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¡Viva la tristeza!

sala de cine

Pedro Almodóvar

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Otro día triste, no levanto cabeza hasta las 6 de la tarde. ¿Por qué hoy sí y ayer no? ¿Por la presión atmosférica, porque una vez más es evidente que la UE no funciona cuando más se la necesita? ¿Porque es Jueves Santo y las calles están desiertas de fieles y santos? ¿O por los 683 fallecidos ayer, aunque sea una cifra optimista comparada con los que murieron antes de ayer, setecientos y pico?

Ante la ausencia de vida a nuestro alrededor, uno empieza a echar de menos festejos o acontecimientos a los que antes del confinamiento (que me perdonen los fieles) no les prestaba atención, como las multitudinarias procesiones de la Semana Santa. Aunque no soy ni creyente ni idólatra, creo que el año próximo participaré en algunas de las procesiones, en mi pueblo, donde hay mucha tradición, o en Málaga, donde Antonio me ha invitado un montón de veces.

Depende de donde mires hay reacciones de todos los tipos, para algunos el aislamiento es incluso una solución. “A nosotros la cuarentena nos ha beneficiado: mientras estemos confinados tenemos techo seguro. Después no sabemos, no queremos pensarlo. Vivimos al día”. El que habla es un cubano que llegó a Valencia hace año y medio, vive con familias de colombianos, nicaragüenses y rumanos en un centro cedido por la fundación privada Per amor a l'art. Aunque trabaja en trabajos esporádicos (repartidor de pizzas, agente de seguridad nocturno) todavía no ha conseguido los papeles. La situación actual le asegura un techo, cuando todo se normalice empezará para él y su familia la gran aventura.

Algo parecido me cuenta un amigo actor, le he llamado, además de para interesarme por su salud, la de su pareja y la de sus gatos, para preguntarle cómo está su libido desde que está aislado y me ha respondido que normal, tirando a mejor. Que la ausencia de stress y no tener planes ni a corto ni a largo plazo favorece la relación sexual con su pareja. Me cuenta, sin establecer comparaciones, que tiene un amigo psicólogo que sigue atendiendo telemáticamente y que le ha dicho que la mayoría de sus pacientes están mucho mejor de lo habitual. El desastre y la angustia general (unido a la falta de stress) crean unas condiciones positivas, el hecho de no tener que responder a las necesidades de cada día les hace sentirse liberados. Entiendo que en un entorno tan conflictivo y doloroso hace por comparación que sus problemas sean menores. No lo sé explicar, pero entiendo que los pacientes del psicólogo se sientan mejor cuando todo se derrumba.

Los que no se sienten tan bien son los que se encuentran sexualmente aislados (especialmente la población más promiscua que vive sin pareja). Por eso llamé a mi amigo y le pregunté por su libido, después de leer un artículo en este mismo periódico sobre “las estrategias para calmar el hambre de contacto humano”. Según este artículo la gente está usando sus juguetes sexuales más que nunca, hay verdadera desesperación en algunos casos de gente solitaria y libre cuya rutina para satisfacer sus deseos se ve limitada por el confinamiento. Parece ser que hay más sexteo que nunca, los mensajes e intercambios telefónicos rebosan de material y literatura pornográfica.

Que el best seller del momento es el succionador de clítoris, los masturbadores masculinos y una gran variedad de juguetes para la pareja.

Después de leer este artículo llamé a varios amigos y amigas para comprobar el estado de su apetito sexual. Excepto uno que estaba desesperado y me dijo que quedaba por la red con otros para encontrarse en supermercados y follar en los baños, en general, la pandemia y su consiguiente aislamiento habían rebajado las necesidades eróticas de la mayor parte de gente que he llamado. A mí, por ejemplo, desde que empezó el aislamiento la libido me ha abandonado. La tristeza y la preocupación han desplazado, supongo, las fantasías eróticas.

Pero entiendo que el sexo es una necesidad y un negocio. En un periódico leí un artículo sobre la situación desesperada que viven las profesionales del sexo.

“Estamos desesperadas –dice una prostituta de Alicante–, nadie ha pensado nunca en nosotras pero nunca habíamos sido tan invisibles como ahora”.

Algunas de sus compañeras se han ido a pasar la cuarentena con un cliente por un precio reducido. Cuando leo esto, por deformación profesional, pienso que esta posibilidad es un gran argumento para un guion. Por una cuestión pragmática, el cliente y su puta deciden pasar la cuarentena juntos, incluyendo una rebaja en el precio habitual de sus servicios. Esto no solo significa que el cliente tendrá cubiertos sus deseos carnales en la dura cuarentena, sino que vivirá con la profesional una situación que se parece mucho a la de un matrimonio. Las veinticuatro horas juntos, tiempo de hablar, de compartir, de hablar de sus infancias, de su familia, de desnudarse física y psicológicamente, de descubrirse mutuamente. Es una situación riquísima para fabular sobre ella. Si sobreviven a esta cuarentena auguro a estas parejas una relación futura muy sólida.

Cito un tweet que mi hermano colgó hace dos días comparando la reacción española, francesa y alemana ante el desastre económico que el coronavirus supone para la industria cultural. El ministro español de Cultura, según El Confidencial, confirma el lunes que no habrá medidas específicas para el sector. O sea, cero ayudas, y se quedó tan pancho, ante el estupor de los interesados.

El gobierno francés, sin embargo, se moviliza para defender la cultura nacional frente al coronavirus (ABC). El Ministerio de Cultura destinará 22 millones de euros para apoyar al sector cultural. Alemania incluye a la Cultura entre “sus bienes de primera necesidad”. Especifica, según el ABC, que la industria cultural podrá acceder a la línea de liquidez ilimitada prevista por el gobierno de Angela Merkel.

Tres reacciones muy distintas y muy elocuentes. En una carta al ministro de Cultura, el prestigioso director de teatro Lluís Pasqual empieza afirmando que este país no quiere a sus artistas. Los puede admirar, envidiar y hasta en algún caso adorar; pero querer es otra cosa. Y tiene toda la razón. La carta es un reproche largo y pormenorizado de la indefensión histórica de los trabajadores de la Cultura y el ministerio del mismo nombre que solo en muy raras ocasiones nos ha representado.

Cuando uno de los cambios del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez excluía a José Guirao (el ministro de Cultura anterior y uno de los mejores gestores culturales que hemos tenido en los últimos cuarenta años, políticamente independiente, pero con enorme experiencia en cultura), viví la exclusión como una gran pérdida que la realidad no ha hecho sino confirmar. El nombramiento del señor Rodríguez Uribes es un nombramiento político, él es un hombre de partido, como se suele decir, podrían haberle dado esta cartera como cualquier otra. En los cuarenta años que llevamos de democracia no hemos tenido suerte con el Ministerio de Cultura, solo recuerdo a la ministra Carmen Alborch (en los años 93 a 96) y a José Guirao, el penúltimo ministro al que le tocaron esos meses de interinidad en los cuales hizo todo lo que pudo. No importa el signo ideológico: en los diferentes gobiernos que ha habido en nuestro país, nunca hubo voluntad política de ayudar al sector cultural.

Después del desprecio del lunes por boca del ministro Uribes, y de las protestas que ha recibido por parte del sector, hoy, Viernes Santo, la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, la señora Montero, ha prometido que habrá una reunión conjunta de ambos ministerios con el sector de la cultura, en la que supongo se replanteará la situación.

Pero volvamos al encierro y las medidas inmediatas para combatirlo. Yo confío mucho en el cine, ver películas que nos entretienen y enriquecen y ya que he empezado esta crónica hablando de la tristeza, me he decidido por títulos que hablan de amores truncados.

- Un extraño en mi vida (Strangers when we meet, de Richard Quine con su musa Kim Novak, un tipo de historia como las que escribe Richard Yates en sus novelas).

- The end of the affaire (de Neil Jordan, basada en una maravillosa novela de Graham Greene, donde el desesperado amante que interpreta Ralph Fiennes se debate con el recuerdo de la mujer que le abandonó años antes, algo que nunca entendió. Siempre supuso que “alguien” se interponía en su relación y no se equivocaba; lo que no podía suponer es que ese “alguien” fuera Dios).

- Carta de una desconocida (de Max Ophuls. Obra maestra de una delicadeza sobrecogedora basada en una novela del gran Stefan Zweig. Cine romántico en su máxima expresión).

- Ascensor para el cadalso (de Louis Malle. La película merece la pena verla, aunque solo sea por ver caminar a Jeanne Moreau por las aceras de París. Además de la banda sonora improvisada en directo durante una proyección por Miles Davis en sus años parisinos. Y Maurice Ronet, siempre misterioso y cálido. Y triste. Pero en esta lista, la tristeza es un valor).

- Bonjour tristesse (Otto Preminger con una Jean Seberg casi adolescente, antes de su explosión en À bout de souffle, de Godard, pero ya con pelo a lo garçon. Tengo debilidad por esta película y por Françoise Sagan, Deborah Kerr y David Niven. Adoro las películas que hablan sobre el aburrimiento de la alta burguesía. Aunque Tristesse es algo más que eso).

- La notte (Antonioni, más tedio existencial, esta vez en el mundo de la alta sociedad milanesa, con un trío glorioso, Jeanne Moreau, Mónica Vitti y Marcello Mastroianni. El monólogo final de Jeanne Moreau es de los finales más bonitos, y tristes, que recuerdo).

- Los inútiles (I vitelloni, de Fellini. Adoro también las películas que hablan de la vida rural. En España tenemos dos obras maestras sobre el tema: La tía Tula, de Miguel Picazo y Calle Mayor, de J. A. Bardem, ambas recomendables e imprescindibles. [Bueno, tenemos muchas más]. Aquí cuando hablamos de la vida rural prestamos más atención a la soledad femenina, las dos películas recomendadas hablan de la vida de dos solteronas, respectivamente. I vitelloni, sin embargo, habla de la soledad y el tedio de los solterones, personajes masculinos de más de 30 años, niños grandes, sin futuro que entretienen sus soledades en el café de su ciudad o haciendo gamberradas, como en Calle Mayor. Otra de las obras cumbres de Fellini, con un Alberto Sordi inolvidable).

- La piel suave (de Truffaut y con Françoise Dorléac en su esplendor. Uno de mis Truffaut favoritos).

- En un lugar solitario (In a lonely place, de Nicholas Ray. Un noir insólito, sobre un personaje verdaderamente violento, Bogart. La película tiene como Macguffin la búsqueda de un asesino –todos sospechan de Bogart– pero realmente lo que importa e interesa es la vida de la pareja Bogart-Gloria Grahame, por el mal carácter de él. La película habla de la historia de un hombre violento pero inocente, desde una perspectiva muy original. La ternura de los violentos. Todo en la película de Nick Ray es muy original).

Ya nos despedimos de una Semana Santa de calles vacías y ahora nos esperan un montón de festividades, probablemente también con las calles desiertas. No me acostumbro.

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