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La primera ola de calor del verano deja dos muertos pese a la prohibición de trabajar en condiciones extremas

Un trabajador se refresca mientras realiza trabajos de pavimentación en el centro de Madrid, en alerta por temperaturas extremas.

David Noriega / Víctor Honorato / Paula del Toro

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El primer episodio de calor extremo registrado este verano se ha saldado ya con la muerte de dos trabajadores. El domingo, en el municipio sevillano de Aznalcóllar, un agricultor de 47 años fallecía a causa de un golpe de calor mientras realizaba labores en el campo. El martes, otro hombre de 46 años moría en Cinco Casas, Ciudad Real, por la misma causa. Entre medias, la Consejería de Sanidad y Servicios Sociales de Extremadura informaba de la hospitalización de dos trabajadores de 61 y 56 años, uno de ellos en la UCI por las altas temperaturas.

La semana comenzó con Aragón, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Catalunya, Extremadura, Madrid, Comunitat Valenciana y Andalucía en alerta por temperaturas extremas, que se extendió al martes y con termómetros que alcanzaron hasta los 44 grados. “Estamos en un episodio de ola de calor. Es la primera del verano de 2023 y llega en junio”, alertaba la Agencia Estatal de Meteorología. Desde 2011, España ha vivido seis episodios de este tipo en este mes, una más que en el periodo de 1975 a 2010.

Las previsiones para 2023 en cuanto a calor no son las más halagüeñas. La AEMET ya estimaba que podía situarse entre los cinco más cálidos de los últimos 30 años, tras una primavera “extremadamente cálida y muy seca”. La gran novedad este periodo estival es el decreto publicado en el BOE en mayo que incluía medidas expresas para hacer frente a las altas temperaturas. Realmente, la nueva normativa reconocía expresamente el riesgo por calor, que las empresas ya debían contemplar, y se refería concretamente a “trabajos al aire libre y en los lugares de trabajo que, por la actividad desarrollada, no puedan quedar cerrados”.

La norma obligaba a las empresas a evaluar los riesgos derivados del calor, establecer planes de prevención, que pueden incluir la reorganización o los cambios de horarios y, en último término, prohibir trabajar en determinadas franjas horarias, las de las horas centrales del día, en las que se registran las mayores temperaturas. Por ejemplo, en Almería, los trabajos de construcción se han limitado de 8 a 15 horas y en Cádiz, de 7.30 a 14.30 horas durante los meses de julio y agosto.

Sin embargo, la nueva normativa impulsada por el Ministerio de Trabajo de Yolanda Díaz avanza a diferentes velocidades ante la llegada de las primeras alertas en buena parte del territorio. Este lunes, el delegado del Gobierno en Andalucía, Pedro Fernández, envió una carta a 23.600 empresas de la región instándolas a que adopten las medidas necesarias ante la previsión de termómetros disparados. El martes, Manuel, un empleado del Ayuntamiento de Córdoba, reconocía ser uno de los afortunados porque, pese a que tuvo que trabajar en la calle por la mañana, sí ha visto reducida su jornada. “Nos han dicho que ya mismo nos quitemos de la calor”, explicaba a Cordópolis, mientras su compañero aseguraba que trabajar con estas temperaturas “está fatal”. Informa María Berral (Córdoba).

Marta, nombre ficticio, es asesora comercial y también trabaja en Córdoba. “Mi horario sigue siendo el mismo, de 10 a 14 horas y de 18 a 21”, explica. Pese a esquivar esas horas donde los termómetros suelen alcanzar las máximas, las altas temperaturas se hacen notar durante toda la jornada. “El lunes, cuando llegué por la tarde había 45 grados”, cuenta antes de indicar que su familia tiene que socorrerla: “Vienen a traerme algún refresco o agua, pero en nada se calienta”. En su caso, tampoco ve práctico estar en la calle, porque sus clientes “comienzan a salir a las 20.30 horas y prefieren irse a los centros comerciales”.

Camino de los 36 grados a la sombra y a las 14h, a Daniel, de 23 años, también le asaltan dudas sobre el sentido de la existencia en su puesto de trabajo, que consiste en despachar churros y chocolate a los clientes que incomprensiblemente hoy, a esta hora y con este calor, se atreven a pedir media docena. “Estamos de puta madre, pero en sentido contrario”, dice Daniel, que cuenta que cada dos horas bebe siete litros de agua y que suda tanto que no tiene que ir al baño. “Hoy ya no abrimos por la tarde”, dice la encargada, Julia Domínguez, de 24 años, que en una pausa sale del puesto y explica por teléfono a su interlocutor: “Estoy aquí fuera, porque madre mía”.

La muerte de un agricultor en la provincia de Sevilla por un golpe de calor abría la lista fatídica del año y evidenciaba las altas temperaturas como un riesgo laboral. “No es un riesgo nuevo, lo tenemos controlado desde hace muchos años, pero no se iban incorporando a las evaluaciones de riesgos laborales”, explica el secretario confederal de salud laboral y sostenibilidad medioambiental de Comisiones Obreras, Mariano Sanz. Desde el sindicato indican que han detectado “una mayor sensibilización por parte de los trabajadores y las trabajadoras y de algunas empresas en cuanto a protocolarizar las medidas”.

No me importa ir a las nueve de la mañana si a la una del mediodía podemos terminar. De momento nos han dicho que será solo esta semana, porque se sabía que íbamos a llegar hasta casi los 40 grados, pero ojalá lo dejen así todo el verano

Guille Reclutador de Cruz Roja

En general, “ha habido adaptaciones en el marco de modificar las condiciones de trabajo”, pero no tanto en la prohibición del trabajo en sí mismo, que sería la última medida en caso de que se no se pueda garantizar la salud y la seguridad del personal. Guille tiene 20 años y trabaja como reclutador de socios para Cruz Roja en el centro de Madrid. La empresa mantuvo una reunión con sus empleados y empleadas para comunicar una serie de recomendaciones, como que lleven gorras y agua, y desde que recibieron la alerta de la AEMET han adelantado una hora el horario. “No me importa ir a las nueve de la mañana si a la una del mediodía podemos terminar. De momento nos han dicho que será solo esta semana, porque se sabía que íbamos a llegar hasta casi los 40 grados, pero ojalá lo dejen así todo el verano”, explica el joven, que reconoce que, pese a la adaptación, van a tener “que estar buscando la sombra todo el rato porque estar más de cinco minutos al sol es imposible”.

355 muertes por golpe de calor y deshidratación

Mientras la AEMET mantenía el martes la alerta por calor en ocho comunidades, el Instituto Nacional de Estadística publicaba los datos provisionales de defunciones según la causa de muerte. Hay datos clarificadores. Entre los meses de mayo y agosto de 2022, cuando se vivió el verano más caluroso desde que comenzaron los registros, en 1961, fallecieron por un golpe de calor o deshidratación en España 355 personas, un 88% más que en 2021 (189) y más del doble que en 2019 (156).

Odalis Medina tiene 49 años y recuerda que el año pasado hubo un trabajador de la limpieza de Madrid que falleció por un golpe de calor en el momento de mayor solana del día. La empresa no admitía la flexibilidad horaria y el alcalde se desentendió del problema, que despejó a la Inspección de Trabajo. “¿Qué podemos hacer? Esas son cosas de la empresa, del Estado...”, se pregunta este jardinero, cargado con agua y protección solar en la mochila y turnos de 8 a 16 horas en tandas de una, dos o tres horas seguidas. Al menos, dice, gana un sueldo que le da para pagar la vivienda. Otros empleos tienen mejores condiciones laborales, aunque es difícil sonsacarle detalles al agente de policía nacional que da pasos cortos frente a la verja de acceso al Tribunal Constitucional, en el mismo barrio. “Esto son 365 días al año, 24 horas al día. Sabíamos dónde nos metíamos”, dice, retando a los elementos, mientras se le forman pequeñas gotas de sudor en la cara, bajo la gorra.

Roy Bryan también tiene una gorra reglamentaria, que está obligado a ponerse. “Me hace la cabeza pequeña”, se excusa para saltarse la norma impuesta por la gerencia de la pequeña gasolinera urbana en la que trabaja. Tiene 20 años y compagina el trabajo con los estudios, un grado medio de formación profesional en telecomunicaciones, entre cliente y cliente. La caseta tiene roto el toldo, así que el calor se tolera peor. “De dos a cuatro de la tarde son las horas clave”, dice. Pablo es de su misma quinta. Tiene 23 años y espera por un pedido en la puerta del supermercado Carrefour de la glorieta de Cuatro Caminos, punto de encuentro habitual de riders. Él trabaja para Glovo y cerca de las 15 horas del martes apenas ha facturado 10 euros, pese a llevar cinco horas colgado de la bicicleta eléctrica. El sábado lo pasó mal, recuerda mientras echa un trago a un refresco energético: “Se me nublaba la vista, tenía que echarme mucha agua”, explica.

Desde UGT recuerdan que “es fundamental que las empresas realicen la evaluación de riesgos laborales y, con el resultado de esa evaluación, adopten medidas preventivas oportunas. Si no se puede garantizar la seguridad y la salud de las personas trabajadoras con esas medidas, hay que adaptar las condiciones de trabajo, incluyendo la reducción o la modificación de las horas de trabajo. Y si aun así no se va a poder garantizar, hay que parar la actividad”.

Un estudio publicado recientemente analiza la incidencia del primer episodio cardiovascular relacionado con el calor en la ciudad de Madrid. El trabajo, capitaneado por el epidemiólogo experto en desigualdad y enfermedades Manuel Franco, indicaba que los más afectados eran los hombres trabajadores y “probablemente expuestos al calor, porque hay una mayor incidencia en personas con un país de origen diferente a España”. Esto indica la importancia del mundo laboral en la salud porque, más allá de esos 355 golpes de calor o deshidrataciones con resultado fatal, el verano pasado el INE ha contabilizado 157.580 defunciones, un 20,5% más que en 2019, el año previo a la pandemia.

Según el INE, este aumento está vinculado “principalmente a enfermedades hipertensivas, diabetes y trastornos senil y presenil, junto a la covid-19”. Precisamente, esas patologías, sobre todo la hipertensión y la diabetes, se agravan con el calor.

“Puntos de sombra y dispensadores”

Junior Martín, de 45 años, cuenta los días que faltan hasta el 15 de julio, mientras pavimenta la calle Preciados, en el centro de Madrid. El pasado miércoles, su empresa difundió un manual de prevención de riesgos laborales por las altas temperaturas, pero descartó implementar el horario intensivo. “Van a ponernos puntos de sombra y dispensadores por todas las zonas en las que estemos haciendo obras, pero nos dicen que por el convenio laboral no podemos parar a las 13 horas hasta el 15 de julio, así que, de momento, a aguantar”, lamenta.

Este trabajador explica que han tenido algún susto. “Nos suelen dar pequeños golpes de calor cuando se va acercando el mediodía, que son leves pero nos hacen parar de trabajar. Tenemos que sentarnos a la sombra, refrescarnos y beber agua para poder seguir. Cuando estamos en plena faena lo sentimos menos porque te acostumbras un poco, pero a la vuelta de comer nos da un bajón de tensión bastante fuerte a todos”, relata.

Joaquín tiene los mismos años que grados registraba el termómetro a la media mañana de este martes en Sevilla: 42. Trabaja como obrero en la reforma de una casa familiar en un callejón junto a la calle Imperial, en pleno centro histórico, y aunque dice que “con el horario corrido (de 7 a 15 horas) se lleva mejor” y va “sobrellevando” el calor, para él “currar así es criminal”.

Con la colaboración de María Berral (Córdoba) y Javier Ramajo (Sevilla).

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