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El espejismo

El presidente de la Generalitat, Quim Torra.

Baltasar Garzón

Un espejismo es una ilusión óptica. Define la RAE que sucede cuando la luz atraviesa estratos de aire de densidad diferente, y por la reflexión provocada, los objetos lejanos se ven invertidos y más próximos. Espejismo se llama también a un concepto o imagen sin verdadera realidad. Ambas acepciones, una científica, la otra coloquial, parecen aplicables al proceso que el presidente catalán y sus socios protagonizan desde hace ya siete años: Enarbolan un sentimiento de independencia identificándolo como algo real y tangible, cuando legal y constitucionalmente es inviable y así se les ha puesto de manifiesto por activa y pasiva. Es decir sufren el síndrome del espejismo en medio de un desierto de incomprensión habitado por el gobierno central y los demás partidos que forma la mayoría cualificada en el Parlamento español. Todos ellos contrarios a cualquier fórmula de independencia o decisión que se salga de aquellos cauces.

Tan inmersos están en esa realidad aparente que todo lo tiñen con el color de la ficción. ¿Cómo entender si no el mensaje de fin de año del president de la Generalitat, la máxima institución de Cataluña? Torra hizo un llamamiento a los ciudadanos a “rebelarse contra la injusticia y hacer caer los muros de la opresión” con vistas a la causa que se celebrará próximamente en el Tribunal Supremo y que juzgará a los políticos hoy encarcelados de forma preventiva. Además, comunicaba su intención de poner en marcha la tramitación necesaria para llevar a la práctica las leyes sociales que ha tumbado el Tribunal Constitucional. Complejo mensaje que contiene un elemento de victimismo en grado de propaganda y un implícito anuncio de desobediencia a la legalidad.

El president Torra, desconoce los mecanismos de funcionamiento de la Administración de Justicia y especialmente los del Tribunal Supremo. A estas alturas de los acontecimientos, cualquier presión que se desarrolle frente al Alto Tribunal, resultara inútil cuando no perjudicial para la suerte de los propios procesados. Esa maquinaria no se puede detener y no se va a detener. Yo, como muchos juristas, considero que este procedimiento no debería de haberse formado nunca y mucho menos por los hechos y tipos jurídicos por los que se sigue. No hay ni rebelión ni sedición y los acusados no deberían estar en prisión porque no concurre ni uno solo de los requisitos que justificarían tal medida. Pero siendo esto cierto, lo que menos favorece al desarrollo de los acontecimientos judiciales es la actitud que proclama el responsable político y la convocatoria a los proindependentistas a una especie de desobediencia civil que ya se proclama en algunos sectores como una respuesta frente al Estado.

Quizás no se calibra que este camino ya se inició en otros tiempos y no funcionó y que aquel, a través de sus instituciones, no va a ceder ni a disminuir su control sobre la Generalitat.

La sensatez secuestrada

Se equivocan quienes piensan que a Pedro Sánchez le temblaría la mano a la hora de apretar el botón del 155 de la CE. Si así lo creen, es que conocen muy poco la idiosincrasia del presidente. Desde luego, las formas son diferentes a las que su predecesor utilizó, como lo demuestra la voluntad de dialogo y tolerancia que denota ante los exabruptos del president catalán, que van desde la descalificación permanente, pasando por la “vía eslovena” hasta, en un delirio de auto convicción, llegar a asegurar en su mensaje que el 80% de la sociedad catalana había establecido tres consensos: “Que somos y nos sentimos republicanos; que no aceptamos la represión penal para resolver cuestiones políticas y democráticas, y que queremos ejercer nuestro derecho a la autodeterminación”. Y rematar con una conclusión tan general como ofensiva para quienes luchan a diario por la consolidación de los derechos y las libertades democráticas: “Estemos preparados para el año de la libertad, que ya se acerca”.

Pero es que además, Torra requirió en su mensaje al Estado velar por el aislamiento de la extrema derecha y el fascismo, olvidando que, junto al papel que otros han jugado, el suyo no ha sido menor en el hecho incontrovertible del surgimiento de la extrema derecha y en sus alianzas con la derecha. Una derecha que ya de por sí estaba escorada en este punto y exigía como única solución en forma reiterada y cansina, la intervención de la autonomía, como fórmula ante quienes se atrevan a pensar en un modelo diferente de país.

En algún lugar debe estar secuestrada la sensatez o quizás es que se desea que todo reviente. En este sentido, no se entiende la posición de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), una asociación que ha establecido una presencia cuasi gubernamental en las acciones independentistas, cuando afirma que podría retirar su apoyo a la Generalitat porque, según su presidenta, Elisenda Paluzie precisan saber si el gobierno catalán se prepara o no para la independencia. Más aún, afirma que en caso de que no sea así, el Govern deberá ser sustituido pues perderá el apoyo de una parte de la base independentista. La ANC se encuentra ahora impulsando candidaturas en determinados municipios y aproximándose cada vez más al sector radical de la propia organización y de la CUP. Y con la intención de situar candidatos en organismos de la sociedad civil.

En esta carrera hacia el desastre, basado en la obcecación de unos y en el egoísmo de otros, los derechos e intereses de la población importan muy poco; más bien pareciera que a todos les importa un bledo, si no es para tensionar la cuerda hasta romperla, y de ahí pasar al enfrentamiento y al dislate.

En el otro lado, y en ese mismo sentido de llevar al límite las cosas, el Partido Popular y Ciudadanos debaten entre sí a ver quién ataca más y mejor al president “esta amenaza no puede quedar impune” clama el presidente del PP, Pablo Casado. Inés Arrimadas, líder de Ciudadanos en Cataluña, califica de peligro público a Torra. Ambos exigen al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, al que algunos han llamado “golpista”, “secuestrado por los independentistas”, “destructor de la unidad de España”… que reaccione y aplique el 155, sonsonete que llevan tiempo reiterando hasta la saciedad.

Cesiones necesarias

Mientras, Sánchez intenta mantener la vía del diálogo, me atrevo a creer que pensando sobre todo en la mayoría de los catalanes que no tienen posibilidad de expresarse y para los que el año nuevo viene lleno de incertidumbre. Huérfanos de gobierno propio por dejadez de sus administradores, envueltos en un gigantesco cerco de intolerancia, los catalanes han pasado de vivir una situación razonablemente estable y con indicadores innegables de mejora a estar sumidos en una pesadilla, en que empiezan a temer ejercer su derecho a opinar ante la reacción que se pueda producir, por una u otra parte. La cuestión es que la encrucijada es muy difícil de superar, sin cesiones de todos los afectados. Si se aplica el artículo 155 como reclaman la derecha y la extrema derecha al unísono, será por espacio de un largo tiempo de incertidumbre y posible violencia; si se cede a los deseos de Torra, es inútil hablar de dialogo sino de cesión y secesión injustificada y no compartida.

El diálogo implica estar dispuesto a ceder y a buscar un punto de encuentro con el contrario o discrepante. En este sentido, no es de recibo aceptar y defender que la extrema derecha sea interlocutor válido e incluso soporte indispensable para el gobierno de la derecha en Andalucía, cuando mantiene postulados que atacan frontalmente a los derechos consagrados en el Título II de la Constitución. O negar, sin el menor pudor, el pan y la sal a quien está tratando de ofrecer una solución política viable y de largo alcance para Cataluña, diferente a la solución judicial que, dicho sea de paso, no va a resolver nada y que, por el contrario, entorpecerá más el escenario político catalán y español en general. Pero, si respetamos la independencia de poderes como base del Estado de Derecho, tenemos que asumir ese proceso judicial y combatirlo por los cauces procesalmente correctos y no por vía de la desobediencia civil o la incitación a la violencia.

El president Torra y sus socios más extremos deberían ver que entre sus propios seguidores hay dudas y tensiones sobre la negativa a tomar la mano tendida del gobierno central y asumir que en política se tienen que aceptar tanto los triunfos como los fracasos o adversidades y saber renunciar a algo para obtener aquello que en otras circunstancias nunca se obtendría. Eso es la negociación a la que el diálogo sosegado debe dar paso y, de esta forma, evitar que la derecha se acomode, a costa del 'procés' y su utilización, en el resto de España. Con la seguridad de que, una vez conseguido ese objetivo, será muy difícil sacarlos del poder que las fuerzas progresistas les habremos ofrecido en bandeja de plata.

Al final, se quiera o no, el ensueño de la independencia y el del sometimiento, sin discernir las diferencias, como única proclama y exigencia se desvía de lo que en realidad deben hacer los responsables políticos de cualquier signo: tener en cuenta el bienestar social como pretensión común. Todo lo que no sea así se convierte en un fraude a los administrados y denota un ejercicio de soberbia. El Gobierno catalán y allegados, pero también los que denuestan y rechazan lo que es un claro sentimiento de independencia de casi la mitad de los catalanes, deberían tener presente lo que hace muchos siglos dejó escrito el poeta chino Han Shan: “Nadie puede beber agua de un espejismo”.

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