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La directora de un centro de menores: somos su única oportunidad, no podemos fallar

"Cuando un proyecto educativo es integral e individualizado es muy difícil que el resultado sea malo; lo habitual es que los chicos cumplan los objetivos de integración y de normalidad", afirma Judit García.

EFE

Madrid —

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Los centros de menores tutelados son la “única oportunidad” para estos jóvenes que “llevan una mochila cargada de abandono y abusos”. Así lo afirma en una entrevista con Efe la directora de una de estas instituciones, Judit García, a quien le “sobrecoge” escuchar casos de chicos tutelados víctimas de explotación sexual.

García, directora del centro de menores 'Rosa Peñas' de la comunidad murciana, califica de “terrible” que cualquier menor que está protegido por el sistema se vea en una situación así, pero afirma que la experiencia en la institución que dirige es “completamente diferente”.

“Son historias con unos desenlaces y unos desarrollos diferentes, son casos de éxito y de integración, nada que se parezca a eso”, cuenta en una entrevista con Efe, al referirse al caso de 16 menores tuteladas en un centro de Baleares que han sido prostituidas, según admitió esta semana la propia institución.

En el centro de protección 'Rosa Peñas' viven 72 menores. Hay tres unidades asistenciales, cada una de ellas con 24 niños, porque “es muy importante que los programas sean individualizados y con un seguimiento adecuado”, aclara la responsable.

“Cuando un proyecto educativo es integral e individualizado es muy difícil que el resultado sea malo; lo habitual es que los chicos cumplan los objetivos de integración y de normalidad”, afirma Judit García.

“Cuando te llega un niño que se ha jugado la vida en una lancha de plástico en el mar, intentas conocer su historia y descubres que su padre falleció cuando tenía cuatro años, su madre ha tenido otros tres hijos con padres distintos y ejerce la prostitución; que a los doce años tuvo que buscarse la vida y decidió venir a España, pones en marcha toda la artillería educativa”, narra esta directora.

La atención que se presta en los centros de protección incluye no solo su formación, sino también atención psicológica y acompañamiento para “intentar reparar” los daños de su vida anterior. “Se trata de propiciar que tenga una expectativa de vida fructífera y encuentre una oportunidad cuando sea mayor de edad, como un ciudadanos más”.

No hay que olvidar, explica a Efe Judit García, que se trata de colectivo muy vulnerable que “carga con una mochila de vida muy compleja”, por lo que estos centros y el sistema de protección de menores se convierten en “su única vía para salir de la exclusión social”.

Por ello, plantea que el principal objetivo de los centros es “normalizar” la vida de estos niños e intentar que se asemeje al funcionamiento de un hogar cualquiera.

“Un día normal pasa por levantarse por la mañana, dejar ordenada la habitación, asearse, desayunar y salir al recurso escolar y formativo. Los menores de 16 años hacen la ESO y los mayores pueden estar en FP o en otros niveles educativos, según sus intereses laborales de cara a la mayoría de edad”.

Después vuelven al centro para comer, descansar y participar en actividades programadas, como el estudio, el deporte o los talleres educativos. Por último, “cena y a dormir”, cuenta la responsable de la institución.

A la pregunta de si estarían mejor con una familia de acogida, responde: “Todos tenemos claro que el espacio natural y más adecuado para que un menor de edad se pueda desarrollar adecuadamente es una familia, pero no podemos obviar que eso no siempre es posible. Muchas veces los menores necesitan tiempo para recibir una primera atención y para estar preparados para ir a una familia”.

Pero en este ámbito no se puede generalizar, cada niño tiene unas circunstancias y la solución debe darse de acuerdo a la “individualidad” de cada niño.

Según los últimos datos oficiales -correspondientes al año 2018-, casi 50.000 niños fueron atendidos por el sistema de protección en 2018, frente a 47.493 en 2017.

El número de niños en acogimiento residencial (centros de menores) registró un fuerte incremento: de 17.527 en 2017 a 21.283 en 2018, principalmente por el aumento de llegadas de menores extranjeros no acompañados. En acogimiento familiar estuvieron 19.545 (19.004 el año anterior).

Las cifras cambian con facilidad porque estos jóvenes dejan de estar tutelados al cumplir los 18 años o porque algunos salen del sistema al volver con familiares cercanos, como abuelos o tíos.

Esos son también los principales motivos por los que abandonan los centros, aunque en muchas comunidades autónomas siguen vinculados más allá de los 18 años, con programas centrados en emancipación, acompañamiento social y orientación laboral. “No pasan directamente a tener que buscarse la vida; todos los niños que abandonan el centro tiene un nivel de éxito muy alto”, destaca.

Judit García, que en el centro muchos de los niños la llaman como su “madre de España” explica con entusiasmo que tienen experiencias “increíbles” de integración y de proyectos de éxito cuando son mayores de edad: “Niños que van a clase por la mañana y por las tardes están trabajando en un taller de coches”.

Por eso, esta responsable de un centro de menores confiesa que conocer las noticias sobre el caso de Baleares “sobrecoge y sorprende” a cualquier persona que trabaje en el sistema de protección“.

“No representan lo que pasa con un colectivo y no se corresponde con la realidad”, concluye.

Por Ana Rodrigo

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