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Un Orgullo Crítico multitudinario planta cara al World Pride para reivindicar el “espíritu combativo” LGTBI

Manifestación del Orgullo Crítico en Madrid.

Marta Borraz

Como cada año desde hace más de diez, el otro Orgullo sale a las calles con la mirada puesta en 1969. Lo hace cada 28 de junio para hacer coincidir la movilización con el día en que estrictamente se celebra el Orgullo LGTBI. En él se conmemoran los disturbios del bar neoyorkino de Stonewall Inn que, encabezados por mujeres trans y travestis no blancas, hicieron frente a la represión policial hace 48 años.

Pasadas las 18.30, la plaza madrileña de Nelson Mandela, de donde partía la manifestación –para culminar en Plaza España–, ya estaba abarrotada de colores y banderas, pero la marcha ha comenzado a andar más de una hora después debido a la gran cantidad de gente. “Esto es histórico”, afirma un chico con el azul, rosa y blanco de la bandera trans pintada en la cara.

Como un goteo, el espacio se iba llenando de pequeños grupos de personas que, o a título individual o en algún colectivo, querían reivindicar un Orgullo LGTBI en el que “haya espacio para el contenido político”, explica Laura, lesbiana y feminista. Ha venido con dos amigas que asienten mientras esta joven de 21 años asegura que la L de las siglas “tiene que visibilizarse más porque el colectivo sigue poniendo por delante al hombre gay y eso no parece que lo vaya a romper el Orgullo oficial”.

Caras pintadas, purpurina, alegría y música acompañan a los lemas que entona la marcha, al ritmo de batucada, cuya pancarta de cabecera reza: “Disidencia es resistencia”. Muchos son los bloques que este año se han sumado a la movilización. Entre ellos, el Bisexual, Pansexual y Plurisexualidades, al que pertenece Deborah, que rechaza “la imagen unitaria y homogénea que da el Orgullo oficial del colectivo LGTBI”. Este, concluye, “está pensado para ganar dinero”.

Muchas son las demandas de este Orgullo Crítico, que no enfoca su batalla únicamente a las reivindicaciones consideradas LGTBI sino que, además, apuesta por un movimiento interseccional “que luche contra todas las formas de opresión”, como el racismo o el machismo, explica Minia, que tiene 18 años y ha venido con el bloque asexual. “Los asexuales no nos sentimos del todo incluidos en el colectivo y creemos que esta es una forma de reivindicarlo”, explica la joven, que hace hincapié en que al Orgullo oficial “le falta mucho de reivindicación”.

La marcha sigue su camino con la cabecera a punto de entrar en la Puerta del Sol. “Orgullo no se vende, Orgullo se defiende”, exclaman los manifestantes. La magnitud de la protesta hace que cada bloque, grupo o colectivo coree sus propios lemas.

Sección Invertida, Resistencia Sorda, RQTR –el primer colectivo universitario LGTBI, nacido en los 90–, la Asociación de Familias de Menores Trans Chrysallis, Manada antirracista transfronteriza u Orgullo Estudiantil son algunos de los grupos que han acudido, además de miles de personas a título individual que han hecho de la protesta uno de los orgullos críticos de más afluencia de los que se recuerdan.

Andre, solicitante de asilo procedente de Honduras, pertenece al colectivo Manada antirracista transfronteriza. “Más color, más orgullo”, se lee en el cartón con la bandera arcoiris que sujeta una compañera a su lado. El grupo lo forman “personas racializadas y migrantes que somos discriminadas doblemente por ser LGTBI y por el racismo que impera en la sociedad”, explica este joven que cuelga de su espalda la bandera trans. “Hay una realidad de la que no se habla y que existe, hay solicitantes de asilo LGTBI y deben ser visibles”, explica.

Mónica Redondo, activista de la Asamblea Transmaricabollo de Sol, lleva viniendo a esta movilización diez años y afirma que “posiblemente” sea la más multitudinaria a la que ha asistido. “Donde de verdad hay que estar es aquí. Donde los colores del arcoiris están representados es en una marcha como esta, que está insipirada por las revueltas de Stonewall y las del 77 en Barcelona. La oficial ha desvirtuado este precedente”.

Lo mismo opina Iñaki, del colectivo gitano, que afirma no oponerse al ambiente festivo que suele reinar en el Orgullo, pero le reprocha que “todavía cuenta con mucho espacio para la batalla”. Sostiene que el colectivo gitano asiste para enfrentar la homofobia y el antigitanismo: “La homofobia que vivimos dentro, pero también esa concepción social que nos homogeneiza como gitanos en un bloque y vincula como hecho identitario la homofobia”, sentencia.

Crítica y visibilidad

A las críticas que hace el Orgullo Crítico de la fiesta anual en la capital se suma “la deriva neoliberal” y “el mercantilismo” que,  en opinión de muchos manifestantes, ha tomado fuerza durante los últimos años.

“Ay Carmena Carmena, nuestro orgullo no es solo una bandera”, gritan poco antes de dirigir sus palabras a la Ley Mordaza, que el próximo 1 de julio cumple dos años desde su entrada en vigor. Corean lemas contra el machismo, la transfobia y la consideración de la transexualidad como una enfermedad: “La patología es la psiquiatría”.

Alex, del colectivo el Hombre Transexual, asegura que las personas trans “siempre han estado olvidadas” y critica que la celebración del 1 de julio “no nos representa, está copada por empresarios y políticos que solo se acuerdan del colectivo LGTBI ese día por los beneficios”. Alex incide en que, aún así, su colectivo acudirá a la marcha oficial “porque los ojos del mundo estarán puestos en Madrid y es una oportunidad de visibilización”, sentencia.

Así es el Orgullo Crítico

El Orgullo Crítico, que ha tomado diferentes nombres a lo largo de los años, se define como anticapitalista y transfeminista y quiere plantar cara al Orgullo que en esta ocasión ha hecho de Madrid su capital mundial. Por ello, esta edición los activistas que conforman la Plataforma llevan preparando la cita todo el año después de tomar el pulso a la calle el pasado 17 de mayo en una manifestación contra la LGTBIfobia que superó las expectativas.

Herederos de los movimientos más radicales que en los años 90 revolucionaron la escena activista madrileña, como la Radical Gai o LSD, reivindican el “espíritu combativo” LGTBI y reclaman que sus derechos “no son mercancía en manos del capitalismo rosa”. Con ello se refieren a la denominación desde las teorías críticas a la apropiación del discurso LGTBI por parte de la economía de mercado.

La Plataforma nombra como clave la conformación en 2004 de AEGAL, la Asociación de Empresas para Gays y Lesbianas. Aunque la manifestación del 1 corre a cargo de la FELGTB y Cogam, AEGAL gestiona las licencias de las barras o los escenarios, entre otras cosas.

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