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La familia amenazada por la mafia que Canadá planea mandar de vuelta a Italia: “No queremos escondernos más”

El país norteamericano es la primera opción en la que esta familia pensó que estaría segura.

Leyland Cecco / Lorenzo Tondo

Toronto / Palermo —

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Después de conocer a alguien, lo primero que hace Alessandra Demitri es anotar cuál de sus tres pelucas llevaba puesta y qué nombre falso usó. En el registro de Fabrizio, su marido, las anotaciones son de barbas, bigotes, piercings y tatuajes de mentira.

No lo hacen para protegerse de la Sacra Corona Unita, el poderoso sindicato del crimen italiano por cuyas amenazas se vieron obligados a abandonar el país. Los disfraces de los Demitri son para esconderse de las autoridades de Canadá, el país al que viajaron con la esperanza de encontrar protección. El apellido de la familia ha sido modificado para proteger su identidad.

Fabrizio era informante de la policía y Alessandra tiene a varios familiares dentro del crimen organizado italiano. En 2013 tuvieron que huir de su país junto a sus dos hijos después de desentenderse de la mafia. En Toronto confiaban encontrar tranquilidad pero se toparon con una pesadilla. Las autoridades canadienses han ordenado su deportación pese a la amenaza que aún pende sobre ellos en Italia.

Los Demitri ya agotaron todas las vías legales y rara vez se atreven a salir a la calle. Pero después de un año ocultándose, la pareja ha decidido que su historia salga a la luz. “Estoy harta de esconderme”, dice Alessandra, con una peluca rubia platino, durante la entrevista con The Guardian. “No podemos seguir haciéndole esto a nuestros hijos”.

Los problemas de la pareja comenzaron hace diez años en la Puglia. En esta región del sur italiano, Alessandra tiene a varios familiares dentro de Sacra Corona Unita, una infame rama local de la mafia operativa desde 1981. Pese a los lazos de sangre, Alessandra se distanció de la organización cuando era joven. En octubre de 2009 conoció a Fabrizio, un electricista de la zona. No supo que era un informante de la policía hasta después de casarse, cuando esperaban su segundo hijo.

La misión de Fabrizio era infiltrarse en una empresa de seguridad de la zona que, según las autoridades, trabajaba con la mafia. Pero Italia puede ser un país especialmente peligroso para las operaciones encubiertas. Las diferentes agencias de seguridad no suelen compartir datos y es poco común que los informantes aparezcan en documentos oficiales. Una vez que el trabajo ha terminado, no es fácil recibir protección o ayudas económicas.

Fabrizio solo tenía un contacto en la fuerza con la que trabajaba. En 2012 transfirieron sin previo aviso a esa persona y Fabrizio se quedó sin su canal de comunicación con la policía. Un directivo de la empresa de seguridad descubrió la tapadera y los compañeros de trabajo comenzaron a acosarlo. “Estaba en el lugar equivocado y en el momento equivocado”, dice Fabrizio. “Nunca debí haber accedido a participar en esa operación”.

Huida a Canadá, el país más seguro en el que pensaron

Las amenazas a Fabrizio coincidieron el momento en el que un primo de Alessandra se convirtió en testigo de la Fiscalía. Creyendo que Alessandra conocía el escondite del primo, los mafiosos comenzaron a perseguirles. La pareja veía coches desconocidos aparcados cerca de su hogar, en un pequeño pueblo de la Puglia. Su perro murió envenenado y uno de sus hijos fue agredido por un compañero del colegio que tenía a su padre en la cárcel.

Decidieron huir de su hogar. Pasaron días durmiendo en el coche antes de establecerse en un pequeño pueblo del norte italiano, casi a 1.000 kilómetros de la Puglia. Entonces, un día de verano, un hombre se acercó por el anuncio que habían puesto para vender el coche. “Vengo del corazón de Mesagne”, les dijo mirándoles a los ojos. El mensaje era claro: Mesagne es la ciudad donde tiene su sede la Sacra Corona Unita.

Temiendo por su vida, los Demitri vendieron sus posesiones y compraron billetes de avión para Canadá, el país más seguro que se les vino a la cabeza. El 18 de septiembre de 2013 aterrizaron en Toronto Alessandra, Fabrizio, sus dos hijos pequeños y un golden retriever que había sobrevivido a todas las mudanzas.

Presentaron la solicitud de asilo y Fabrizio consiguió un permiso de trabajo. Encontró una ocupación y los niños empezaron a ir al colegio. La pareja se planteó incluso agrandar la familia. Pero la felicidad duró poco. En agosto de 2014, quince días antes de que Alessandra diera a luz a su tercer hijo, las autoridades rechazaron la solicitud de asilo.

Aunque la junta de refugiados no puso en duda ninguna de sus alegaciones, el juez canadiense consideró que la familia no corría riesgos graves si regresaba a Italia. “Los Estados no están obligados a proporcionar una protección perfecta para todos los ciudadanos en todo momento. Esto es imposible. Hay fallas en la protección estatal en países como Canadá”, escribió. “Los demandantes no han demostrado la nulidad de la presunción de protección estatal en Italia”.

El abogado de los Demetri, Rocco Galati, no está de acuerdo. Según él, un precedente legal canadiense establece que los demandantes solo tienen que demostrar temores fundamentados a ser perseguidos y a que el Estado no quiera o no pueda protegerlos: “Italia no puede proteger a los jueces de alto rango a los que el crimen organizado hace saltar por los aires; Italia no puede proteger a nadie, ni siquiera puede protegerse a sí misma”.

De acuerdo con los datos del Ministerio del Interior italiano, entre informantes y familiares hay más de 6.200 personas bajo el régimen de protección de testigos. Pero las autoridades italianas son acusadas a menudo de no cuidar a sus informantes. Antes que en casas seguras, algunos de ellos se han visto obligados a vivir en refugios para personas sin hogar. Según el exinformante de la policía Ignazio Cutrò, “la policía los abandona en cuanto consigue lo que necesita”.

Cutrò y su familia han sido amenazados en múltiples ocasiones desde que él decidió colaborar con los investigadores. Desde coches incendiados hasta balas en el correo. Pese a ello, el año pasado decidieron quitarle la protección: “Sacrifiqué mi vida para luchar contra la mafia y ahora soy un hombre muerto”.

Matteo Salvini, vicepresidente y ministro de Interior de Italia, anunció el año pasado que su departamento revisaría los gastos de protección. “Algunas personas han estado bajo escolta policial durante demasiado tiempo”, dijo.

Según Piera Aiello, diputada y parte de la Comisión Nacional Antimafia, “la historia de los Demitri es, desafortunadamente, muy común en Italia”: “Italia necesita testigos estatales, pero ya no es capaz de protegerlos”. A Aiello la pusieron en el régimen de protección de testigos después del asesinato de su marido, hijo de un padrino de la mafia siciliana. Ella se postuló de forma anónima al Congreso y el año pasado reveló su identidad durante una entrevista con The Guardian. “Hay gente que ha sido literalmente abandonada por el Estado; los mafiosos siguen en libertad y ellos viven como prisioneros”.

A diferencia de muchos solicitantes de asilo, los Demetri tenían un montón de documentación para defender su proceso. “Es el caso de refugiados más convincente que he visto en 30 años”, dice Galati. Pero las autoridades canadienses rechazaron la solicitud con el argumento de que Italia había hecho grandes avances en la lucha contra el crimen organizado. Las protecciones ofrecidas a los informantes eran “adecuadas”, dijeron.

Conscientes de que su estadía es ilegal

Cuando llegó la orden de deportación, Alessandra ya había dado a luz al cuarto hijo de la pareja. Después de escapar por poco de una visita de las autoridades migratorias, que al no encontrarlos interrogaron a sus vecinos, Alessandra y Fabrizio metieron sus cosas en maletas, sacaron a los dos mayores del colegio y se escondieron.

La pareja es consciente de que en cualquier momento pueden ser apresados y devueltos a Italia. Lo más probable es que los manden sin los hijos menores, nacidos en Canadá. Los dos mayores, adolescentes, sufren estrés postraumático; según un psiquiatra, por el miedo y la incertidumbre que han vivido de forma continuada.

Alessandra y Fabrizio han redactado un poder que otorga a dos amigos canadienses la tutela sobre los cuatro hijos, para evitar que la familia se desintegre. “No puedes hacer pasar a tus hijos por ese infierno de nuevo”, dice Alessandra entre sollozos.

La familia siente que no le quedan opciones, salvo una intervención de última hora del ministro de Inmigración canadiense, que no respondió a una petición de comentarios por el caso. Tras huir de Italia para proteger a sus hijos, Alessandra y Fabrizio se preparan ahora para vivir sin ellos. “Como padres, tenemos que hacer lo mejor para los niños”, dice Alessandra. “No hay nada que queramos más que a nuestros hijos”.

Traducido por Francisco de Zárate

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