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The Guardian en español

Así se convirtió una excéntrica estrella de la NBA en posible intermediario en una guerra nuclear

Fotografía cedida por la Agencia Central de Noticias de Corea del Norte (KCNA) sobre la visita de Dennis Rodman a Corea del Norte en enero de 2014,

Hunter Felt

En 2017, las bromas absurdas parecen haberse hecho realidad. Cuando Dennis Rodman hizo su primer viaje a Corea del Norte en 2013, era gracioso imaginarse a la excéntrica leyenda de la NBA haciendo las funciones de embajador de Estados Unidos en el país. La idea era tan ridícula como la posibilidad de que Donald Trump ganase las elecciones presidenciales.

Parece surrealista, pero con la tensión en aumento entre ambos países gracias al programa de armas nucleares de Corea del Norte, existe la posibilidad real de que Rodman, un hombre que una vez se casó consigo mismo, acabe jugando un papel fundamental en evitar el Armagedón. Rodman realmente cree que lo hará. En una entrevista con Good Morning Britain, el cinco veces campeón de la NBA se ha ofrecido a “arreglar las cosas” entre Trump y la Corea del Norte de Kim Jong-un, recalcando que considera a ambos como sus amigos.

Rodman, junto a un grupo de periodistas deVice, visitó Corea del Norte por primera vez en 2013 tras una invitación de Kim. Resulta que el líder de Corea del Norte creció siendo fan del Chicago Bulls de Michael Jordan en los 90. Rodman, uno de los mejores jugadores defensivos de la época, fue una figura clave en aquel equipo, aunque acabó recibiendo mucha más atención por sus payasadas de colores (en sentido literal) que por su formidable talento.

Rodman destacó en la cancha por su pelo teñido y sus numerosos pendientes. Fuera, fue de polémica en polémica, alimentado por una prácticamente inagotable necesidad de atención. Rodman salió con varias famosas, las más conocidas fueron Madonna y Carmen Electra; apareció en películas de acción terribles, posó con vestidos de boda y ataúdes para promover sus libros; y se convirtió en un clásico de los tabloides gracias a su comportamiento autodestructivo. Incluso llegó a ser concursante en Celebrity Apprentice, hasta que Trump lo despidió por escribir mal el nombre de la futura primera dama de EEUU.

Por su historial, muy pocos se tomaron en serio su viaje de la “diplomacia del baloncesto” a Corea del Norte. Y si lo hicieron, fue para criticar a Rodman por participar en lo que fue, al menos parcialmente, un acto de propaganda con el objetivo de humanizar a uno de los dictadores con peor reputación del mundo. Cuando Rodman afirmó que Kim y él eran “amigos de por vida”, uno se pregunta si la leyenda de la NBA pensaba en la gente encarcelada o ejecutada por su mejor amigo.

En defensa de Rodman, aquello resultó ser algo más que un truco publicitario. Fue más veces a Corea del Norte e, inevitablemente, se vio involucrado en incidentes internacionales. En 2014, Rodman fue duramente criticado por sugerir que Corea del Norte tenía razones válidas para mantener encerrado al misionero estadounidense Kenneth Bae. Posteriormente Bae afirmó que las declaraciones de Rodman llevaron indirectamente a su liberación: “Gracias a su diatriba, los medios pusieron atención en mi situación”. (Rodman, que posteriormente pidió disculpas, entró en un programa de rehabilitación tras la polémica y su viaje a Corea del Norte).

A principios de este año, el agente de Rodman aseguró que su cliente había ayudado a convencer a Corea del Norte a liberar al estudiante universitario estadounidense Otto Warmbier antes de morir. Ahora, prácticamente todo el mundo cercano a la liberación de Warmbier niega que Rodman tuviese mucho que ver, pero el simple hecho de estar en posición de atribuirse el mérito es una prueba de que se ha convertido en la improbable cara de las relaciones entre EEUU y Corea del Norte. Como declaró el experto en Corea del Norte Ken Gause a la revista Time: “No es el mejor embajador que podríamos tener, pero es el que tenemos”.

En cualquier otro contexto, Gause estaría en lo cierto al describir a Rodman como un embajador completamente inapropiado. Como reconoce el propio Rodman: “Kim y yo montamos a caballo, quedamos, vamos a esquiar, casi nunca hablamos de política, y eso es lo bueno”. Básicamente, Rodman carece del tacto y el autocontrol necesario en la mayoría de las situaciones diplomáticas. Además, tiene la tendencia de convertirlo todo en algo personal.

Curiosamente, todos estos atributos pueden convertir a Rodman en el embajador perfecto para Corea del Norte. Comparte estas características con Trump y Kim, lo que podría explicar muy bien cómo se convirtió en la única persona de perfil alto con línea directa con ambos líderes.

Lo que hace de esta situación entre Corea del Norte y Estados Unidos algo tan impredecible es que se trata de un enfrentamiento nuclear protagonizado por dos líderes irracionales. Nadie tiene una idea realista sobre cómo abordar el creciente programa nuclear de Corea del Norte, todas las opciones parecen poco efectivas o potencialmente catastróficas. También es obvio que la administración Trump parece mucho más abierta a utilizar las armas nucleares que ninguna de las administraciones anteriores. No hay una solución clara.

¿Es probable que una polémica leyenda del baloncesto, pésimo actor y estrella de reality show pueda realmente acabar ayudando a impedir una guerra nuclear? Probablemente no. ¿Merece la pena darle una oportunidad? ¿Por qué no? ¿Podría tratarse de un caso de pensamiento mágico? Puede ser, pero considerando todo lo que ha pasado en el último año, no tiene sentido descartar opciones, por absurdas que sean.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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