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La natalidad se desploma mientras la congelación de óvulos bate récords
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España retrasa la maternidad: así se desploma la natalidad mientras la congelación de óvulos bate récords

Natalidad óvulos

Yuly Jara / Ainhoa Díez

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Hasta después de los 35 años Julia no se planteó tener hijos. Primero no le apetecía “cargar con esa responsabilidad” y luego fueron los trabajos precarios e inestables los que la llevaron a retrasar la decisión hasta después de los 30. Cuando su situación económica mejoró, optó por congelar sus óvulos. “Decidí pagar para ganar tiempo, para cuando encontrara una pareja estable y poder plantearme ser madre con mis óvulos cinco años más jóvenes”, asume.

Desde hace una década España arrastra una tendencia a la baja en el número de nacimientos. El año 2024 no ha sido distinto y ha alcanzado un nuevo mínimo histórico: 318.005 bebés en todo el país, unos 100.000 nacimientos menos que en 2014. También ha batido otro nuevo récord: menos madres menores de 35 años que nunca, una edad en la que la fertilidad de las mujeres empieza a descender más pronunciadamente y aumentan las dificultades para concebir, según recuerda la Guía para el Estudio y Tratamiento de la Infertilidad de la Organización Mundial para la Salud. 

Al tiempo que cae la natalidad y baja el número de madres jóvenes, se produce un auge en la congelación de óvulos, los nacimientos por reproducción asistida y las clínicas de fertilidad. Se genera así la paradoja de un país en el que hay menos niños, pero donde las mujeres intentan extender sus opciones de ser madres todo lo posible.



Según los últimos datos de la Encuesta de Fecundidad, el 72% de mujeres de entre 25 y 29 años desean tener dos hijos o más, y casi la mitad de mujeres mayores de 45 años desearía haber sido madre. La realidad es que las mujeres en España acaban teniendo 1,1 hijos de media. “No es que las mujeres no quieran tener hijos”, aclara Elisa Gil, ginecóloga especialista en medicina reproductiva y miembro de la junta de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF). “Las habrá que no, lógicamente, pero las mujeres quieren seguir teniendo hijos. Esta brecha entre la natalidad real y la deseada es donde tenemos que ahondar”, agrega. 

Una brecha donde el deseo de ser madre y el momento biológico ideal no siempre coinciden por la precariedad laboral, el difícil acceso a la vivienda, la dificultad de encontrar pareja unida a la falta de corresponsabilidad en la crianza, la penalización de la maternidad en el mercado laboral y la falta de políticas reales a favor de los cuidados, según explican distintos expertos consultados por este medio. 

“Infertilidad estructural”

Cuando las condiciones sociales, económicas y políticas dificultan la concepción y crianza de los hijos se habla de “infertilidad estructural”. En este tipo de contextos desfavorables las mujeres retrasan la decisión de ser madres a la espera de que se dé una situación más adecuada. 

“Si estructuralmente se retrasa la maternidad, las mujeres que se lo pueden permitir se guardan las espaldas para poder tener hijos en el futuro”. Así lo explica Ariadna Ayala Rubio, doctora en antropología social especializada en reproducción asistida y parentesco y profesora en la Universidad Complutense de Madrid. “La congelación es una opción que es bueno que la población conozca, pero puedes conocerla y aun así no poder acceder a ella”, añade Dolors Manau, Jefa de la Unidad de Reproducción Asistida del Hospital Clínic de Barcelona. “No es un tratamiento infalible y, además, lo natural es que la mujer o la pareja puedan tener hijos cuando ellas quieran”.

Las mujeres que congelan sus óvulos se han multiplicado casi por 30 en una década en España. En 2014, al menos 1.132 mujeres congelaron ovocitos o embriones, ocho años después la cifra ha crecido hasta las 5.011, según los datos de la Sociedad Española de Reproducción (SEF). Estas cifras no incluyen a quienes recurren a la congelación por cuestiones médicas-oncológicas. 



Madres mayores de 35 años

Desde 1975 hasta la actualidad, la tendencia está clara. Cada vez se tienen menos hijos y la maternidad se retrasa. Si hace 50 años las madres de menos de 35 años eran 9 de cada 10, ahora representan 6 de cada 10. 

“Lo que hemos visto, con el paso de los años, es que de 25 a 29 se ha ido pasando a 30 a 34 y ahora se va moviendo hacia edades más avanzadas hasta que llega la menopausia, que es un límite biológico”, explica el demógrafo y profesor de Sociología en la UCM, Alberto Sanz, quien advierte de que esta tendencia va a intensificarse si no se hace nada al respecto. “En realidad, el problema no es que las mujeres quieran decidir sobre su cuerpo ni sobre su futuro laboral. El problema es que la sociedad no da las oportunidades, los recursos necesarios para decidir acerca de cómo y cuándo se pueden tener los hijos”, añade. 



El cambio de tendencia en las edades para ser madre es común en toda España, pero es más pronunciado en las comunidades más envejecidas y también menos dinámicas a nivel migratorio. En Galicia, Euskadi y Cantabria casi la mitad de los nacimientos registrados en los últimos años ya son de madres mayores de 40 años. Vemos el aumento de este grupo de edad en el gráfico y también cómo se acorta cada vez más la diferencia entre las madres mayores y menores de 35 en todo el territorio español. 


Madres cada vez más mayores en todas la comunidades

Evolución del porcentaje de nacimientos según la edad de la madre en cada comunidad desde 1975 hasta la actualidad

Fuente: INE


Esta caída de la natalidad es un fenómeno mundial. El número de hijos por mujer en todo el mundo se ha reducido a la mitad en el último siglo con 2,2 nacimientos por mujer, una tendencia que se repite en países distintos como Estados Unidos, India, Dinamarca, Colombia, Kenia o China. España está junto a Italia o Japón entre los 20 países con la natalidad más baja en todo el mundo. Y es el segundo país de Europa con menor promedio de hijos por mujer, solo por detrás de Malta. 

Este descenso no se puede atribuir a un único factor: guarda relación con cambios en la mentalidad y las prioridades, un mayor nivel educativo, la incorporación de las mujeres al empleo remunerado, menos presión social, el modelo de familia y la llegada de los anticonceptivos, píldoras y preservativos, que en España se despenalizaron a partir de 1978. También por la falta de políticas de apoyo a favor de la crianza y la desigualdad salarial y de reparto de cuidados. 

En dos décadas, las mujeres españolas han pasado de tener su primer hijo a los 29 a tenerlo a los 32 años. También ocurre entre las mujeres de origen extranjero, pese a que tienden a tener más hijos y contribuyen más a mantener la natalidad. 



Cambios en la mentalidad

Entre todos los cambios, el de mentalidad y el modelo de familia han tenido un gran peso. “Vivimos en una sociedad en la que los individuos tienen unas expectativas importantes de cara a su vida. Y entonces la paternidad y la maternidad siguen siendo experiencias importantes, pero no son las experiencias centrales”, destaca el demógrafo Alberto Sanz. También influye que “cada vez se es menos consciente de que la fertilidad tiene un tiempo y de que llega un momento en que no es fácil tener un hijo mediante el embarazo natural”, explica Isabel Gil, profesora titular de Antropología Social en la UCM. “Es lo que antes llamaban vulgarmente como ‘se te pasa el arroz”, incide.

En el caso de la formación educativa, las mujeres con estudios superiores, que suelen ser las que también acceden a puestos de trabajo más estables y mejor remunerados, suelen tener menor fecundidad. Tal y como apunta Alberto Sanz, una mayor educación también exige más años de formación con lo que la posibilidad de tener hijos se plantea más tarde: “Hay una apuesta muy alta para ingresar en un mercado laboral que es muy exigente, muy competitivo, y que evidentemente aparta a las mujeres de cualquier otra actividad que les pueda distraer de eso”.

“Para muchas mujeres con estudios, la maternidad es un coste de oportunidad muy elevado y deciden posponer y acaban, a la larga, teniendo menos hijos”. En España, el coste de la maternidad en el mercado laboral comienza con el nacimiento del primer hijo, donde los ingresos de ellas se reducen un 11% durante el primer año mientras que en ellos se mantiene, según constató el Banco de España en 2020. Una brecha de género (ya que los padres no la sufren) que se arrastra y que 10 años después asciende hasta el 28%.

Eso sí, aunque la economía familiar es un factor a tener en cuenta, la renta per se no guarda relación con una mayor o menor fecundidad, según detalla Sanz, quien ahonda en que son los escenarios de incertidumbre lo que influye en tener hijos o no. En un contexto en el que el acceso a la vivienda es difícil y donde las parejas ni siquiera pueden pagarse una vivienda con su propio sueldo, comenta, “no es tanto el dinero que tengas” sino que “simplemente no ves la posibilidad de tener confianza [en el futuro] porque no sabes si vas a poder conservar esa vivienda o te van a subir el alquiler y lo vas a tener que dejar o vas a tener que volver a vivir con tus padres”. 

De hecho, ni siquiera los famosos “cheque-bebé” son una solución determinante porque, aseguran los expertos, aunque las ayudas sociales son importantes, son puntuales. “La maternidad y paternidad son para siempre, por eso se necesitan cambios troncales, que conviertan a nuestro entorno y realidad en un lugar seguro y accesible a las familias y a los hijos”, declaran desde la SEF. 

Un asunto de toda la sociedad

De esta manera, el retraso de la maternidad tiene que ver más con las condiciones económicas y laborales, que son ajenas a las decisiones de las mujeres. “Esto no es un problema biológico-médico o de decisión de las mujeres sino un problema de salud del país, siempre se carga con que la mujer se retrasa, pero se retrasa la mujer y la pareja que tiene al lado. No es la mujer la culpable, sino la manera en que vivimos”, incide Manau.

Eso no quita para que las mujeres sí carguen con una sensación de culpabilidad impuesta, tanto para las que no desean ser madres como quienes sí quieren serlo, pero la retrasan. Julia lo siente y lo ve en su círculo cercano. “Hay una culpa no explícita de: '¿cómo quieres ser madre si te pones con 38 años? Ahora solamente te queda in vitros'. Existe una tendencia a culpabilizar”, lamenta.

“El retraso de la edad de la maternidad no puede resolverse solo en una clínica”, incide en esta entrevista a elDiario.es la experta Sara Lafuente‑Funes (2024). Su estudio “Reflexiones críticas sobre la política reproductiva”, enfatiza en cómo el retraso de la maternidad se está abordando de manera privada e individual, pero no desde la esfera colectiva ni política: “Las tecnologías les dan tiempo en un entorno que las deja solas para resolver la maternidad (o su ausencia) en medio de la incertidumbre y la soledad”. 

Dado el contexto, cada vez más mujeres recurren a la opción de congelar sus óvulos. “Aunque las mujeres decidan postergar su maternidad, los ovarios siguen envejeciendo pronto”, especifica la ginecóloga Manau. Todo ello para “ganar tiempo” y poder tener descendencia en el futuro. 

Una medida que en España es posible desde la aprobación en el año 2006 de la ley sobre técnicas de reproducción humana asistida y que se ha vuelto una opción cada vez más recurrente. Pero esta técnica, recuerdan las expertas consultadas, es solo un parche y no es apta para todos los bolsillos. “Aunque algunas se encuentran en situaciones más precarias, estas mujeres están bien ubicadas dentro de los sistemas socioeconómicos españoles”, detalla el informe de Lafuente. 

Este tratamiento, sin incluir el precio de las fecundaciones, incluye la vitrificación (el proceso de congelación), que ronda los 2.000 euros iniciales, a lo que se suma una cuota por mantenerlos que va de los 150 a los 400 euros al año. A eso se añade el coste de la medicación para la estimulación ovárica, que oscila entre 800 euros y 1.000 euros, según la información online de varias clínicas, que también ofrecen financiación bancaria. 

Reproducción asistida

Otro síntoma del retraso de la maternidad guarda relación con las fecundaciones in vitro o inseminaciones artificiales, a las que acuden quienes tienen dificultades para concebir en las que el elemento de la edad es clave. 



En 2014, los niños nacidos por fecundación in vitro o inseminación artificial representaban un 6% del total. Para 2022, uno de cada diez bebés que nacieron en España ya lo hicieron por alguna técnica de reproducción asistida.

La falta de medidas estructurales reales que mejoren las condiciones de vida es lo que explica, en parte, la tendencia que ha hecho que España haya pasado de un crecimiento poblacional de 10 por cada mil habitantes en los años 70 a una década en la que muere más gente de la que nace. 

Desde el año 2008, el movimiento natural de la población está en descenso, es el síntoma del envejecimiento de la población unido a una persistente caída de la natalidad.



Una caída que hasta el momento solo se aborda con soluciones parciales como las ayudas económicas puntuales o las técnicas de reproducción asistida. Unas tecnologías sobre las que hay una proyección “excesivamente optimista”, según detallan las expertas, que da a mujeres como Julia la sensación de poder “ganar tiempo”, pero que no mitigan la “infertilidad estructural” que continúa condicionando cuándo y cómo ser madre para quienes lo desean.

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