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“Solo coloreáis y pegáis macarrones”: el ninguneo a las docentes de Infantil las condena a la precariedad

Siempre que una educadora infantil propone un juego hay una intencionalidad pedagógica detrás.

Deva Mar Escobedo

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Cientos de jóvenes se reúnen de noche en el parque frente a la Facultad de Ciencias de la Universidad de Cantabria. Llevan bolsas, vasos de plástico y licores de dudosa calidad. Pasada la medianoche, el ambiente en este botellón que celebra el fin de los exámenes de acceso a la universidad está animado. Alguien empieza a gritar la frase “Magisterio es un grado medio” y la multitud la corea. Rimando o no, abundan los comentarios que socialmente menosprecian a quienes estudian para algún día enseñar o ya ejercen en Educación Infantil o Primaria.

Además, la valoración social disminuye conforme hablamos de etapas educativas más tempranas. Así, el “quien no vale va para maestro” genérico se convierte en un “si están jugando vale cualquiera” o “total, para lo que hay que enseñar…” en Educación Infantil. Todos estos son comentarios que ha escuchado María, que lleva 30 años ejerciendo como maestra de segundo ciclo de infantil (3-6 años), los últimos en un colegio público de Santander.

Para esta maestra, la cara del poco aprecio por su trabajo la ponen algunas de sus familias, que asegura que la tratan “de niñera”. María cree que para algunas madres y padres ella solo es una persona con la que dejar a su criatura para que pase el tiempo hasta que puedan recogerla después de trabajar.

Ese no es solo su caso, y no es nada nuevo. “Infantil siempre se ha relacionado con un apoyo que se da la familia para que dejen los niños mientras se van a trabajar”, valora Diana Pérez, directora de la Escuela Infantil Patas Arriba y maestra de primer ciclo (0-3 años). Esa es la raíz de la poca valoración de la Educación Infantil, “sobre todo de cero a tres”, según la profesional, que entiende que “los trabajos no dejan conciliar”, pero “no puede ser la escuela la que lo compense”.

Con todo, tanto Pérez como Ana, también maestra de primer ciclo de infantil, creen que la valoración por parte de las familias está mejorando. La segunda, que trabaja en la red de escuelas infantiles del Ayuntamiento de Madrid, ha vivido situaciones en sus 20 años de experiencia como que “familias han llegado con su hijo, que se acababa de hacer caca, y me lo daban para que le cambiase”. Sin embargo, “hace tiempo” que estas cosas no le ocurren. “Desde que las familias son más conscientes de la importancia de criar a sus hijos nos valoran mucho más”, declara Ana.

Esta valoración parece apoyada por datos del Ministerio de Educación. En su portal estadístico, constatan que la tasa de escolarización de la población de entre cero y tres años, que no es obligatoria, llegó en el curso 2022/2023 a máximos históricos al alcanzar un 45,6%, aunque la cantidad en números absolutos sea inferior a otros datos de la pasada década.

“Pero ¿tú no eras lista?”

Las cuatro maestras de infantil que hablan con elDiario.es para elaborar este reportaje coinciden en lo esencial de la educación. En especial, en edades tempranas. “El cero a tres es la etapa más importante en el desarrollo de los niños”. “Estás educando a las personas del futuro”. “En esta etapa hacen aprendizajes esenciales”. Así se expresan. Sin embargo, esta valoración contrasta con la social. Ana, la maestra de la red municipal madrileña, cuenta que a una compañera de carrera le dijeron “¿Vas a estudiar Magisterio de Infantil? Pero ¿tú no eras lista?”.

Diana Pérez, por su parte, señala que este tipo de comentarios aumentan como respuesta a sus reivindicaciones laborales. “Qué hacéis en la escuela, si no se enteran de nada” o “total, para lo que hacéis… qué queréis cobrar”. En el sentido de mejoras salariales, aduce que sería una buena forma de que la importancia de la labor de la maestra de cero a tres años “se reconozca por la administración y, por consecuencia, la sociedad”. 

La directora de Patas Arriba afirma que el reconocimiento institucional es una asignatura pendiente en la Comunidad de Madrid, donde ejerce. Enrique Ossorio, antiguo consejero de Educación madrileño, llegó a declarar durante el confinamiento que “[decir que la educación] de cero a tres se puede prestar online es un insulto a la inteligencia”. “Imagina cómo te sientes como profesional cuando un consejero reduce tu trabajo a cambiar pañales”, cuenta Pérez.

Cerca de Madrid, en un pueblo de la provincia de Guadalajara, Estefanía responde por teléfono a las preguntas de elDiario.es. Es maestra de segundo ciclo de infantil y en cuanto sale de su círculo cercano, formado en gran parte por profesionales de la enseñanza, llegan los comentarios de que “en infantil solo pintáis, coloreáis y pegáis macarrones”. “Las familias valoran más la Educación Primaria porque ven resultados más inmediatos: mi hijo ya lee, ya escribe”, analiza, y señala que “los cimientos se ponen en infantil”: “El comentario es que nos tiramos la mañana jugando, pero es que a través del juego se aprende”, explica Estefanía. Concuerda con ella Diana Pérez, que remata que “cuando una educadora plantea un juego, hay una intencionalidad [pedagógica]”.

Concretamente, Pérez lista esos aprendizajes que, juego mediante o no, se dan en las aulas de primer ciclo de infantil: desde el desarrollo de sus habilidades motoras a comunicarse, pasando por reconocer y expresar emociones básicas o el inicio de la socialización con iguales.

Reivindicando el cero a tres

Hay una relación entre la baja valoración social y peor retribución en la Educación Infantil, sobre todo en el cero a tres, para varias de las fuentes consultadas por elDiario.es. ¿Primero es el menosprecio y luego las malas condiciones laborales, o es al revés? Para Ana, la maestra de la red municipal de Madrid, reivindicar la importancia de su trabajo mejoraría la valoración por parte de la sociedad. “Si salimos a luchar conseguimos que se nos respete y nos valore. Las familias te valoran un montón cuando ven que crees en lo que haces”, considera.

Dentro de la Educación Infantil, la etapa de cero a tres años ha sido la menos valorada por las instituciones. Tanto que ha habido un gran vaivén en el marco normativo estatal: leyes de enseñanza 'populares', como la LOCE (2002) o la LOMCE (2013), han limitado el primer ciclo a su función asistencial; mientras que las normas socialistas han señalado el valor educativo de esta etapa de la mano de la LOE (2006) o la ahora vigente LOMLOE (2020).

A pesar de la mayor valoración hacia el cero a tres por parte de ejecutivos encabezados por el PSOE, se mantiene el carácter no obligatorio de esta etapa. Esto y el hecho de que “para algunas administraciones, el cero a tres sea un servicio asistencial solo encaminado a ayudar con la conciliación familiar” son las claves que explican las malas condiciones laborales de las trabajadoras de esta etapa, según Maribel Loranca, secretaria del Sector de Enseñanza del sindicato UGT.

Por su parte, Pedro Ocaña, secretario de Privada de la Federación de Enseñanza de CCOO, señala un elemento más: la cuestión de género en Infantil, donde el 97,4% del profesorado son mujeres, según los últimos datos del Ministerio de Educación. Este representante de las personas trabajadoras afirma que la poca valoración social y la feminización del sector están íntimamente relacionadas con las malas condiciones retributivas: “Es como si se dijera 'como sois mujeres y madres, tenéis que tener un compromiso moral, y, si las condiciones no son suficientes, pues no pasa nada'. Como si se quisiera imponer la idea de que la consideración de las trabajadoras hacia las niñas y niños pueda justificar la ausencia de reivindicación de derechos”, valora.

Las dos principales reclamaciones para el primer ciclo, declara Ocaña, son el incremento de las retribuciones (actualmente en el SMI para una educadora –titulada de grado superior de FP– y unos 1.400 euros para una maestra) y reducción de la atención directa en la jornada laboral, que ahora se sitúa entre 32 y 39 horas. El sindicalista de CCOO explica el último punto: toda la jornada laboral de las profesoras es lectiva, de forma que “tienen que preparar materiales, hacer programaciones, tutorías... en su tiempo libre”. Por esto, exigen una reducción de la carga de atención directa para poder realizar esa parte de su trabajo dentro del horario laboral.

En octubre y noviembre del año pasado, las trabajadoras del cero a tres salieron a la calle en una serie de días de huelga para decir basta. Con carteles como “Con la vocación en mi casa no se come” o “Se vende: Educadora, 1080€”, las huelguistas querían crear conciencia de su situación de “emergencia” por “la calidad vergonzosa del convenio” que les aboca a una “precariedad eterna”. Con un seguimiento del 80 % en Galicia y Madrid, y del 50 % en el resto del Estado, las organizaciones convocantes consideraron la convocatoria exitosa. Sin embargo, meses después, la negociación del convenio sigue estancada, y los agentes sociales están acudiendo a mediación externa.

El único balón de oxígeno para el cero a tres, de momento, es el compromiso del Gobierno de dotar de más financiación al primer ciclo de infantil; una primera remesa presupuestaria, con cargo a los fondos europeos, ya ha llegado a las autonomías, asevera Maribel Loranca. Ahora bien, con los Presupuestos Generales del Estado prorrogados, este año no se podrá aumentar la dotación, aunque “desconocíamos si había alguna intención de hacerlo. Ya se verá”, termina Loranca.

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