Arequipa, la ciudad blanca que descansa rodeada de volcanes

La Plaza de Armas de Arequipa.

Roberto Ruiz

18 de octubre de 2021 15:25 h

El Chachani, el Pichu Pichu y el Misti son los tres volcanes que vigilan la ciudad de Arequipa al sur de Perú, en la cordillera de los Andes. Y tienen mucho trabajo, pues a sus pies descansa ni más ni menos que la segunda ciudad más poblada del país. Un lugar donde se mezcla lo nativo y lo europeo, ideal para aprender sobre historia colonial y precolonial, y que además atesora una de las gastronomías más exquisitas y variadas de todo el Perú. 

En Arequipa hay mucho que hacer y que ver, pero sin duda el mejor punto de partida es su centro histórico. Desde el año 2000 es Patrimonio Cultural de la Humanidad según la UNESCO y sus más de 500 casonas coloniales hechas de grandes y blancos sillares de origen volcánico le han dado el sobrenombre de “la ciudad blanca”. Algo a lo que también se une su catedral. Y aunque una visita de un par de días te dejará tiempo para más, estos seis lugares son altamente recomendables para cualquier viajero que llegue hasta ella. 

  • La Plaza de Armas

El centro neurálgico de la ciudad, el punto perfecto para comenzar nuestra ruta. La Plaza de Armas de Arequipa rezuma vida bajo sus palmeras y junto a su fuente, y es un lugar fantástico para sentarse en un banco y ver pasar la vida arequipeña. Está rodeada de robustos edificios de sillares, con arcadas incluídas, y su imponente catedral cierra uno de sus flancos, con el Misti a sus espaldas.

  • La Catedral de Arequipa

La catedral es uno de esos responsables de que a Arequipa se la conozca como “la ciudad blanca” pues está construida con ignimbrita, la piedra de origen volcánico que da color a la ciudad. En primer lugar hubo una iglesia construida en 1541 y sobre los cimientos del templo colonial se levantó una catedral que terminó de construirse en 1656. Fue víctima de terremotos, derrumbes e incendios, y el de 1844 fue tan devastador que tuvo que reconstruirse y renacer en estilo neoclásico, que es la que hoy vemos. En su interior llama la atención su órgano belga, sus mármoles de Carrara, su lámpara sevilla y su púlpito francés. 

  • El Convento de Santa Catalina

Para ser sinceros, el Convento de Santa Catalina merece todo un reportaje en exclusiva para él. Por bonito, por grande y por interesante. Pero para que te vayas haciendo una idea, el convento es más bien una ciudad dentro de otra ciudad, una ciudadela que durante cuatro siglos vivió ajena al resto del mundo aislada por sus altos muros. Fue fundado en 1579 por Doña María de Guzmán, ocupa 20.000 metros cuadrados y en él vivían principalmente monjas criollas de familias adineradas y sus criadas. Sus estrechas calles nos trasladan a España, a Andalucía concretamente, pintadas de diferentes colores y adornadas con flores. Hoy las pocas monjas que quedan viven en una zona reducida y el resto es visitable, por lo que podemos conocer sus antiguas casas, plazas, claustros, cocinas, lavanderías, huertas o panaderías. 

  • El mirador de Yanahuara

Arequipa merece la pena verla desde lo alto, y si es con el Misti de fondo, mejor que mejor. Un buen lugar para hacerlo es el mirador de Yanahuara, a unos 25 minutos caminando desde la Plaza de Armas. Pero eso sí, hay que ir concienciado a subir, subir y subir. En un barrio de pequeñas casas con encanto, una plaza y unos arcos hacen de mirador sobre la ciudad, con vistas incluso a la cordillera andina. 

  • El mercado de San Camilo

Vayas a comprar algo o no, la visita al mercado de San Camilo es totalmente imprescindible. Hay ciudades que se conocen por sus mercados, y esta es una de ellas. Es arriesgado decir que es el más bonito de todo Perú, pero sin duda es espectacular. Los pasillos de frutas y verduras son una verdadera fiesta de colores, olores y sabores, con puestos de gran altura. Es un lugar perfecto para tomarse un zumo natural recién exprimido y para disfrutarlo tranquilamente mientras se charla con los tenderos y tenderas que cada día dan vida al mercado.

  • El Museo Santuarios Andinos

Y una visita a Arequipa nunca estaría completa si no dedicáramos un tiempo a conocer el Museo Santuarios Andinos. No ya por ver los hallazgos encontrados en las alturas del sur andino, sino por conocer en persona a la famosa momia Juanita, conocida como la Dama de Ampato. Una joven inca encontrada junto a todo su ajuar funerario en el cráter del volcán Ampato, datada en el siglo XV, que seguramente fue sacrificada como ofrenda y que se mantiene en un estado de conservación casi perfecto. 

El Misti, el gigante que vigila

A estas alturas el Misti ya no necesita presentación, pero es interesante conocer algunos datos más sobre él. Pues ya sea por su tamaño, su perfecto cono volcánico, su juventud o su actividad mientras dormita, se trata del volcán más conocido de Perú. Alcanza una altura de 5.820 metros, levantándose unos 3.500 metros sobre Arequipa, y se puede ascender a él a través de una ruta guiada que toma dos días de camino. La primera jornada con un ascenso de unas 6 horas, tras la que se hace noche en un campamento a más de 4.600 metros de altitud, y la segunda con 7 horas de ascenso más. Evidentemente la exigencia física es importante pues la falta de oxígeno a esas alturas causa pronto mella, pero quien pueda permitírselo podrá disfrutar de la más bella imagen de ‘la ciudad blanca’ bajo sus pies.

Arequipa desde el estómago

Arequipa es un lujo gastronómico. Todo Perú lo es, pero si te gusta el buen comer, aquí estás de enhorabuena. Gastronómicamente Arequipa ofrece algunos de los mejores platos del país, por lo que visitar las tradicionales picanterías arequipeñas está más que recomendado. Aquí podrás probar el chupe de camarones, que es una sopa contundente con gambas o langostinos, o un buen rocoto relleno, una especie de pimiento rojo relleno de carne picada. Pero también, ya que estás, son típicos el solterito, un plato frío tipo ceviche de habas que se toma como entrante, y el cuy chactado, una cobaya frita que a pesar de provenir de la gastronomía más tradicional puede no llamar la atención de los turistas con estómagos más sensibles.

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