Tánger en un fin de semana: qué ver dentro y fuera de su medina

Tánger mirando a Europa.

Roberto Ruiz

Marruecos es un destino altamente atractivo. Es un país vecino, muy cercano, pero sin embargo ofrece una buena dosis de contrastes para los que viajamos desde Europa. Marrakech, Fez, Rabat, Chauen, Merzouga y tantos y tantos nombres resuenan en nuestra cabeza cuando pensamos en algunos de sus lugares más bonitos y llamativos, pero sin embargo, la ciudad de Tánger a veces es la gran olvidada. Parece que está demasiado cerca como para que pueda llamarnos la atención, y es que efectivamente está tan cerca que muchas veces la pasamos por encima, literalmente.

A Tánger es fácil llegar, tanto en barco como en avión, y tiene el tamaño perfecto para poder dedicarle un fin de semana. Es una ciudad que nos cuenta muchas cosas con solo pasear por sus calles, ajetreada como ella sola y llena de vida, pero poco estresante para el viajero que aterriza por primera vez en Marruecos si la comparamos con ciudades mucho más turísticas como Fez o Marrakech. Por lo que puede resultar una buena toma de contacto para aquellos que empiezan antes de sumergirnos en las zonas más demandadas del país.

Tánger es amable, multicultural, abierta y hospitalaria, y aunque no destaque por su belleza o por su exotismo, bien se merece una visita de al menos un par de días para conocer su historia, su importancia y su cultura, tan cercana y tan lejana al mismo tiempo.

Un lugar querido por todos

Tánger tiene una larga historia a sus espaldas y su ubicación estratégica, a un paso de Europa y en la puerta de África, ha hecho que hayan sido muchos los que se han interesado por ella a lo largo de los siglos. Podríamos remontarnos más allá de su pasado bereber, cuando era especialmente valorada por los fenicios gracias a su excelente puerto allá por el siglo V a.C., y mencionar también el periodo de dominio romano, bizantino y visigodo, pero podemos saltar directamente hasta principios del siglo VIII d.C., cuando pasó a ser musulmana al ser tomada por Musa ibn Nusair en su camino a la península ibérica. 

Pero conforme los árabes fueron perdiendo fuerza en Europa, al otro lado del estrecho Tánger relucía como un suculento punto estratégico, de manera que cayó en manos de Portugal de mediados del siglo XV a mediados del XVII, hasta que en 1661 se la regaló a Inglaterra como parte de la dote de la infanta Catalina de Braganza al casarse con el rey Carlos II de Inglaterra. Un par de décadas después volvió a ser musulmana y a finales del siglo XVIII se convirtió en la capital diplomática del reino de Marruecos. 

Curiosamente, en 1821 la embajada estadounidense de Tánger se convirtió en la primera propiedad que Estados Unidos tuvo fuera de sus fronteras, y en 1923 España, Francia y Reino Unido firmaron un acuerdo que declaraba el condominio de estos países sobre lo que pasó a ser la Zona Internacional de Tánger. A ellos se sumaron Bélgica, Países Bajos, Portugal, Suecia e Italia, e incluso la Unión Soviética cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial. De 1940 a 1945 fue tomada por las tropas españolas enviadas por Franco, y tras su retirada volvió a ser un condominio. La independencia de Marruecos en 1956 puso en marcha un proceso de desinternacionalización que culminó cuando la ciudad se incorporó a Marruecos en 1960. De manera que, teniendo en cuenta su variopinto pasado, nos podemos hacer una idea de la mezcla tan diversa que podemos encontrar en sus calles.

Ciudad moderna, ciudad antigua

Sabiendo todo esto, Tánger gana aún más interés a la hora de preparar una visita. Su lado más moderno, de anchas avenidas y coches último modelo, nos hará pensar que no hemos cambiado de continente. Pero conforme nos acercamos a la ciudad vieja y las calles se estrechan, las aceras desaparecen y los puestos de sus infinitas tiendas nos ofrecen todo lo imaginable, la imagen de Tánger cambia radicalmente. 

Tánger cuida con mimo su medina, muestra de ello son los numerosos edificios que han sido rehabilitados en los últimos años para mejorar su imagen, y las zonas ajardinadas que la rodean y nos llevan hasta ella. Por lo que sí, algunas de esas cosas que no te puedes perder de Tánger se encuentran en su medina, pero también hay muchas otras, además de su puerto o sus playas, que se encuentran fuera de ella. Por lo que si quieres dedicar un par de días a Tánger aquí tienes una pequeña lista para guiar tus pasos.

Qué ver dentro de la medina de Tánger

La medina de Tánger no es grande, podemos recorrerla a pie fácilmente, teniendo en cuenta eso sí que no hay coches y que tiene importantes pendientes. Una vez que entremos en ella a través de alguna de sus características puertas todo cambia en su interior y sus laberínticas calles nos llevan a otro mundo. Entre que te pierdes y te encuentras una y otra vez, no deberías pasar por alto algunas de estas paradas:

  • La Kasbah. Es la antigua ciudad amurallada y fortificada que se ubica en lo más alto y frente al mar, y hoy una de las zonas más turísticas de la ciudad. Conforme recorremos sus callejuelas el reto pasa a ser saber dónde estamos en cada momento.
  • El Museo de la Kasbah. Se encuentra en la Kasbah, claro, y en él podemos aprender sobre la historia de Tánger y Marruecos. Aunque solo sea por admirar el antiguo palacio en el que se encuentra ya merece la pena la visita.
  • Los zocos de la medina. Aquí vas a encontrar de todo, desde artesanía y recuerdos a todo tipo de alimentación, y siempre es interesante pasear entre frutas y verduras, carnes y pescados, para ver el trajín de la compraventa diaria. 

Qué ver fuera de la medina de Tánger

La medina es una ínfima parte de Tánger, por lo que ya sea en el resto de la ciudad que la rodea o a varios kilómetros de allí, también vamos a tener mucho que ver. Merece la pena pasear tanto por su puerto como por el antiguo barrio español de Tánger, donde encontrarás instituciones como el Instituto Cervantes. 

  • La Place du 9 Avril. Junto a la puerta principal de la medina se encuentra la plaza con más vida de la ciudad, la del 9 de abril de 1947. Junto a ella está el Gran Zoco, el mítico Cinema Rif y la Mezquita Sidi Bouabid. Tengas el plan que tengas en Tánger, seguro que pasarás por ella o te tomarás algo en los bares que la rodean. Desde aquí puede ser interesante acercarse a ver la decrépita fachada del Gran Teatro Cervantes, de 1913.
  • El Café Hafa. Uno de los lugares más recomendables para tomarse un té a la menta, pues sus terrazas en gradas nos dejan unas espectaculares vistas del estrecho y de España. Cuando vayas de camino podrás ver la gran necrópolis púnico-romana que perdura horadada en la roca.
  • El Cabo Espartel. Se encuentra a unos 14 km de la ciudad de Tánger y junto a su faro podemos disfrutar de unas espectaculares vistas hacia el Atlántico.
  • Y las Cuevas de Hércules. Un poco más al sur del Cabo Espartel se encuentran las Cuevas de Hércules. Hay indicios de que ya fueron habitadas en el neolítico, pero lo que realmente cuenta es que la leyenda dice que el mismísimo Hércules durmió allí una vez. 
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