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Conducir hasta Francia para abortar en los 80: “Te jugabas la cárcel, pero teníamos que acompañarlas”

Acciones de la Asamblea de Mujeres de Tudela

Cristina Armunia Berges

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Pudieron llegar a ser más de cien viajes, pero ninguna llevó la cuenta. A finales de los años 70 e inicio de los 80, mujeres como Inma, Txaro y Toña se organizaron para cruzar la frontera desde Tudela (Navarra) hasta Biarritz (Francia) y ayudar a mujeres que querían abortar cuando en España todavía no era legal. Organizar el viaje, arrancar el coche y echarse a la carretera con la dirección de la clínica apuntada en un trozo de papel. Si las paraban, decían que se iban de vacaciones o a ver a otra amiga. No fueron simples conductoras. En el momento en el que comenzaba el periplo, de más de 200 kilómetros, ya se había establecido un vínculo muy fuerte entre la que conducía y la copiloto. “Nunca fuimos un mero medio de transporte. No te encontrabas con una persona que hacía de taxista, sino que ya había habido unas conversaciones y un trato”, relata Txaro, integrante de la Asamblea de Mujeres de Tudela, que participó en su creación en 1979. “Hacías el viaje de unas cinco o seis horas charlando con una amiga y nos íbamos contando cosas o ella iba comentando si estaba o no nerviosa. Y luego, a la vuelta, pasaba lo mismo”, añade.   

Las tres compañeras, que por aquella época tenían poco más de 20 años, recuerdan aquellos días con una sonrisa en la boca, a pesar del miedo que pasaban al cruzar la frontera y de todo lo que suponía para las chicas que decidían abortar. Pero según relatan, era algo que había que hacer. No había más opción, aseguran durante una videollamada. Para atender a la entrevista, han quedado en el mercado de Tudela y sosteniendo sus móviles, contestan pacientes a todas las preguntas. La creación de la asamblea, la violencia machista, los abortos en Francia y Londres. “En aquellos años partíamos de la nada. Había una represión total”, recuerda Inma. “Teníamos que empezar de cero en todos los temas. El divorcio, el aborto, reivindicar incluso un centro de planificación familiar porque es que no había ni pastillas anticonceptivas ni nada. Teníamos que ir clandestinamente a por esas pastillas a un médico de Zaragoza”.

Inma, Txaro y Toña se conocieron hace más de 40 años trabajando. Coincidieron en las fábricas de la zona, en partidos políticos y en los movimientos clandestinos surgidos durante el franquismo.

“Te jugabas la cárcel, pero teníamos que acompañarlas”, dice Inma. “La mayoría de las veces íbamos a Biarritz y, en algunos casos más excepcionales, íbamos a Londres. Pero claro, eso ya era gente con pasta. Gente que incluso estaba en contra del aborto, pero tenían pasta y, cuando les tocaba, se iban a Londres. La gente de a pie, que decimos nosotras, tenía que ir a Francia”, asegura Inma, que se acuerda de algún viaje montadas en un 600. En la frontera, solían decir que se iban de vacaciones o a pasar el fin de semana. “Siempre teníamos algún amigo aquí y allá”,

Hasta 1985, abortar en España era ilegal, exceptuando un breve periodo de tiempo durante la Segunda República. A mediados de los 80 fue aprobada la ley que despenalizaba el aborto en tres supuestos: riesgo grave para la salud física o mental de la embarazada, violación o malformaciones del feto. Durante las décadas de los 70 y 80, las mujeres que podían permitírselo, porque había que pagar el viaje y la clínica, salían al extranjero para interrumpir su embarazo. Las que no podían costeárselo se veían abocadas a los abortos clandestinos.

Viajes a escondidas y nombres en clave

“La primera ley que salió era un churro”, explica Toña, en referencia a la ley de supuestos del 85. Recibieron “con mucha desilusión” aquella primera norma. “Con todo lo que habíamos pasado... empezaron con los plazos y con que no era para todas. Aunque sí que dio un poco de apertura, porque enganchándote a estas cosas, había médicos y sanitarios que accedían”. Al haber un marco legal, los pasos posteriores eran claros: ampliar el acceso más y más.

Durante mucho tiempo, el Movimiento de Mujeres de Tudela fue referente dentro del movimiento feminista de Navarra. Las mujeres acudían a la plataforma para pedir información y para pedirles ayuda para ir a abortar. “Todo dependía de la mujer que fuera. Había mujeres que lo consultaban con su pareja, entonces íbamos con la pareja o iban ellos solos”, relata Inma. En otros casos, no lo consultaban con nadie. “Ni con el marido, ni con los padres, o era gente joven y las teníamos que acompañar. Con la dirección, pues íbamos hasta allá, montándote una coartada por si te paraban en la frontera”. Antes de partir se tenían varios encuentros en los que entre todas evaluaban la situación.

Lo financiaban como podían y ejecutaban los viajes en clandestinidad, con nombres en clave y con una única integrante de la plataforma por viaje. “Si había algún problema, siempre era mejor que fuera una sola, para que no se cargasen a dos de la asamblea”, razona Toña. “Creo que fue muy importante la labor que hicimos en lo del aborto, pero yo creo que la comisión de malos tratos también fue una labor muy importante”. Toña cree que, de alguna manera, el aborto se ha normalizado, “aunque haya problemas o médicos que no quieran hacerlo”. Sin embargo, considera que con la violencia machista no se ha mejorado tanto.

“Destacaría que el movimiento feminista tuvo una actitud generosa y con consecuencias en plena clandestinidad”, comenta Txaro. “La mayor parte de las veces se financiaba, o bien por recursos que teníamos las asambleas, porque poníamos una cuota mensual, o bien porque recaudábamos dinero. El viaje no nos lo pagaba nadie. Tampoco las posibles consecuencias, los riesgos”.

Inma, que se hacía llamar Sara, cree que, en aquella época, desde la creación de la plataforma hasta el 85, pudieron hacer más de cien viajes a Francia. “Se te podían juntar en un mes dos, tres o cuatro. Atendíamos a mujeres no solo del entorno de Tudela, también de otros sitios como Pamplona”, aclara Txaro.

Se hicieron amigas, condujeron, buscaron las clínicas a las que acudir e incluso cuidaron de los niños de las mujeres que tenían que ir hasta Francia, porque en algunas ocasiones, acudían con sus hijos y no tenían dónde dejarlos para que nadie se enterase. Siempre encontraban soluciones a todas las dificultades. “Cuando estás en apuros te sueltas, hablas y creas. Ante problemas, creas muchos lazos de unión. Y luego, cuando íbamos con ellas, íbamos con normalidad”, destaca Inma.

Las tres tienen claro que la sociedad no permitiría dar un paso atrás en cuanto a la ley del aborto, es decir, ven imposible la vuelta a una ley de supuestos como han sugerido cargos del PP como el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. “Hoy creo que no dejaríamos que nos quitasen eso, saldríamos a la calle”. Así fue en 2014, cuando el entonces ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, intentó poner en marcha una norma más restrictiva frente a una enorme oposición social y feminista que le costó el puesto.

Se defendieron del machismo y de la explotación laboral unidas en su plataforma, que sigue en funcionamiento. “A las mujeres no se nos escuchaba o se nos escuchaba poco. Era necesario que nos juntásemos aparte, para sentarnos a hablar, para ver nuestros problemas”, añade Inma. “Ahí nos conocimos y así seguimos. Luego, hemos sido un grupo de amigas que nos íbamos a cenar los viernes después de la reunión. Y seguimos siendo amigas”, zanjan las tres y se miran cómplices antes de despedirse. 

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