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Científicos prueban paracaídas inspirados en el arte japonés del papel recortado y logran que se abran de forma más estable

El futuro del descenso aéreo podría cambiar con simples cortes en una lámina

Héctor Farrés

28 de octubre de 2025 07:00 h

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Un trozo de tela convertido en salvavidas siempre genera una cierta desconfianza, porque su función depende de algo tan simple como el aire y la resistencia que ofrece al caer. Los paracaídas funcionan gracias a una cúpula que se abre y frena la caída, pero su lógica parece frágil: un agujero puede convertir un descenso controlado en una caída sin remedio.

Sin embargo, el propio concepto se apoya en ese equilibrio entre ligereza y tensión, entre el material que se infla y el vacío que lo sostiene. Esa dualidad ha inspirado a investigadores de todo el mundo a revisar el diseño tradicional hasta llegar a propuestas que rompen los esquemas más básicos, incluso los que dictan que un paracaídas debe permanecer intacto.

Un invento que convierte la fragilidad en una ventaja aerodinámica

Esa idea fue precisamente la que llevó a un grupo de investigadores de Polytechnique Montréal, en Canadá, y de École Polytechnique, en Francia, a crear un modelo que se comporta de manera más estable al caer. Tal y como informó el artículo publicado en Nature, el equipo fabricó paracaídas basados en el arte japonés del papel recortado, el kirigami, y comprobó que los recortes estratégicos en una lámina de plástico hacían que el descenso fuera más recto y predecible. Según explicó el ingeniero David Mélançon, estos paracaídas “se alinean solos sin importar el ángulo de lanzamiento y siempre descienden en vertical”.

El grupo ensayó diferentes patrones hasta encontrar el más estable. Para ello recortaron discos de Mylar de unos centímetros de diámetro y los soltaron con pesos de 4,5 gramos desde 1,8 metros de altura. Los diseños con cortes concéntricos se comportaron de forma errática, pero el modelo con un patrón simple adoptó la forma de una campana invertida al caer, estabilizándose al instante. Este comportamiento se mantuvo incluso con variaciones de tamaño, lo que confirmó su eficacia.

A partir de ese punto, los científicos realizaron pruebas más amplias, primero en túnel de viento y luego con drones. En una de las más exigentes, lanzaron paracaídas de diferentes diseños desde 16,6 metros, variando el ángulo de salida. Los resultados mostraron que el patrón kirigami lograba aterrizajes agrupados dentro de un margen de un metro respecto al punto objetivo. La precisión se mantuvo incluso en ángulos extremos de inclinación.

El experimento culminó con una prueba de mayor escala. Los investigadores fabricaron un paracaídas de medio metro de diámetro, colocaron una botella de agua como carga y la soltaron desde un dron a 60 metros de altura. La velocidad de descenso fue de unos 14 metros por segundo, frente a los 34 que alcanzaría una botella sin freno. La estructura estabilizó el peso y mantuvo la trayectoria, lo que demostró su eficacia práctica.

Una técnica ancestral japonesa inspira una solución moderna para misiones futuras

Solo después de comprobar estos resultados los autores explicaron la base técnica que había dado origen a la idea. El kirigami, documentado en Japón desde el siglo VII, consiste en recortar el papel para generar formas que se despliegan en tres dimensiones. En los últimos años se ha utilizado para diseñar estructuras extensibles, dispositivos médicos y mecanismos desplegables en el espacio. Su aplicación a los paracaídas resultó inusual, pero la geometría recortada permitió transformar una lámina plana en una superficie que se abre con el flujo de aire.

El propio Mélançon señaló que el proceso puede realizarse con una simple prensa troqueladora, sin necesidad de costuras ni cordones. El paracaídas se une al peso mediante una única línea de suspensión, lo que facilita su fabricación y uso. Su bajo coste y la sencillez del diseño lo convierten en una opción útil para transportar ayuda humanitaria, alimentos o medicinas en zonas de difícil acceso.

Frédérick Gosselin, otro de los autores, destacó que el comportamiento del modelo “se mantiene igual incluso al aumentar el tamaño del dispositivo”, lo que sugiere su posible empleo en tareas de gran escala. El grupo planea cubrir los cortes con una membrana elástica para aumentar la resistencia al aire y reducir la velocidad de caída. También estudian patrones asimétricos que podrían dirigir el descenso o incluso provocar trayectorias en espiral.

El resultado podría transformar la manera en que se diseñan los sistemas de descenso, tanto en la Tierra como en misiones espaciales. Si el experimento avanza, un trozo de plástico recortado de forma concreta podría reemplazar a las grandes cúpulas de tela que dominaron el siglo XX. La gracia de todo esto está en que, por primera vez, un paracaídas se vuelve más fiable precisamente gracias a los agujeros que antes lo habrían condenado.

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