estructurales y a largo plazo, más allá de la caridad y la liturgia.
La segunda, que me siento mucho más identificado con los vecinos de Alcosa y Sevilla Este que cortaron la noche del viernes el tráfico en la avenida Luis Uruñuela para reclamar la llegada del metro a su barrio que con los miles de sevillanos que se echaron a la calle el sábado para ver pasar a la Esperanza de Triana camino del Polígono Sur.
Sevilla necesita más soluciones reales que procesiones extraordinarias. La ciudad, los sevillanos, debe despertar y reclamar a sus gobernantes en Plaza Nueva, en San Telmo o en Madrid que la sitúen a la altura de su historia y su población. Infraestructuras, empleo, creación de riqueza, servicios públicos de calidad, sanidad y educación entre ellos. Suena a utopía, como la calle del barrio. Parece un sueño inalcanzable pero ya lo explicó Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces, para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Empecemos a caminar y no dejemos de hacerlo. A esa procesión sí me apunto.
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