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De la estrategia de la crispación a la estrategia de la confusión

Ana R. Cañil

En la España de la democracia, cada vez que la derecha de Aznar (PP) se veía perdida o incapaz de recuperar un poder en manos de los socialistas, echaba mano de lo que se denominó “estrategia de la crispación”, un método para debilitar políticamente al contrario. La estrategia de la crispación era un procedimiento anómalo en las democracias maduras pues para obtener el poder no vale todo y, sobre todo, no vale la deslegitimación permanente y sistemática del adversario.

Las últimas legislaturas de Felipe González y Rodríguez Zapatero fueron el escenario máximo de ello, unos años en los que se manifestó un desacuerdo permanente y sistemático sobre casi todo lo que planteaba el Gobierno socialista. El PP, por ejemplo, dejó solo a Zapatero aquel mes de mayo de 2010 en el que Bruselas amenazó, de una noche para otra, con intervenir España. Ni en esas circunstancias hubo solidaridad (otro ejemplo: la Alianza Popular de Fraga Iribarne se abstuvo en el referéndum sobre la OTAN).

Aspereza en las formas y concentración de la agenda política en torno a temas sobre los que habitualmente existe algún tipo de consenso para dejarlos fuera del debate político y de la competencia electoral (terrorismo, política exterior...). Rajoy acusó a Zapatero en el Congreso, en un Debate sobre el Estado de la Nación, de traicionar a los muertos y permitir que ETA recupere las posiciones que ocupaba antes de su arrinconamiento“. Hace unas semanas, el hoy presidente en funciones se quejaba de que Pedro Sánchez le había espetado ”no es usted decente“ en una campaña electoral, por televisión. Puño de hierro, mandíbula de cristal...

Ha cambiado la situación. Ahora ni siquiera le hace falta al PP activar la “estrategia de la crispación” para desviar la atención del hecho de que ha sido el partido que más poder ha perdido en las elecciones generales, municipales y autonómicas. Entró en las mismas con mayoría absoluta en el Congreso y en el Senado, y con más alcaldes, concejales y presidentes de comunidad autónoma que ninguna otra formación en la historia de la democracia española, y sale tambaleándose y con grandes posibilidades de tener que abandonar La Moncloa. De la mayoría absoluta a la posible oposición. Boxeador sonado.

¿Se habla de ello? Mucho menos de lo que se debiera. Porque los socialistas han puesto en marcha otra estrategia muy distinta: la de la confusión.

En vez de aprovechar el tiempo para situar en primer plano sus compromisos (que los tienen) con los que llegar a acuerdos con otras formaciones políticas para formar un gobierno alternativo al del PP, en lugar de activar sus propuestas para paliar las consecuencias de lo que está sucediendo en Cataluña, convocan un Comité Federal del que salen divididos y planteando en carne viva a sus militantes y a sus votantes que lo urgente es la convocatoria de un Congreso para determinar quién manda en el partido. Asombroso.

Burla burlando, el PSOE ha conseguido el peor protagonismo de los perdedores, recordando a la ciudadanía que los resultados del 20 de diciembre son los peores de su historia y qué ha perdido “su vocación de mayoría”. ¿Por qué esta torpeza?, ¿Por qué esta vocación de suicidio?, ¿Por qué dejar al PP en las sombras, con su propia crisis a cuestas?

¿Sólo para gobernar la escasez de 90 diputados? Deprimente para que quienes fueron a votarles –con la nariz tapada– el 20D, temerosos de que Podemos se hiciera demasiado poderoso. Hoy muchos de aquellos hoy ya estarán arrepentidos gracias al bochornoso espectáculo. Pocas veces un partido, sus baronías y líderes, fueron tan hábiles aplicándose el harakiri político. Además de pelearse por las migajas del poder, por cada butaca en su autonomía ¿recuerdan que había una parte del país que aún les esperaba?

Bajo esta estrategia absurda de la confusión, la ciudadanía mira con la tolerancia de las las luces navideñas encendidas, las uvas por comer y los Reyes Magos por llegar, pero cuando la Navidad se vacíe, allá por el 7 de enero y el personal mire a quienes votaron el 20D, descubrirán el vértigo del vacío de poder, un país en donde no se sabe quien gobierna y que los dos viejos, más los dos nuevos, siguen ahí, liados. Y el más confundido de todos, el PSOE que debería estar liderando la alternativa a Rajoy.

Un PP paralizado, un PSOE dividido, un Ciudadanos que ha sacado la patita de apéndice de la derecha, y un Podemos arrogante y esperando el sorpasso de la izquierda sin quemarse. ¿Quién saldría beneficiado y quien perjudicado en caso de nuevas elecciones?

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