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Una respuesta corta (y otra larga) a la pregunta de por qué la pandemia ha digitalizado todo menos el voto electoral

La Xunta garantiza la seguridad en los 2.405 colegios electorales gallegos

Carlos del Castillo

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El coronavirus obligó a retrasar cuatro meses las elecciones gallegas y vascas que se iban a celebrar en abril y sus rebrotes también han convertido en excepcional este 12J. En una decisión sin precedentes, representantes de la Xunta y la Lehendakaritza han tenido que pedir a los cientos de ciudadanos que han dado positivo que se queden en casa y no ejerzan su derecho a voto. La situación ha vuelto a poner sobre la mesa el debate del voto electrónico, el santo grial de la digitalización. Pero ahora con una nueva variante: ¿por qué la pandemia ha terminado de llevar a Internet casi toda nuestra vida, menos el voto electoral?

Respuesta corta: tiene que ser perfecto y no sabemos cómo hacer eso

“Se han probado varios sistemas de voto electrónico en el mundo y a todos se les ha encontrado algún fallo o agujero”, resume Lorenzo Martínez, perito informático forense y director de Securízame, empresa que se ha encargado de auditar algunas de esas plataformas. “Es muy complicado de implementar, los casos en los que se ha hecho no han demostrado que sea seguro y es un procedimiento en el cual no se pueden cometer fallos”, añade.

Internet ha cambiado la humanidad, pero es una red cuya estructura presenta muchos problemas para sostener un sistema de voto electoral tal y como lo conocemos. Es necesario asociar el voto a una identidad concreta pero que esta sea un completo secreto para todos los actores implicados, que el resultado de la votación sea inaccesible pero solo hasta que llegue el momento del recuento, que la privacidad esté asegurada pero que todo el proceso sea transparente, explica Martínez. Incluso con una tecnología capaz de todo ello, digitalizar el voto lleva implícito un riesgo de hackeo puesto que no hay ningún sistema 100% ciberseguro salvo los analógicos. Además, sacando el voto de los colegios electorales se pierde el control sobre el entorno, facilitando que una misma persona suplante a otras de su mismo núcleo familiar o dependientes si tiene acceso a sus teléfonos móviles o DNI electrónicos.

“Es una problemática que no se ha podido resolver sin asumir riesgos y asegurando unas elecciones totalmente justas”, expone el perito informático.

Respuesta larga: es una decisión con variables políticas, sociales y técnicas con resultados impredecibles

“No es un solo un debate tecnológico o técnico. También es un debate social y político”, afirma Francisco Lupiáñez-Villanueva, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya y autor de un estudio sobre voto remoto preparado para la Comisión Europea.

“El voto remoto va más allá de Internet, aunque Internet es el más avanzado de todos”, explica. “Los resultados del estudio son que todos los sistemas tienen pros y contras, y lo que vemos es que algunos de los argumentos utilizados contra el voto telemático también son aplicables al voto por correo. La pregunta es: ¿por qué en el voto por correo sí se aceptan esos riesgos, pero en el voto por Internet no?”

El estudio (Beneficios e inconvenientes del voto remoto) detalló que el voto por correo presentaba problemas comunes al voto por Internet, como que también sucede en un entorno en el que no existe control y con posibilidades de que una persona suplante a otras. Además, entraña otros como el hecho de que puede ser difícil llegar a saber si el voto ha llegado a su destino a tiempo y ha sido contabilizado correctamente, o que puede ser interceptado y manipulado por el camino. Entre las ventajas del voto por Internet, señala que resulta más sencillo para el ciudadano y no requiere antelación, abarata costes o podría aumentar el porcentaje de voto de colectivos que suelen tener una participación baja. En el contexto de la pandemia, también reduce el riesgo de contagio.

El voto por Internet entraña riesgos que también se dan en los sistemas tradicionales como el voto por correo

“Es cierto que el voto por Internet entraña unos potenciales riesgos, que como en los sistemas remotos tradicionales como en el caso del correo postal ya están asumidos, se da un consenso para utilizarlos que no tiene el voto por Internet”, expone el investigador el conversación con eldiario.es.

Esos consensos sociales en torno al voto por Internet sí se han logrado en el caso de Estonia, el único país europeo que permite el voto telemático, asumiendo los riesgos que lleva implícitos. “La explicación que nosotros encontramos al comparar Estonia con otros países son dos factores clave: por un lado es un estado de reciente creación con una tradición democrática más corta. Por otro, en Estonia la base de las relaciones con la administración es la tecnología, Internet. Por eso ha sido más fácil extender esa digitalización también a las elecciones”.

Lupiáñez expone que en la digitalización del voto puede haber una escala de grises. “El abanico de posibilidades que se ha probado en Europa es enorme. Hay experiencias para implementarlo en colectivos específicos. Lo que pasa es que eso abre potenciales incertidumbres políticas: si aumenta el porcentaje de voto de este colectivo concreto, ¿cuál será el resultado? Los legisladores tienen pocos incentivos para probarlo, pero muchos para dejarlo todo como está”.

“Por mi experiencia”, expone Alfonso Muñoz, doctor en ingeniería de telecomunicaciones y telemática que participó en algunos de los primeros estudios sobre voto por Internet en España en 2010, “el voto telemático no aumenta el número de participantes; hace que los participantes habituales, y con interés en la democracia, voten más veces”.

“La votación telemática se demostró como una gran candidata no para votaciones de representantes políticos sino sobre todo para abrir más la participación ciudadana”, continúa, poniendo como ejemplo al Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid, que permite votar sobre cómo invertir parte del presupuesto de la población. Madrid y Barcelona también han probado iniciativas similares.

“Los estudios técnicos infirieron varias cosas para un país como España”, continúa. Una de ellas es que “el voto telemático no va a sustituir a corto-medio plazo al voto tradicional y no solo por una cuestión de seguridad técnica sino, sobre todo, por una cuestión principalmente sociológica (el equipo de investigación tenía sociólogos para analizar ciertas hipótesis sobre su utilidad real). Votar es un acto social (la fiesta de la democracia) y es un sistema tremendamente transparente (cualquier persona lo entiende y sabe si ha habido fraude o no) y resistente en sentido amplio a la manipulación, falta de electricidad, ”denegación de servicio“, etc.”

Muñoz, fundador de la primera certificación mundial en español de criptografía y protección de datos, tiene claro que la pandemia no cambia demasiado la situación global del voto por Internet. “Definitivamente no es el momento y no lo es porque llevamos más de 15 años buscando una solución que funcione con garantías similares y no se ha encontrado, y sinceramente, aunque todos queremos la comodidad y el progreso, dudo que se encuentre en la próxima década”.

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