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ETA hace publicidad de su derrota

José María Calleja

La banda terrorista ETA certificó su derrota en octubre de 2011, cuando dijo que no volvería a asesinar. Hubiera sido coherente con el reconocimiento de estar vencidos que se hubiera producido entonces la entrega de las armas. No fue así.

Tres años después, en febrero de 2014, asistimos a una supuesta entrega de una pistola, dos revólveres, un fusil de asalto y cuarto y mitad de explosivo, por parte de unos encapuchados vestidos de negro que mostraban, a unos presentados como mediadores, aquel kit de etarra que cabía en una pequeña mesa. El asunto era tan patético que una vez grabado el vídeo, los terroristas de negro se llevaban las armas.

Esta ceremonia de zulo ambulante fue despedazada por cientos de memes en los que las pocas pistolas eran sustituidas por verduras, cebollas, tomates, también por pistolas de plástico. ETA había pasado de dar miedo a dar risa.

El pasado mes de diciembre, ETA trató de hacer otra pirueta propagandística, cerca de Bayona, con una supuesta neutralización de armas a la que asistían simpatizantes de la banda. La policía francesa irrumpió en pleno happening, detuvo a los reunidos y se llevó las armas. Cada vez menos repercusión en la opinión pública.

Ahora se hace un anuncio de un anuncio –es decir, una publicidad–, para una supuesta entrega de armas en desuso, pues no se usan desde hace cinco años. El asunto ha interesado a medios de comunicación y a un sector visible de los políticos, pero se produce en medio de una enorme indiferencia por parte de la ciudadanía, que ha pasado de considerar el terrorismo de ETA como una de sus preocupaciones más graves a relegarlo entre las últimas.

El anuncio llega tarde. En concreto, llega 858 asesinados tarde. Pero llega con el arroz pasado también respecto de 2011, cuando se dijo que no se volvería a asesinar; es decir, que las pistolas ya no servían para lo que fueron compradas o robadas.

Justo en el fin de semana posterior al anuncio se han celebrado en Gipuzkoa dos homenajes; uno, a Froilán Elespe, concejal socialista asesinado en Lasarte (Gipuzkoa), y otro a Juan Priede, 69 años cuando le pegaron el tiro en la nuca, antiguo trabajador de Altos Hornos, concejal de Orio (Gipuzkoa), asesinado cuando se tomaba un café. Hace tres lustros de los dos crímenes.

A pesar de la tardanza, es preferible que entreguen las armas, que vuelvan a rubricar su derrota, que vuelvan a mostrar su voluntad de no utilizarlas, antes de que se sigan oxidando por ahí. Sería bueno que esas armas no estuvieran manipuladas, por si permiten esclarecer alguno de los 300 asesinatos cometidos por la banda pendientes aún de resolver.

Sería bueno que las entregaran todas, absolutamente todas, pues aunque se pueden comprar, si hubiera voluntad de usarlas, es mejor que se entreguen las realmente existentes. No quedarse con ninguna también sería una buena decisión. Podían aprovechar también para anunciar su disolución oficial, a pesar de que están disueltos por la acción policial, la justicia, la política y la movilización ciudadana contra ellos.

La historia de la banda terrorista es la historia de una organización que ha llegado tarde a todas partes. Contó con cierta simpatía en los tiempos de la dictadura franquista y en los primeros años de democracia, pero logró a pulso el rechazo absoluto, desde antes incluso del asesinato del concejal del PP Miguel Ángel Blanco (1997), punto máximo de beligerancia de la ciudadanía contra la banda.

ETA ha conseguido incluso el rechazo de sus propios miembros, gentes con decenas de asesinatos en su haber y que ahora se arrepienten de lo hecho y critican la violencia, como los presos de la llamada vía Nanclares. Elena Beloki, exdirigente de la banda terrorista, 24 años en la cárcel, dice que “ETA no soporta que se deje la banda por el derecho a discrepar” (El País, 19 de marzo de 2017).

Después de 50 años de asesinatos, ETA no ha conseguido ni uno solo de sus objetivos. Está derrotada, escenifica estos dibujos toscos entre la indiferencia de los ciudadanos, a los que hace tiempo que ha dejado de importarles.

A estas alturas, trata de hacerse un hueco en los medios, espera que se acerquen sus presos, a los que ha dejado tirados y para los que admite incluso las antes denostadas salidas individuales.

Es una nadería, puesta en escena con el apoyo de simpatizantes franceses que el periódico adicto sólo ha sido capaz de calificar como una llegada “aquí”, adverbio que, aparte de indicar cercanía del hablante, demuestra que los propios partidarios no saben cómo calificar este nuevo anuncio.

ETA siempre estuvo fuera del tiempo y ahora sigue lejos del espacio.

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