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¿Y si invitamos a Palestina a Eurovisión?

Netta Netanyahu

Óscar Abou-Kassem

“Lo importante es participar”. La frase del barón Pierre de Coubertin ha superado al movimiento olímpico y es aceptada por aquellos que aceptan la derrota y por los que saben ser elegantes en la victoria. 

Israel ganó la semana pasada Eurovisión con una canción que llamaba a combatir el acoso. La victoria se logró con la corrección que el sistema de televoto daba a las votaciones de los jurados nacionales. El Gobierno israelí no tardó ni 24 horas en confirmar que la próxima celebración del evento, honor que se le concede al ganador, tendría lugar el próximo año en Jerusalén. No lo hizo precisamente con un mensaje de amor. “Aquellos que no querían que Israel esté en Eurovisión van a tener Eurovisión en Jerusalén el próximo año”, dijo el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.

Se trata de una decisión en la que prima la política por encima de cualquier otra cuestión. Situar a Jerusalén como su capital a pesar de que no tenga el reconocimiento internacional. Sólo EEUU y un puñado de países reconocen esta situación. El resto, con la Unión Europea a la cabeza, esperan a un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos en que se fijen las fronteras de los dos estados.  

Teniendo en cuenta que las autoridades israelíes han apostado por los hechos consumados, los demás participantes podrían tomar una medida valiente y lanzar un mensaje de paz al resto del mundo: invitar a Palestina al festival de Eurovisión.

Palestina no tiene derecho a participar según las normas de la Unión Europea de Radiodifusión (UER), el organismo que lo gestiona y que no tiene nada que ver con la Unión Europea. Los palestinos no cumplen con el requisito de pertenecer a la Unión Internacional de Comunicaciones, el organismo de Naciones Unidas. Australia sí es miembro asociado de la UER y por eso puede participar en el festival. La autoridad palestina lleva años intentando acceder a estos organismos de Naciones Unidas para poder ser reconocidos como Estado de pleno derecho y que acaban siendo importantes en el día a día de un país.

Volviendo a la propuesta. ¿Quién estaría en contra de que una cantante palestina cantara en favor de la paz en Jerusalén? ¿Y si es el festival el que se marca del tanto de tender el puente definitivo hacia la paz definitiva? ¿En que lugar quedaría una democracia como Israel si se opusiera?

Eurovisión ha premiado este año a una canción que denuncia el acoso. En otras ocasiones los ganadores han sido personas que apoyan la diversidad y la libertad de orientación sexual. ¿Por qué no un mensaje a favor de la paz?

Y si la UER no acepta una participación palestina quizás algún país podría ceder su plaza a un cantante de Gaza o Cisjordania. Eso sí sería épico. A algunos como a Mohamed Assaf, el refugiado de Gaza que ganó la versión árabe de Operación Triunfo en 2013, se les da realmente bien.

Puestos a soñar que sea la canción palestina la que gane. No habría mejor mensaje de paz que el de Netta Barzilai, la última ganadora, entregando el trofeo al representante palestino. Y para rizar el rizo el festival tendría que celebrarse en Palestina en 2019. Entonces si que lo realmente importante sería poder participar.

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