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Una india, un boliviano y una zimbabuense se unen contra el cambio climático

Una india, un boliviano y una zimbabuense se unen contra el cambio climático

EFE

Bangkok —

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El boliviano Martin Vilela, la india Vidya Dinker y la zimbabuense Mela Chiponda viven en continentes diferentes, pero padecen un problema común que han venido a denunciar ante la ONU en Bangkok: el cambio climático.

Vilela, Dinker y Chiponda forman parte de los activistas y representantes de la sociedad civil que asisten a la conferencia sobre el cambio climático que se celebra en la sede de Naciones Unidas en la capital tailandesa hasta el domingo.

Mientras los delegados negocian sobre porcentajes y tecnicismos en el moderno edificio de tejados verdes del organismo multilateral, las ONG se manifiestan cada mañana para denunciar el daño ecológico del carbón, las sequías intensas que destrozan comunidades enteras o incluso los activistas asesinados por defender el medio ambiente.

Chiponda, oriunda de la provincia zimbabuense oriental de Manicaland, lleva trece años trabajando contra la economía extractiva y para empoderar a las mujeres en diversos países de África a través de la ONG WoMin.

La zimbabuense denuncia que el calentamiento global causa olas de calor y sequías extremas en Zimbabue que obligan a los hombres a emigrar o a cometer suicidio debido a las deudas, mientras que la extracción de carbón contamina las tierras de cultivo.

“He visto que hay carencia de alimentos, nuevas enfermedades entre los niños que antes no se veían; los hombres emigran a Mozambique y las mujeres se quedan solas al cuidado de los niños y los ancianos”, explica a Efe.

Chiponda opina que es urgente que los países abandonen los combustibles fósiles y que las personas cambien sus hábitos de consumo para no contaminar.

El boliviano Martin Vilela, de Plataforma Boliviana frente al Cambio Climático y residente en La Paz, explica que el clima extremo causa en su país inundaciones en las áreas amazónicas o sequías que secan lagos enormes como el Poopó (con ayuda de las explotaciones mineras).

“El cambio climático está afectando a muchas comunidades pobres que día a día viven situaciones muy adversas”, dice Vilela, quien cree que las negociaciones en Bangkok no están abordando “soluciones estructurales” y ni siquiera “pequeños avances” contra el cambio climático.

Vidya Dinker recuerda emocionada la marcha el año pasado de granjeros con ratas en la boca, como símbolo de la falta de alimentos, y las calaveras de agricultores que se suicidaron por las deudas en medio de sequías severas, desde la sureña Tamil Nadu hasta Nueva Delhi.

“Las viudas se quedan solas con las deudas que van aumentando y el cuidado de los niños”, lamenta la activista de Mangalore, en el sureste indio.

El clima extremo también se manifiesta en India con las inundaciones que mataron ese año a 445 personas en el estado de Kerala o dejaron sin casa a 24.000 personas en Assam.

Dinker explica a Efe que el cambio climático incluso altera la polinización del jazmín, una flor que los cristianos cultivan, los musulmanes venden y los hindúes usan en sus templos, un ejemplo de armonía entre estas comunidades a menudo enfrentadas.

Otras víctimas del cambio climático hablan de corrimientos de tierra e inundaciones cada vez más frecuentes en el norte de Tailandia, proliferación de centrales de carbón en Filipinas o la pérdida de tierras de cultivo debido a la erosión marina y la salinización en Bangladesh.

Activistas que luchan contra las empresas contaminantes son asesinados en Brasil, Filipinas o Colombia.

El cambio climático también afecta a Australia, que sufre una de sus peores sequías, o Europa, donde la falta de agua afectó a un tercio de los cultivos en Polonia y en Escandinavia los renos andaban hambrientos en medio de una ola de calor e incendios sin precedentes este verano.

Los negociadores de la ONU en Bangkok tienen que preparar un documento de directrices y normas para su aprobación en la próxima Cumbre del Cambio Climático (COP 24) en Polonia en diciembre con el objetivo de que las temperaturas no superen este siglo los 1,5 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales.

Las ONG piden que, además de las estadísticas, se acuerden de los derechos humanos de las comunidades más pobres que pagan muchas veces con sus vidas los efectos del calentamiento global.

Por Gaspar Ruiz-Canela

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