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Morskoi Boi, un videojuego para esperar el fin del mundo

«Typhoon iced» de Bellona foundation. Disponible bajo la licencia Attribution vía Wikimedia Commons.

José Cervera

Madrid —

Como cualquier soldado sabe, lo peor es la espera. Aguardar durante horas, días, semanas o meses en constante vigilancia; mantener la alerta cuando no pasa nada pero en cualquier momento puede pasar, y si pasa será letal. Porque el enemigo puede atacar en cualquier momento y hay que estar vigilante, prevenido, entrenado. Aunque suponga la misma rutina, con la misma gente, en el mismo lugar. Aunque lo único que pase sea el tiempo.

La cosa se complica cuando el lugar donde cumples tu misión está aislado del resto del mundo, y es todavía peor si tu misión consiste en destruir ese mundo cuando sea necesario. Conseguir que tu gente mantenga la moral y la alerta constante cuando pasan meses dentro de un submarino bajo el hielo polar, manteniendo operativas y siempre dispuestas las armas del fin del mundo puede ser todo un reto. Por eso cualquier ayuda es bienvenida, como instalar una máquina recreativa en la mayor y más aterradora arma de venganza jamás construida por la Humanidad. Esta es la historia de la tragaperras que equipaba a los submarinos soviéticos del Proyecto 941 o clase Akula, conocidos en Occidente como Typhoon, diseñados para destruir a los Estados Unidos. Que, para más ironía, era copia de una recreativa estadounidense.

En los años 70 la Unión Soviética construyó los submarinos más grandes de la historia: la clase Akula, conocida por inspirar al monstruo mecánico que compartió con Sean Connery el protagonismo de la película La Caza del Octubre Rojo. Estas enormes máquinas se construyeron para garantizar la destrucción de los Estados Unidos en caso de que una guerra nuclear acabara con la URSS; son armas de venganza.

Se trata de submarinos de 175 metros de largo y 40.000 toneladas de desplazamiento en inmersión con dos reactores nucleares diseñados para transportar 20 misiles R-39 (SS-N-20 ’Sturgeon’ en código OTAN), cada uno de ellos con 10 ojivas nucleares dirigibles con blancos independientes (MIRV). Esto supone 200 cabezas nucleares de entre 100 y 200 kilotones cada una (entre 7 y 14 veces la potencia del arma de Hiroshima) en cada uno de los 6 submarinos que se construyeron.

Los R-39 eran misiles intercontinentales de tres fases de combustible sólido con un alcance superior a 8.300 kilómetros y podían ser lanzados en inmersión. Con ese armamento un único submarino de este tipo podía garantizar un golpe devastador a los Estados Unidos o a cualquier otro país.

De los Akula/Typhoon sigue en servicio uno, el TK-208 Dmitriy Donskoy, que ha servido como plataforma de pruebas para el nuevo misil SLBM Bulava que equipa a los submarinos sucesores de la clase Borey. Dos más permanecen en reserva desde 2004 y 2006; el TK-20 Severstal y el TK-17 Arkhangelsk respectivamente, que están en la base de Severodvinsk junto a Arcángel, en el norte de Rusia. El resto fueron desguazados a finales de la década de los 2000, y los misiles con ellos.

Los Akula/Typhoon se consideraban silenciosos para su época y fueron construidos para pasar largas temporadas de patrulla (tres meses en tiempo de paz; más en caso de guerra) por debajo del hielo en el Polo Norte; caso de ser necesario podían emerger y lanzar sus misiles desde allí. Tienen tres cascos de presión interconectados, ya que en esencia son dos submarinos clase Delta colocados uno al lado del otro y rodeados por una carcasa hidrodinámica.

Al ser tan grandes y tener misiones tan prolongadas la URSS proporcionó a sus 160 tripulantes algunas comodidades poco habituales en el arma submarina como un gimnasio, una piscina (para los oficiales), salas de recreo y, para que los marineros se pudieran relajar, una máquina recreativa. Pero no una cualquiera, sino una versión especial de una de las recreativas más populares de la Unión Soviética: Morskoi Boi (guerra naval, en la Wikipedia rusa). Un juego de submarinos, claro.

Morskoi Boi fue lanzado en 1974 y rápidamente se convirtió en una de las recreativas más populares de la Unión Soviética, hasta tal punto que muchos rusos de mediana edad se ponen tiernos al recordarla porque simboliza su adolescencia.

Como podemos ver en el vídeo, se trata de un juego supersencillo, casi ingenuo: la cabina tiene un periscopio y dos ventanillas laterales por las que se puede ver un mar alargado al fondo del cual se mueven siluetas de barcos. Moviendo el periscopio y pulsando un botón se dispara un ‘torpedo’ que recorre el ‘mar’ en forma de pulsos de luz; si el ‘disparo’ acierta hay una explosión y se enciende una luz detrás del barco, tras lo cual el juego prosigue. Lo más fácil para entender el funcionamiento es echar una partida en este simulador en la Web.

Una moneda de 15 cópecs te daba 10 disparos; con 10 aciertos se conseguía una partida extra. Simple y muy ‘soviético’ al tratarse de un juego que podía interpretarse que preparaba a la juventud para el combate contra el enemigo imperialista. Muchos de aquellos juegos de la URSS tenían un carácter similar, pero éste se convirtió en la estrella de los arcades soviéticos y hoy en día de los museos rusos dedicados a aquellas máquinas (también su versión de dos jugadores, llamada ‘Torpedo Attack’). Lo que nunca fue Morskoi Boi es un prodigio tecnológico. Ni siquiera es un videojuego.

Se trata de un juego electromecánico; dentro de su carcasa no hay un ordenador, ni siquiera una pantalla, como puede verse en este vídeo:

Se trata de una máquina más afín a un pinball que a un videojuego como los clásicos ’Space Invaders’ o el ‘Galaga’. Al verlo abierto queda claro el funcionamiento: el mar es vertical, el espejo del periscopio permite que se vea correctamente y los barcos son siluetas metálicas que se mueven por medio de una cadena. La orientación del periscopio mueve un interruptor semicircular; la posición de una barra determina el curso del torpedo. No hay microprocesadores, ni circuitos electrónicos complejos. Es una tragaperras de antes de los videojuegos. Y por no ser, ni siquiera es original.

El juego de submarinos soviético apareció en 1974, pero en 1969 la empresa estadounidense Midway había puesto en circulación su tragaperras ‘Sea Raider’, prácticamente igual: misma mecánica de funcionamiento, misma apariencia, misma simplicidad. Está claro que esta máquina inspiró al éxito de los arcades de allende el telón de acero, con una diferencia: como corresponde al diferente sistema económico la máquina soviética era fabricada por un consorcio estatal (la planta de ingeniería de radio Serpukhov, hoy en el conglomerado de ingeniería Ratep según la Wikipedia rusa), que se dedicaba entre otras cosas a fabricar material electrónico para las fuerzas armadas; probablemente de este detalle surgió la leyenda que decía que el periscopio del juego es igual que los de verdad.

Serpukhov también fabricó una versión especial de aquel superventas para los barcos de la Armada soviética, y es esta versión la que acabó instalada en los submarinos clase Akula/Typhoon como demuestra la imagen, que forma parte de un extenso reportaje interior de uno de ellos hecho en 2004 por un turista ruso. Es la misma tragaperras con la misma carátula, aunque con nombre distinto.

Los submarinistas soviéticos aguardaban el fin del mundo jugando en la misma recreativa que les apasionaba en su no lejana adolescencia, y que quizá les había impulsado a entrar en la Marina. Es posible que fuera simple, pero desde luego resultó ser una eficaz herramienta de la Guerra Fría. Aunque aún queda un misterio: si el juego era un plagio de un juego estadounidense, ¿se dedicaban los espías del KGB (como lo era por entonces Vladímir Putin) a copiar las máquinas tragaperras del enemigo?

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