Un fin de semana en Córdoba: una ruta básica para conocer la ciudad de las tres culturas

Córdoba desde el Puente Romano.

Roberto Ruiz

‘¿De Córdoba? Su Mezquita y su salmorejo, claro’. Y es que no hay duda a la hora de elegir los elementos cordobeses más representativos cuando nos preguntan. Pero con dedicarle aunque sea un fin de semana, es fácil descubrir que Córdoba va mucho más allá, y que no por casualidad es una de las ciudades más bonitas y más visitadas de toda Andalucía, e incluso de toda España. Una ciudad fundada por los romanos a orillas del guadalquivir y moldeada por musulmanes, cristianos y judíos a lo largo de los siglos. Un pequeño espacio donde es posible repasar 2.000 años de historia por nuestro propio pie, visitando barrios embriagadores que enamoran a quien se sumerge en ellos.

El nutrido pasado de Córdoba hace que hoy esté plagada de atractivos entre los que efectivamente la Mezquita-Catedral acapara el protagonismo, pero también está su Sinagoga, su Puente Romano, su Alcázar de los Reyes Cristianos, su judería y tantas y tantas cosas que tampoco debemos pasar por alto, al menos si es nuestra primera visita. Eso en cualquier época del año, claro, porque si además nuestro viaje es en mayo, además hemos de sumar el Festival de los Patios Cordobeses, una explosión de color florar que es Patrimonio de la Humanidad.

Del Puente Romano a la Sinagoga, pasando por el Alcázar y la Mezquita-Catedral

Se pueden improvisar muchos itinerarios para conocer Córdoba, pero hay ciertos lugares que no nos podemos saltar. Uno de ellos es el Puente Romano, construido efectivamente por los romanos en el siglo I a.C., aunque haya sufrido diversas modificaciones y su estructura principal sea medieval. En su extremo opuesto a la ciudad se encuentra la Torre de la Calahorra, que hoy en día ha cambiado sus antiguas funciones de control y defensa por la de sede del Museo Vivo de al-Andalus, en el que se trata la convivencia entre las culturas judía, cristiana y musulmana.

Una vez cruzado el Guadalquivir, podemos encaminar nuestros pasos hacia el Alcázar de los Reyes Cristianos, cuyo nombre no quita que en su interior encontremos restos romanos, visigodos y árabes. Su origen se remonta al antiguo Palacio Califal aunque desde el mismo momento de la conquista cristiana en 1236 ya comenzó a recibir restauraciones y remodelaciones. Lo que hoy vemos es una fortaleza rectangular defendida por una torre en cada una de sus cuatro esquinas, mientras que en su interior diferentes salas rodean patios ornamentales. El Salón de los Mosaicos o el Patio Mudéjar se merecen una especial atención, así como sus extensos jardines, responsables de algunas de sus imágenes de mayor belleza. Para visitarlo puedes comprar tu entrada online

A solo unas calles del Alcázar encontramos la Mezquita-Catedral de Córdoba, aunque de eso ya estarás al tanto desde hace rato porque realmente la verás desde prácticamente cualquier lugar. Es Patrimonio de la Humanidad desde 1984 y pasó por muchas fases hasta llegar a ser como es. Su construcción la inició Abd al-Rahman I en 785 sobre la antigua basílica visigoda de San Vicente y durante los dos siglos posteriores recibió ampliaciones por parte de diferentes dirigentes omeyas. Sin conocerla en persona ya sabrás que sus numerosos arcos de herradura bicolor son su cara más conocida, aunque su admirable Mihrab, con inscripciones del Corán en oro y ricos mosaicos bizantinos, no merece menos atención. La conquista cristiana trajo la integración de la catedral en ella, y el tiempo trajo estilos góticos, renacentistas y barrocos, y aunque el templo fue consagrado como catedral en 1236 la construcción de la Capilla Mayor, el Crucero y el Coro no comenzaron hasta el año 1523. Puedes comprar tu entrada en la web de la Mezquita-Catedral de Córdoba.

Y este primer paseo de aproximación por Córdoba podría llevarnos después hasta su Sinagoga. Como no podía ser de otro modo, se encuentra ubicada en el barrio de la judería y fue construida entre los años 1314 y 1315 en estilo mudéjar. Llama la atención por su decoración con atauriques y por los tres arcos ornamentados con yeserías que dan soporte a la tribuna de las mujeres. Sirvió de templo hasta que los judios fueron expulsados en 1492 y desde entonces ha sido hospital, ermita cristiana e incluso escuela infantil. Por lo que con esta ruta ya podrás hacerte una buena idea de la convivencia de las tres culturas que habitaron Córdoba. 

Córdoba más allá de los monumentos

Vas a necesitar muchos fines de semana si quieres ver todos los monumentos de Córdoba, porque además de los grandes básicos de los que te acabamos de hablar tendrías que añadir a tu lista sitios como la Capilla de San Bartolomé, las Caballerizas Reales, el Templo Romano, la Torre de la Malmuerta, el Palacio de Viana o la mismísima Medina Azahara, para la que sí que necesitarías más tiempo. Pero Córdoba es una ciudad para disfrutarla a pie de calle, entre sus callejuelas y sus plazas, por lo que puedes dejar el resto de sus monumentos para otra ocasión y dedicar buena parte de tu visita a conocerla desde dentro.

Por ejemplo, el barrio de la judería es Patrimonio de la Humanidad desde 1994 y es que su laberíntico trazado nos traslada a otra época. Contó con su propia muralla y está salpicada por patios que refrescan el ambiente en verano. En ella se encuentra la Casa de Sefarad y la Casa del Judío, así como la famosa Calle del Pañuelo, cuya anchura ya puedes imaginar a qué se asemeja. Pero aunque la judería es sin lugar a dudas el barrio más característico de Córdoba, apúntate en tu lista también la Plaza del Potro, la Plaza de Maimónides, la Calleja la Luna, el barrio de San Basilio y la Calleja las Flores, para así poder decir que has pasado por algunos de los rincones de mayor belleza de la ciudad.

Pero como no todo va a ser pasear y pasear, en tu fin de semana en Córdoba también querrás aprovechar para probar cosas ricas. Y estás de suerte, porque aquí lejos de tomarse una tapa rápida de pie, hay que sentarse a ‘comer comer’. Seguro que vas con ganas de tomarte un buen salmorejo, pero te sabrá aún mejor si lo acompañas de una ensalada de naranja y bacalao, unas berenjenas con miel o unas alcachofas a la montillana. Si quieres ir fuerte, no olvides su famoso flamenquín, el rabo de toro o un cordero a la miel. Y para terminar dándolo todo, qué tal rematar con unos alfajores o un pastel cordobés de origen judío. Conforme vayas probando platos verás que la cocina cordobesa está repleta de sabores de herencia andalusí, y eso, queridas papilas gustativas, es todo un notición.

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