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Queremos ciudades caminables porque nos jugamos la salud de la infancia

Ir al cole andando aporta beneficios a nivel psicológico y social, además de la actividad física.

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Mi vecina Olga Berrios es especialista en urdir planes para denunciar el mal estado de las calles del barrio, que parece perpetrado en contra de sus habitantes. En 2021 puso en marcha su mapa de las aceras de mierda de Tetuán, con categorías como acera-aparcamiento, aceras enanas o aceras masificadas; y el pasado año implicó al vecindario en el certamen Miss Torreta Tetuán, que premió al poste más invasivo clavado en medio de una acera. Los proyectos colaborativos de Olga y de otras activistas barrionalistas —como ella se define— van logrando microvictorias que disfrutaremos, o eso esperamos, quienes estamos hartas de esquivar obstáculos cada cuatro pasos por calles hostiles. Más aún sabiendo que esa hostilidad urbana impacta sobre la salud física y mental, en especial de los más jóvenes.

Es fácil intuir que los niños, niñas y adolescentes viven peor en calles atravesadas por autopistas urbanas y convertidas en aparcamientos donde los morros de los coches se comen un trozo de las aceras, ya de por sí estrechas. Su vida en un viejo barrio obrero es peor que en uno rico y bien trazado, porque en el primero no tienen autonomía para pasear libremente, ni apenas espacios públicos para jugar, hacer deporte o reunirse de manera segura.

Tenemos datos que lo corroboran, como los obtenidos recientemente del estudio PASOS, de la Gasol Foundation. “Los niveles de actividad física ahora mismo son muy bajos en la población infantojuvenil española, los datos son alarmantes”, explica la catedrática en Actividad física y Salud de la Universidad de Castilla-La Mancha Susana Aznar, coautora del estudio. Sus resultados, publicados en PLOS ONE y presentados en una sesión informativa en el Science Media Centre, se pueden extrapolar a la población infantil y juvenil de 8 a 16 años en España.

El estatus socioeconómico del barrio se relaciona con el cumplimiento de las recomendaciones mínimas de actividad física: personas menores de entornos pobres practican menos deporte durante el fin de semana debido a las pocas oportunidades de su entorno

En una investigación con más de 3.000 menores de las 17 comunidades autónomas han encontrado que el estatus socioeconómico del barrio se relaciona con el cumplimiento de las recomendaciones mínimas de actividad física y salud: los niños, niñas y adolescentes de entornos pobres practican menos deporte durante el fin de semana debido a que sus entornos ofrecen pocas oportunidades.

Eso, en cuanto al deporte organizado, el que practicas si en tu barrio hay instalaciones cercanas o si alguien de tu familia puede acompañarte los sábados al polideportivo. Como no todo el mundo tiene esa suerte, los investigadores han estudiado también la actividad espontánea cotidiana, la que se realiza al pasear, jugar y socializar en la calle, que “tiene un peso importante porque son conductas que se hacen todos los días, con una gran repercusión en la salud”, señala Aznar.

Así, han encontrado que los menores que menos pasean y juegan al aire libre son (¡oh, sorpresa!) los que viven en barrios poco caminables —con aceras estrechas, cuestas, calles masificadas o mal planificados urbanísticamente—.

La precariedad en el entorno urbano genera desigualdades en el bienestar o, como ya se ha dicho mil veces, el código postal marca nuestra salud tanto como el código genético, con la diferencia de que, mientras este último no podemos elegirlo, sobre el diseño de los barrios sí podemos actuar desde las políticas públicas. La caminabilidad de las calles se puede mejorar si se quiere y “es un componente clave para compensar desigualdades sociales, especialmente en zonas urbanas con bajos niveles socioeconómicos”, dice Aznar.

Conviene implantar mejoras estructurales o reutilizar espacios que ya existen dentro de esos barrios, además de realizar intervenciones que traten de promover la actividad física entre las familias

Santi F. Gómez director global de Investigación y Programas de la Gasol Foundation

Para Santi F. Gómez, director global de Investigación y Programas de la Gasol Foundation, la aproximación pasa por actuar sobre los entornos que generan sedentarismo: “Conviene implantar mejoras estructurales o reutilizar espacios que ya existen dentro de esos barrios”, algo que debería hacerse “aparte de las intervenciones que traten de promover la actividad física entre las familias”.

Cuidado con estigmatizar a las familias que lo tienen más difícil, advierte el investigador. “Los trabajos de la población con un menor nivel socioeconómico suelen ser físicamente más cansados y con horarios más desequilibrados. Si te has pasado la jornada limpiando o en la obra, no llegas al fin de semana con las mismas ganas de salir de excursión que cuando has estado sentada en tu silla de la oficina”. Para él, todas las políticas públicas, no solo las de planificación urbanística, deberían tener una mirada sensible hacia las desigualdades sociales en salud: “Una política que mejore la conciliación de la vida familiar y laboral tendría un efecto también sobre la práctica de actividad física de niños y niñas”. 

Ir al cole en un medio de transporte activo aporta beneficios a nivel psicológico y a nivel social, más allá de la actividad física. En los entornos urbanos te da oportunidades de saludar al vecino o vecina y de compartir el trayecto con otras familias

Santi F. Gómez director global de Investigación y Programas de la Gasol Foundation

En la próxima edición de su trabajo, analizarán de manera más concreta los desplazamientos al centro educativo, cuenta Gómez: “Ir al cole en un medio de transporte activo aporta beneficios a nivel psicológico y a nivel social, más allá de la actividad física. En los entornos urbanos te da oportunidades, por ejemplo, de saludar al vecino o vecina y de compartir el trayecto con otras familias”. 

La idea consiste en que la propia ciudad “se pueda convertir en gimnasio”, dice Aznar, y en promover la actividad física desde pequeños, “cuando se aprenden conductas saludables a partir de lo que haces de manera cotidiana con tu familia”. Para eso, “tenemos que trabajar de una forma multidisciplinar, no solo nosotros, los especialistas de la actividad física y la salud, sino también con diseños de planes urbanos para promover que ser activos resulte sencillo y agradable, que sea la opción fácil”, añade.

Otro estudio reciente, publicado en Nature, reflexionaba sobre cómo ordenar las ciudades para cuidar la salud mental de la gente joven. En este trabajo, las investigadoras entrevistaron a 518 personas jóvenes y adolescentes de 53 países. A partir de sus respuestas, identificaron las características que harían de la ciudad un lugar amigable. Entre sus prioridades destacaban la de vivir en una ciudad libre de discriminación, con acceso al empleo, la educación y la sanidad pública; y también reclamaban el acceso a espacios públicos seguros y gratuitos para juntarse y conectar con otras personas, en especial en espacios verdes.

Algo potente de este trabajo internacional, que quiere servir de guía para iniciativas de planificación urbanística, es que la investigación contó con la voz de los propios jóvenes, que no se suele tener en cuenta a la hora de definir estas políticas que les afectan. En España, cuenta Santi F. Gómez, existe la Red Española de Ciudades amigas de la Infancia, que coordina UNICEF, con Consejos de Infancia formados por niños y niñas que interactúan con los representantes del municipio para contribuir al diseño de las políticas públicas. 

Susana Aznar sí ha empezado a investigar contando con la participación juvenil: “Yo trabajo con población adolescente, que tiene más autonomía para tomar decisiones de transporte activo, y estamos utilizando la técnica PhotoVoice, con la que se implican en el estudio haciendo fotos por donde pasan y dando su opinión sobre cómo mejorar las rutas de la ciudad. Creo que tenemos que incluirlos”. 

Quién sabe si la próxima iniciativa de activismo barrionalista, como las que monta mi vecina Olga, estará protagonizada por niños y niñas que quieran conquistar el espacio caminable en sus calles. Ojalá. 

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