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Cinco piratadas en la privatización de servicios públicos

Antón Losada

El supuesto ahorro que se afirma conseguir siempre sale de los salarios de los trabajadores o de la calidad del servicio. La proclamada superioridad de la gestión privada siempre bebe de las mismas fuentes. Exprimir a trabajadores mal pagados y con contratos precarios, ratear en las condiciones del servicio y transferir todos los costes que puedan a nosotros, los usuarios.

Los estudios comparados disponibles acreditan que los trabajadores externalizados perciben entre una tercera y una cuarta parte menos que los salarios de los trabajadores públicos en servicios semejantes. Otro tanto sucede con la calidad. Extras, suplementos, o directamente la negativa a prestar determinados servicios que antes se ofertaban, se convierten en norma del contratista.

La presunta rebaja en la factura forma parte de un golpe perfectamente planeado, pero diferido, como diría María Dolores de Cospedal. Las administraciones rebajan temerariamente los contratos para apuntarse el tanto ante los votantes. Las empresas rebajan temerariamente sus ofertas para apuntarse la contrata. Pero tanta temeridad no resulta sostenible. Antes o después, la empresa reclamará que se revise al alza y la administración les subirá las tasas a ustedes. Por supuesto, nunca lo hacen por la pasta. Siempre es por la calidad del servicio.

El atraco está tan bien planeado que, si algo sale mal y la empresa no gana lo previsto, acudimos todos a su rescate con nuestros impuestos. Así sucedió o sucede con las fundaciones sanitarias de Fraga en Galicia, el famoso modelo Alzira en Valencia, o muchas concesiones de autopistas, limpieza o transporte.

Nunca nadie es responsable de nada. Cuando el trabajador se cansa de abusos o el ciudadano se harta de no recibir el servicio, una explicación o siquiera una disculpa y ambos exigen hablar con un responsable, descubren que son los jefes quienes han salido a tomar café, no los funcionarios. La empresa culpa a la administración y la administración culpa a la empresa y ambos le culpan a usted. Hay tantos responsables que nadie es responsable.

Los estudiosos de las políticas públicas hemos puesto nombre a esa estrategia policy vacuum. El vacío como respuesta al ciudadano. En una externalización, la administración financia y controla y el proveedor presta el servicio. La administración siempre es responsable. Quien les diga lo contrario, miente.

La privatización de servicios es para los amigos. La famosa puerta giratoria se convierte en un círculo que gira sin parar. De la administración “externalizadora”, muchos pasan a las empresas “externalizantes”. En bastantes casos, ya habían trabajado juntos antes.

No solo pasan ellos. Amigos, parientes, parejas, militantes y votantes acceden a dedo a las empresas subcontratadas ahorrándose las molestias y el esfuerzo de pasar por un proceso público de selección. La lista de colocados a dedo resulta interminable. Como no se les puede enchufar en la administración, se les enchufa en las subcontratas. El enchufismo es cada vez más cosa de la empresa privada.

Las campañas de las elecciones siguientes siempre son las mejores. Después de privatizar, las campañas electorales siguientes suelen nadar en la abundancia: más carteles, más anuncios, mas dinero. Seguramente será casualidad. Como el hecho de que los grandes sumarios de corrupción recientes (Campeón, Pokemom, Gürtel...) se relacionen, sobre todo, con la contratación de servicios públicos. El nuevo botín de los piratas de lo público.

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